Descubren los dos especímenes que permitieron demostrar que mamíferos ponen huevos
Unos diminutos especímenes de ornitorrinco y equidna llevaban 150 años ocultos en frascos en los almacenes del Museo de Zoología de Cambridge, pero ahora los ha encontrado el subdirector del centro, Jack Ashby. Estas muestras permitieron confirmar a finales del siglo XIX que algunos mamíferos ponían huevos, lo que cambió el curso del pensamiento científico y apoyó la teoría de la evolución.
Hasta que los europeos encontraron por primera vez ornitorrincos (Ornithorhynchus anatinus) y equidnas (Tachyglossidae) en 1790 en Australia, se daba por sentado que todos los mamíferos daban a luz a crías vivas. La cuestión de si algunos mamíferos ponen huevos se convirtió entonces en uno de las mayores interrogantes de la zoología del siglo XIX, y se debatió acaloradamente en los círculos científicos.
“Enseguida su reproducción cobró gran interés. Esencialmente, se pensó que ornitorrincos y equidnas tenían algunas características que antes se consideraban de mamíferos y otras de reptiles. Esto tenía enormes implicaciones, ya que significaba que las “reglas” que los naturalistas habían elaborado para ordenar las ramas del árbol de la vida no funcionaban”, comenta a SINC Jack Ashby, subdirector del Museo de Zoología de la Universidad de Cambridge y autor del libro Platypus Matters The Extraordinary Story of Australian Mammals, recién publicado.
Esto ocurrió 60 años antes de que Charles Darwin publicara su teoría de la evolución, pero según Ashby, ya había científicos que pensaban y tenían opiniones acerca de la evolución. “La posibilidad de que un mamífero pusiera huevos tenía importantes implicaciones para las discusiones en torno a la evolución, ya que sugería que había grupos que demostraban que los animales podían cambiar de una cosa a otra, en este caso de algo parecido a un reptil a algo parecido a un mamífero”, recalca el experto.
Sin embargo, en ese momento también había científicos más conservadores que no querían creer que existiera un mamífero que pusiera huevos. “Las lagartijas y las ranas ponen huevos, por lo que la idea de que un mamífero pusiera huevos fue descartada por mucha gente; creo que sentían que era degradante relacionarse con animales que consideraban tenían “formas de vida inferiores”, añade Ashby.
La evidencia de que sí ponían huevos
Por esta razón, durante 85 años, los naturalistas europeos que viajaron a Australia intentaron encontrar pruebas de que los ornitorrincos y los equidnas ponían huevos, incluso preguntando a los aborígenes australianos, pero todos los resultados que enviaban a casa eran ignorados o descartados.
“Fue la clásica muestra de complejo de superioridad colonial. El conocimiento fue desestimado en Europa. Creo que algunos de los científicos ingleses más conservadores desde el punto de vista social, que también argumentaban en contra de la evolución, se sentían incómodos con la idea de que los mamíferos pusieran poner huevos, ya que pensaban que esto rebajaba el grupo humano. Decidieron no creer, e ignoraron todas las pruebas de que era cierto”, subraya Ashby.
No fue hasta 1883 que el zoólogo escocés William Hay Caldwell, una estrella emergente de la embriología en Cambridge, fue enviado a Australia, con un importante apoyo financiero de la Universidad de Cambridge, la Royal Society y el Gobierno británico, para resolver este antiguo misterio y describir la forma en que ornitorrincos, equidnas y marsupiales se desarrollan en distintas etapas de su vida, desde la fecundación hasta la adolescencia.
“Empleó hasta 150 aborígenes australianos de la etnia waka waka para que recogieran especímenes para él [un total de 1.400], y en agosto de 1884 encontraron un equidna con un huevo en su bolsa, y un ornitorrinco con un huevo en su nido y otro a punto de ser puesto. Se trataba de una prueba irrefutable, y como procedía de “uno de los suyos”, el estamento científico estaba finalmente dispuesto a aceptarla”, sostiene el experto británico.
La noticia dio la vuelta al mundo. Caldwell fue el primero en hacer colecciones completas de todas las etapas vitales de estas especies. Sin embargo, no se catalogaron los ejemplares, al menos los de esta colección única, en el museo. El personal actual desconoció su existencia hasta ahora.
Un tesoro biológico escondido
Al hacer investigaciones para su nuevo libro, poco después de entrar a formar parte del equipo del Museo de Zoología de Cambridge, Jack Ashby trató de encontrar algún espécimen que hubiera traído de vuelta Caldwell, pero fue en vano.
“Me decepcioné cuando traté de encontrarlos y me dijeron que no había ningún registro de ellos en el museo. Pensé que posiblemente Caldwell los disecó hasta que no quedara nada, pero también existía la posibilidad de que aparecieran entre nuestros dos millones de especímenes”, recuerda a SINC.
Como suele ocurrir en todos los museos de historia natural, es poco probable que haya un catálogo completo de todo lo que se almacena. Por eso, Ashby le pidió al director de colecciones, Mathew Lowe, que prestara atención al nombre de Caldwell en los registros.
“Tres meses después vino a mi despacho para decirme que había encontrado una antigua nota del antiguo conservador Adrian Friday en la que sugería que una pequeña caja de especímenes trasladada desde un laboratorio de enseñanza podría ser de Caldwell”, cuenta emocionado. Cuando los analizó, Ashby pudo confirmar que efectivamente eran los de los descubrimientos pioneros de Caldwell.
“Una cosa es leer los anuncios del siglo XIX de que los ornitorrincos y los equidnas ponen huevos, y otra es tener aquí los especímenes físicos, que nos remiten a ese hallazgo de hace casi 150 años. Es bastante sorprendente”, sostiene.
El redescubrimiento del científico es la prueba de que, durante los dos últimos siglos, los científicos han menospreciado sistemáticamente a los mamíferos australianos describiéndolos como extraños e inferiores. Además, el experto cree que esto sigue afectando a la forma en que se describen en la actualidad, y socava los esfuerzos para conservarlos.
“Los ornitorrincos y los equidnas no son animales raros y primitivos, como los describen muchos relatos históricos. Están tan evolucionados como cualquier otro. Lo que ocurre es que nunca han dejado de poner huevos”, apunta. “Creo que son absolutamente asombrosos y que definitivamente vale la pena valorarlos”.
Fuente: elespectador.com