La cara científica de Edgar Allan Poe

Si hoy conocemos a Edgar Allan Poe (19 de enero de 1809—7 de octubre de 1849) es por sus relatos cortos y sus cuentos de terror. Sus 40 años de inestable vida le dieron para renovar la novela gótica e inventar el relato detectivesco, así como para ser además poeta, crítico y periodista. Pero también tuvo tiempo para ensayar con la ciencia y al final de sus días estaba convencido de que sería recordado más por sus ideas científicas que por sus escritos literarios. El autor de El escarabajo de oro dedicó su última y poco conocida obra a plasmar sus pensamientos sobre el universo. Recuperamos aquí la cara B, la científica, de un genio atormentado cuya vida empezó a complicarse muy pronto.

Nacido como Edgar Poe en Boston, antes de cumplir tres años perdió a su padre y a su madre, lo separaron de su hermano mayor y de su hermana pequeña, y el acomodado matrimonio Allan de Richmond, Virginia, lo acogió. Aunque los Allan le dieron su apellido y una buena educación, Edgar Allan Poe nunca llegó a congeniar del todo con ellos, hasta el punto de que su padre adoptivo lo desheredó. Los fantasmas de su familia biológica perdida nunca lo abandonaron y algunos estudiosos de su obra ven reflejada esa traumática infancia en su tétrico estilo literario.

A comienzos de 1826, Poe ingresó en la Universidad de Virginia. Allí destacó por leer todo lo que caía en sus manos y ser un alumno aplicado que traducía lenguas clásicas casi sin esfuerzo. También por tener fuertes pesadillas y problemas con la bebida y el juego. En esa época empieza a profundizar en el estudio de la historia y la literatura, además de interesarse por disciplinas científicas, como matemáticas, física y astronomía.

Una solución a la paradoja de Olbers

Poe tuvo especial predilección por la astronomía y llegó a proponer una solución a la paradoja de Olbers. Este problema físico planteaba la contradicción de que en un universo estático e infinito repleto de estrellas —esa era la descripción de universo de la época— el cielo nocturno debería ser totalmente brillante, sin regiones oscuras. Poe defendió en una conferencia en la New York Society Library que los espacios entre estrellas eran debidos a que la distancia hasta el fondo del universo era tan grande que ningún rayo de luz desde allí había sido capaz de alcanzar la Tierra.

La vida de Poe pareció estabilizarse hacia 1836 al casarse con su prima hermana Virginia Eliza Clemm y trabajar en la Graham’s Magazine de Filadelfia, donde escribió sus grandes novelas policíacas, Los crímenes de la calle Morgue (1841) y El escarabajo de oro (1843). Sin embargo, las cosas volvieron a torcerse cuando en 1842 su mujer enfermó de una tuberculosis que la mataría cinco años después. Ante la dura situación, Poe volvió a consumir alcohol y esta vez también láudano (un preparado de opio), lo que le produjo importantes problemas de salud.

A pesar de su deterioro físico y mental, en 1845 llegó su primer gran éxito en vida: el poema El cuervo, que alcanzó la fama de la noche a la mañana y está considerado el poema más famoso de la literatura estadounidense.

Un poema en prosa para Alexander von Humboldt

Tras la muerte de su mujer, en el invierno de 1847 un abatido Edgar Allan Poe se sumerge en la física para escribir su décimo y último libro, el ensayo Eureka, subtitulado Un poema en prosa, que dedicó al científico alemán Alexander von Humboldt. En los años en los que Darwin le daba vueltas a su teoría de la evolución o Maxwell lograba unificar electricidad, magnetismo y luz, Poe se propuso en Eureka “hablar de lo físico, metafísico y matemático —del universo material y espiritual— de su esencia, origen, creación; de su condición presente y de su destino”. Aunque la disertación no sigue el método científico y está trufada de errores, contiene inesperados aciertos, entre los que destaca la idea de que el universo se generó a partir de la explosión de una única partícula primordial —con lo que la intuición de Poe se anticipó casi un siglo a la teoría del Big Bang.

Poco después de publicar Eureka, Edgar Allan Poe escribía una carta a su tía (y a la vez suegra) en la que le decía: “No tengo deseos de vivir desde que escribí Eureka. No podría escribir nada más”. Y así fue. Poe murió poco después en Baltimore, convencido de que había hecho una de las más importantes aportaciones en la historia de la ciencia.

Fuente: bbvaopenmind.com