La expresión emocional de las cejas, clave en la supervivencia humana

Al igual que la cornamenta de un ciervo, las cejas de nuestros antepasados primitivos eran una protuberancia huesuda pronunciada que indicaba de forma permanente dominación y agresividad. Los humanos modernos, en cambio, cambiaron esta fisionomía por una frente lisa con cejas más visibles y velludas, capaces de un mayor rango de movimiento para establecer redes sociales, según un estudio liderado por la Universidad de York (Canadá), que se publica en la revista Nature Ecology & Evolution.

Hasta ahora, la hipótesis existente otorgaba a esta parte del cráneo un papel estructural, al tener una función de protección contra el impacto de morder y masticar; y también al suponer la unión de dos partes del cráneo: las cuencas de los ojos y la caja craneal.

Sin embargo, este nuevo trabajo propone que las gruesas prominencias óseas por encima de los ojos (arcos superciliares) de los primeros humanos podrían señalar el estatus social y, posteriormente, al hacerse más lisas y verticales propiciaron habilidades de comunicación.

“Mirar a otros animales puede ofrecer pistas interesantes sobre cuál puede haber sido la función de esa frente prominente. En los mandriles, los machos dominantes tienen bultos de colores brillantes a cada lado del hocico para mostrar su estatus. El crecimiento de estos bultos se debe a factores hormonales y los huesos por debajo están picados con cráteres microscópicos, una característica que también se puede ver en las cejas de los homínidos arcaicos”, explica Paul O’Higgins, uno de los autores principales del artículo y profesor de anatomía en la universidad canadiense.

Los científicos recrearon digitalmente un cráneo fósil de Homo heidelbergensis hallado en lo que hoy es Zambia y conocido como Kabwe 1, que se cree tiene entre 300.000 y 125.000 años de antigüedad. A través de un software de ingeniería 3D descubrieron que los arcos superciliares del fósil eran mucho más grandes de lo necesario para explicar la protección de las cuencas oculares y la caja craneal. Por lo tanto, una ceja más gruesa poco tiene que ver con la función de proteger el cráneo al comer.

“Usamos el software de modelado para recortar el enorme filo de la frente de Kabwe 1 y descubrimos que no ofrecía ninguna ventaja espacial ya que podía reducirse en gran medida sin causar problemas. Luego simulamos las fuerzas de morder de diferentes dientes y descubrimos que se aplicaba muy poca tensión en esta parte. Cuando la eliminamos no tuvo ningún efecto en el resto de la cara al morder”, añade el experto.

A medida que los humanos se volvieron más sociables, los investigadores plantean que el aplanamiento de la frente permitió el desarrollo de cejas más visibles y móviles capaces de mostrar emociones sutiles y cambiantes. En particular, se usan para expresar emociones matizadas: un movimiento rápido de cejas es un signo de reconocimiento, alzarlas indica simpatía, y hay pequeños movimientos que son clave para identificar la confiabilidad y el engaño. Todo esto se traduce en una mayor cooperación y compresión entre las personas.

“Su conversión a una frente más vertical en los humanos modernos permitió mostrar emociones más amistosas que ayudaron a formar vínculos sociales entre individuos”, recalca O’Higgins.

Para Penny Spikins, coautora del trabajo en el departamento de Arqueología de la Universidad de York: “Las cejas son la parte que falta en el rompecabezas de cómo los humanos modernos lograron llevarse mejor con los demás, comparado con otros homínidos ahora extintos”.

Un efecto secundario de tener caras pequeñas

De acuerdo con los investigadores, nuestras frentes comunicativas fueron un efecto secundario de que nuestras caras se redujeran gradualmente durante los últimos 100.000 años. Este proceso se ha acelerado particularmente en los últimos 20.000 años y, más recientemente, cuando pasamos de ser cazadores recolectores a agricultores, ya que este estilo de vida significa menos variedad tanto en la dieta como en el esfuerzo físico.

“Con la reducción del tamaño de la cara desaparecen también en gran medida esas superestructuras robustas que caracterizan a los homínidos del Pleistoceno Medio, como ocurre con Kabwe 1”, asegura a Sinc Markus Bastir, director del laboratorio de Morfología Virtual en el Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC) y autor de un comentario sobre este artículo en la revista Nature Ecology & Evolution.

El investigador añade que esta metodología de uso del ordenador es apta para intervenir en las formas reales de los fósiles, ya que “se puede controlar la morfología en cierto modo para realizar experimentos biomecánicos”.

Spikins afirma: “Los humanos modernos son los últimos supervivientes de los homínidos. Mientras nuestra especie hermana, los neandertales, se estaba muriendo, nosotros colonizábamos rápidamente el mundo, sobreviviendo a entornos extremos. Esto tuvo mucho que ver con nuestra capacidad para crear grandes redes sociales. Sabemos, por ejemplo, que los humanos modernos prehistóricos evitaron la endogamia y se fueron a vivir con amigos en lugares distantes durante tiempos difíciles”.

“Otras hipótesis, como mantener el sudor o el pelo fuera de los ojos ya fueron descartadas, por lo que sugerimos que se puede encontrar una explicación plausible en la comunicación social”, concluye O’Higgins.

Fuente: Tecnoxplora