Identifican el “interruptor” que pone en marcha a la esclerosis lateral amiotrófica

Unos científicos han identificado un instigador clave de los daños en células nerviosas de personas con esclerosis lateral amiotrófica (ELA), un trastorno neurodegenerativo progresivo y por ahora incurable.

Este descubrimiento podría llevar a nuevas terapias para detener la progresión de la enfermedad, que afecta a mucha gente en el mundo (solo en Estados Unidos la cifra es de más de 30.000). Ya se halla en desarrollo un tratamiento de este tipo que se probará en humanos, después de haberse demostrado en el nuevo estudio que detuvo el deterioro de las células nerviosas en ratones con la enfermedad.

La aparición de la esclerosis lateral amiotrófica, conocida también como enfermedad de Lou Gehrig, está marcada por la degradación gradual y, al final, la muerte, de los axones neuronales, las proyecciones delgadas de las células nerviosas que transmiten señales de una a la siguiente.

El estudio, realizado por el equipo de Junying Yuan, de la Escuela Médica de la Universidad Harvard en Estados Unidos, revela que el comportamiento anómalo de una enzima llamada RIPK1 daña los axones neuronales alterando la producción de mielina, la sustancia con aspecto de gel que los rodea para aislarlos y protegerlos así de posibles daños.

El nuevo estudio no solo aclara el mecanismo del daño y la muerte axonal sino que también identifica, como hemos dicho, una posible estrategia protectora para contrarrestarlo, concretamente inhibiendo la actividad de la RIPK1.

El nuevo hallazgo es el más reciente de una serie de descubrimientos cruciales hechos por Yuan y sus colegas a lo largo de un decenio que indican que RIPK1 es un regulador esencial de la inflamación y la muerte celular. Pero hasta ahora, los científicos desconocían su papel en la muerte axonal y la ELA.

Los experimentos efectuados en células con ELA de ratones y de humanos ponen de manifiesto que cuando la RIPK1 está fuera de control puede provocar daños axonales al poner en marcha una reacción química en cadena que culmina con la retirada de la mielina protectora de los axones y la activación de la degeneración axonal, el signo distintivo de la ELA.

La RIPK1 produce tales daños mediante un ataque directo a las fábricas de mielina del cuerpo, unas células nerviosas conocidas como oligodendrocitos, que segregan la sustancia blanda, rica en grasas y proteínas, que rodea los axones para permitir su función y protegerlos de daños.

A partir de un trabajo anterior del laboratorio de Yuan que mostraba que la actividad de RIPK1 podía ser bloqueada por una sustancia llamada necrostatina-1, el equipo probó cómo responderían células afectadas por ELA en el laboratorio ante el mismo tratamiento. En efecto, la necrostatina-1 refrenó la actividad de la RIPK1 en células de ratones alteradas genéticamente para desarrollar la ELA.

En un grupo final de experimentos, los investigadores usaron necrostatina-1 para tratar ratones aquejados de daños axonales y debilidad en las patas posteriores, un síntoma de deterioro axonal similar a la debilidad muscular que aparece en las primeras etapas de la ELA en humanos. La necrostatina-1 no solo restauró la cubierta de mielina y detuvo el daño axonal sino que también previno la debilidad de las extremidades en animales tratados con ella.

 En la investigación también se ha constatado que un gen, denominado OPTN, cuando funciona adecuadamente, parece regular el comportamiento de la RIPK1 asegurando que sus niveles se mantengan controlados. En ausencia de esa vigilancia, sin embargo, la RIPK1 parece descontrolarse y comenzar a causar daños.

Fuente: noticiasdelaciencia.com