Las granjas-hábitat proporcionan seguridad alimentaria y biodiversidad

Investigadores de Stanford han descubierto que pequeñas granjas intercaladas con arbolado en Costa Rica sostienen poblaciones de aves, incluso cuando éstas disminuyen en los bosques

En su estudio de 18 años, publicado en la revista ‘Proceedings of the National Academy of Sciences’, el investigador Nicholas Hendershot y sus colegas compararon las tendencias de poblaciones específicas de aves en tres tipos de paisaje en Costa Rica: bosques, granjas diversificadas y agricultura intensiva.

Los descensos más acusados se registraron en los bosques y luego en la agricultura intensiva (y las especies que triunfaron en esta última eran a menudo invasoras). Pero en las granjas diversificadas, un subconjunto significativo de especies de aves que suelen encontrarse en los bosques, incluidas algunas de interés para la conservación, aumentaron con el tiempo.

“Las aves son una especie de indicador que utilizamos para medir la salud de los ecosistemas. Y las aves que vemos hoy no son las mismas que veíamos hace 18 o 20 años. Este trabajo documenta realmente este patrón”, explica en un comunicado Hendershot, becario postdoctoral en el momento de realizar esta investigación en el Departamento de Biología de la Facultad de Humanidades y Ciencias (H&S) de Stanford, el Centro de Biología de la Conservación (CCB) de Stanford y el Proyecto de Capital Natural (NatCap) con sede en Stanford.

Aunque esta investigación implica que una agricultura diversificada podría ser clave para la biodiversidad, la relación va en ambos sentidos: la biodiversidad es clave para la seguridad alimentaria. En este caso, eso significa tener una variedad de tipos de aves que se alimentan de insectos y ayudan a polinizar los cultivos.

“La identidad parece importar mucho para el control de plagas y otros servicios ecosistémicos que prestan las aves. Estas especies no son intercambiables”, afirma Hendershot.

“Necesitamos un flujo constante de polinizadores al servicio de las explotaciones. Alrededor de tres cuartas partes de los cultivos del mundo necesitan polinizadores en alguna medida, y ese 75% son nuestros alimentos más nutritivos: pensemos en todas las vitaminas y minerales que contienen las frutas, los frutos secos y las verduras”, explica Gretchen Daily, directora de NatCap y CCB, profesora Bing de Ciencias Ambientales en H&S y autora principal del artículo.

“Necesitamos un flujo constante de aves, murciélagos y otros animales salvajes que nos ayuden a controlar las plagas –prosigue–: suprimen la gran mayoría de forma natural. Y tenemos que empezar a devolver a los paisajes agrícolas la protección contra las inundaciones, la depuración del agua, el almacenamiento de carbono y muchos otros beneficios vitales, mucho más allá de lo que se puede conseguir sólo en las zonas protegidas”.

Daily también resalta que, en términos de producción de alimentos, las explotaciones diversificadas no son necesariamente menos productivas que la agricultura intensiva. “Se trata de una suposición reciente que se está echando por tierra”, comenta.

Cada vez es más evidente en todo el mundo que, aunque las zonas protegidas siguen siendo fundamentales, son demasiado escasas y están demasiado dispersas para proporcionar los servicios ecosistémicos que las personas y la naturaleza necesitan para prosperar. Los paisajes en funcionamiento son cruciales ahora para preservar la biodiversidad y sus beneficios.

“La gente, incluidos los científicos, tenía la idea de que las tierras de cultivo no podían albergar una cantidad significativa de biodiversidad”, comenta Daily. En este caso, las explotaciones diversificadas no sólo proporcionan hábitats, sino que conectan zonas forestales que de otro modo estarían fragmentadas.

“Con el tiempo –explica Hendershot–, me he alejado del modelo de ‘conservación fortaleza’, que se centraba más en crear zonas protegidas separadas de las actividades humanas, y veo cada vez más cuánto potencial hay fuera de los bosques. Los bosques son fundamentales: los necesitamos, por supuesto. Pero además de eso, siempre me sorprende lo importante que es para la biodiversidad cómo se gestiona una finca”.

“Creemos que las conclusiones de nuestra investigación son nuevas para la ciencia, pero en cierto sentido no hacen más que confirmar lo que las comunidades indígenas de todo el mundo ya sabían desde hace mucho tiempo, y es que los seres humanos pueden y deben mantener relaciones recíprocas con el resto de la comunidad ecológica local de la que forman parte”, subraya Tadashi Fukami, profesor de biología en H&S y de ciencias del sistema terrestre en la Escuela Doerr de Sostenibilidad de Stanford y coautor del trabajo.

En las décadas de 1980 y 1990, la deforestación en Costa Rica fue la más rápida jamás vista a escala nacional. Entonces, le dieron la vuelta, convirtiéndose en un reputado modelo de éxito. Al establecer el primer programa de pago por servicios ecosistémicos (PSE) a escala nacional, Costa Rica invirtió la tendencia: hoy los bosques cubren casi el 60% de su territorio, frente al 40% en 1987.

Actualmente, el país aspira a duplicar la superficie de bosque protegido en pocos años. En su actual programa de PSE, cualquier terrateniente puede recibir dinero por reforestar incluso pequeñas partes de sus tierras. Ahora, el gobierno también está trabajando en un nuevo programa de PSE para incentivar a los agricultores a adoptar las mejores prácticas de gestión.

Este estudio ayudará a los responsables políticos costarricenses a comprender los beneficios que aportan a lo largo del tiempo las distintas prácticas agrícolas. Según Daily, “debemos reconocer la labor vital que muchos agricultores realizan en favor de la biodiversidad”.

Fuente: publimetro.com.mx