Con tu perfil genético, te diseñan la dieta perfecta

¿Puede un análisis de su sangre informarle cuál de las mil dietas que se ofrecen es la mejor para su cuerpo? Eso es lo que algunas compañías en el mercado afirman que pueden hacer. En estos tiempos de la nutrición personalizada, se ofrecen dietas ajustadas al ADN de las personas, todo bajo el supuesto de que es posible trazarle a los consumidores la proporción ideal de carbohidratos, grasas y proteínas ajustadas a lo que indica su perfil genético. Son muchísimas empresas trabajando en el campo y crecen sin control pues escapan a la vigilancia de las agencias de la salud, al no ofrecer ningún tipo de diagnóstico para un tratamiento específico.

Neil Grimmer, fundador de la compañía de nutrición personalizada Habit1 ha afirmado que el haber diseñado una dieta basada en su perfil genético le ayudó a perder 25 libras en tan solo seis meses. “Mi experiencia me llevó a entender que una cantidad de preguntas sobre cuáles alimentos debemos comer, tienen respuesta dentro de nosotros mismos”. Sus ideas han cristalizado en una de las compañías con más ganancias en el área de lo que se conoce como Nutrigenética.

Sin embargo, la idea de que el análisis del ADN puede encontrar la dieta perfecta que corresponda a cada persona es una realidad muy lejana. El mapear los genes de un individuo para diseñarle una dieta no lleva a ninguna parte.

Michael Jensen, profesor de Medicina de la Clínica Mayo en Rochester, se muestra bastante escéptico sobre la verdadera utilidad de la información ofrecida por las compañías que ofrecen esa consejería dietética basada en el ADN. “Toda esta novedad es básicamente una forma de conseguir que las personas paguen para que les hagan una prueba completa de sus genes, con la idea, no demostrada por la ciencia, de que les indicará la dieta mágica para ellos”, dice Jensen. “La verdad, sospecho que ellos sólo recomiendan una de las muchas dietas y esperan por un enorme efecto placebo”.

Además, muchos, sino la gran mayoría de los potenciales usuarios de la Nutrigenética, no se paran a pensar que esa información que les proporcionan no es concluyente y que encima viene con el riesgo añadido de que al compartir esos datos tan personales con una compañía privada, ésta puede ser presionada por agencias gubernamentales para en caso necesario pasarles esa información sin previo consentimiento de las personas. Aunque quizá lo más grave y que con seguridad ya sucede, es que esos datos corran con libertad por las manos de las compañías de marketing.

Un estudio reciente realizado con el correspondiente rigor científico, realizado por investigadores de la Universidad de Stanford, estudió la dieta en 609 adultos con sobre peso2. No encontraron alguna diferencia en la pérdida de peso cuando la dieta se “ajustó” a su estudio genómico, en relación a quienes no tuvieron ese perfil de ADN en juego.

Los Centros para el Control y la Prevención de enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés)3, también son bastante escépticos y en un artículo publicado en 2017 son lo suficientemente claros en sus recomendaciones al público consumidor, donde el título ya es una clara advertencia: “Piense antes de escupir”, en referencia a que para que se realice un examen genético, su saliva debe ir a parar a un tubito preparado para ello. “No existe ninguna evidencia sobre la validez clínica o de alguna utilidad para esas pruebas genómicas”, advierten.

Sak Kohane, un profesor de informática biomédica en la Universidad de Harvard, en referencia a las pruebas de ADN con fines dedicados a diseñar dietas a la medida afirma “Nosotros estamos en medio de una tormenta perfecta, de poquísimos datos útiles y de una competencia insuficiente para interpretarlos”.

Además, y esto es muy importante, una compañía, ella sí certificada para realizar análisis genéticos con fines diagnósticos, Ambry Genétics, encontró que el 40% de las pruebas genéticas llevaron a falsos positivos para variantes genéticas.

Y para muestra un botón. En un artículo reciente, aparecido en el New York Times el pasado 2 de julio, la columnista Gina Kolata cuenta la historia de Joshua Clayton, un radiólogo de la Universidad de Baylor, quien interesado en su genealogía envió una muestra de su saliva a 23andMe, compañía pionera en análisis genéticos con fines esencialmente comerciales. El informe fue plano. Pero cuando se lo envió a una compañía que promete hacer diagnósticos para mutaciones genéticas que producen enfermedades lo que recibió fue un informe con una siniestra marca roja, que decía que él tenía una mutación ligada a un síndrome que lleva al desarrollo de cáncer mortal a una temprana edad. Con sus 29 años, entró en pánico.

Después de dos semanas de agonía, un laboratorio serio le informó que no existía tal mutación. Sobra decir que en el análisis hubo genetistas serios involucrados.

Es que estamos hablando de el análisis de unos seis millones y medio de variantes genéticas, con la consecuente dificultad metodológica a la hora de “escoger” las que informan con precisión.

Como ya mencionamos, un problema serio con esa miríada de compañías que ofrecen sus análisis genéticos difusos y generales, es que ellas no están sujetas a las regulaciones de la FDA, lo cual significa que no es necesario realizar análisis científicos para probar su validez. Por ejemplo, los resultados entregados a los consumidores por Habit, no se basan en un único test que haya sido realizado pruebas clínicas. La propia compañía, con el propósito de curarse en salud, anuncia; “las recomendaciones con relación a la dieta que le suministramos, pueden o no ser beneficiosas para su salud y pueden causar o exacerbar ciertos problemas médicos”.

Y el costo del análisis de Habit es de casi 300 dólares. Ofrecen además menús “diseñados” con un valor de 13 dólares el plato. Nadie los controla y siguen adelante sin tropiezos.

Dado que el buen juicio está más bien lejos de ser usado para evaluar cuánto beneficio se puede sacar de estas dietas “regidas” por los estudios del genoma, lo mejor sea que las personas no se dejen embaucar por las modas apabullantes del bienestar a cualquier costo, y sí más bien se ajusten a los datos disponibles venidos de la ciencia.

Lo otro, si es que algún día llega, vendrá con las consecuentes complicaciones de traducir y entender la complejidad de un metabolismo tan sólo al mandato único de los genes, porque, no lo olvidemos, eso no es así. Tenemos millones de otros convidados, bacterias que forman nuestro microbioma, participando de forma muy activa en el asunto.

Fuente: ciertaciencia.blogspot.com