Caza ilegal pone en jaque a los jaguares de Panamá

La caza indiscriminada de grandes felinos no es algo que ocurre solamente en África. De hecho, América Central tiene su propia historia con este problema que es particularmente grave en Panamá, de acuerdo con un reporte publicado recientemente por investigadores asociados al Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales.

En los últimos 25 años, al menos 230 jaguares (Panthera onca) han sido cazados en Panamá. Para los científicos, los datos son alarmantes porque, aunque se desconoce cuántos individuos hay en el país centroamericano, pareciera que los jaguares están siendo aniquilados más rápido de lo que pueden crecer y reproducirse. “Una hembra jaguar vive un promedio de 15 años y puede parir entre seis y ocho cachorros a lo largo de su vida”, dice a Scientific American Ricardo Moreno, director de la Fundación Yaguará Panamá y zoólogo asociado al Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales. En lo que va del año, se han descubierto en territorio panameño 26 jaguares que murieron por causas no naturales. “Estos son solo los casos reportados y confirmados, pero creemos que el número puede ser mucho mayor”, advirtió el investigador.

Junto a otros científicos y representantes de gobierno, Moreno ha liderado investigaciones sobre la muerte de estos animales desde 1999, cuando la comunidad ganadera radicada en las cercanías del Parque Nacional Portobelo —ubicado al noreste del país— comenzó a enviarle reportes de animales muertos.

El investigador y su equipo compartieron su preocupación en un estudio publicado en Therya —órgano divulgativo de la Asociación Mexicana de Mastozoología—, en el que analizan datos obtenidos entre 2007 y 2014 a través de cámaras trampa ubicadas en 13 áreas protegidas a lo largo y ancho del país, desde la frontera con Costa Rica hasta el límite con Colombia.

“Casi nunca logramos ver dos veces al mismo animal y esto es inusual, porque a pesar de que los jaguares tienen una movilidad bastante alta en terrenos de hasta 400 kilómetros cuadrados, en un lapso de tiempo tan grande debieron haber regresado varias veces al mismo punto. ¿Dónde están? ¿Fueron cazados? ¿Están en peligro? Son todas preguntas sin una respuesta hasta el momento”.

Los investigadores piensan que las razones detrás de la caza de los jaguares son económicas y están vinculadas, principalmente, a actividades agropecuarias mal reguladas. Si el ganado se queda pastando de noche cerca de los bosques, corre el riesgo de que el jaguar ataque, explica Moreno. Y entonces, vienen las represalias: “Los animales para actividades de ganadería se obtienen, en muchos casos, a través de préstamos del Banco de Desarrollo Agropecuario de Panamá. Las pólizas de seguros para ese tipo de negocio no incluyen pérdida por ataques de jaguares, por lo que los ganaderos sienten que si ven un jaguar cerca de sus terrenos, deben matarlo para proteger su inversión”.

También están los casos de caza para coleccionistas, aunque estos se dan en menor grado, explica Néstor Correa, zoólogo y director de la Asociación Panamericana para la Conservación. La organización tiene comisión rescatar animales que han sido capturados para venderlos como mascotas o por partes. De hecho, hace dos años que alojan en sus instalaciones a un jaguar hembra. Fiona, como la nombraron, había sido abandonada por un hombre que había pagado $300 por ella a cazadores furtivos: “Tenía una semana de edad cuando llegó a nosotros. Estaba malherida porque los perros de los cazadores la habían atacado”. Tras recibir atención veterinaria, Fiona  sobrevivió. Ahora esperan que pueda ser colocada en un programa de conservación de jaguares en cautiverio en Estados Unidos.

Correa explica que varias veces al año reciben reportes de compra y venta de jaguares en Panamá: “Partes, como patas y cabezas, pueden tener un costo de entre $500 y $2000. Un jaguar vivo, puede costar hasta $3000. Es complejo porque hay varios negociantes involucrados. El cazador lo vende al menor precio, que luego va creciendo a medida que el animal pasa de manos, hasta que llega a manos de un coleccionista adinerado, a veces en el extranjero”.

Correa piensa que el hecho de que el jaguar es una especie casi amenazada según la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, incrementa su atractivo para coleccionistas y cazadores furtivos.

Tanto Correa como Moreno coinciden en que es necesario mayor control legal sobre la cacería deportiva y mejor planificación rural, en programas que beneficien al ganadero, pero también a la naturaleza. Pero mientras eso ocurre, lo único que queda es confiar en que las comunidades harán lo correcto y reportarán a los científicos los casos de jaguares asesinados para, al menos, documentar la crisis.

Fuente: scientificamerican.com