Buscar a ‘Nemo’ será cada vez más difícil en océanos calientes
Los peces payaso (Amphiprion chrysopterus) no pueden vivir sin las anémonas de mar donde ponen sus huevos y viceversa. Pero a esta relación se une un tercero en discordia: unas algas microscópicas –las zooxantelas– sin las que las anémonas no pueden vivir, que habitan dentro de sus tentáculos urticantes y que le dan su característico color dorado. El trío de especies se aporta mutuamente protección y alimento en una convivencia sin alteraciones.
Sin embargo, en condiciones de calentamiento global, con las temperaturas del agua cada vez más elevadas, el escenario cambia, y las tres especies se ven arrastradas por la dependencia que las une. Así lo demuestra un estudio publicado esta semana en la revista Nature Communications.
“Cuando las anémonas pierden sus algas simbióticas y como consecuencia se blanquean, los peces payaso que viven en ellas sufren mayores concentraciones de cortisol, una hormona asociada al estrés en los animales”, explica a Sinc Ricardo Beldade, primer autor del trabajo e investigador en el Centro de Investigaciones Insulares y Observatorio del Medioambiente de la PSL Research University en la Polinesia Francesa.
El equipo de investigación observó a 13 parejas de peces payaso de octubre de 2015 a diciembre de 2016 en los arrecifes de coral de la isla de Moorea en la Polinesia Francesa. Esta monitorización se realizó antes y después del evento de El Niño que en el año 2016 provocó un calentamiento de 2 ºC en el océano Pacífico.
Tras este fenómeno, la mitad de las anémonas analizadas se blanquearon al perder las microalgas, lo que repercutió también en los peces. Según los científicos, se produjo una drástica disminución –de hasta el 73%– en el número de huevos viables. Pero no solo eso: los peces pusieron en general menos huevos.
Para confirmar el aumento en el nivel de estrés, los investigadores tomaron muestras de sangre a otras 52 parejas de peces payaso y destacaron una reducción en la fertilidad de los peces con una caída significativa en las concentraciones de hormonas sexuales (los equivalentes de testosterona y estrógeno).
“Estas respuestas de estrés redujeron en cascada las hormonas reproductivas y finalmente la reproducción”, recalca a Sinc Suzanne Mills, autora principal del estudio y científica en el centro de investigación francés en Moorea. Sin embargo, durante el mismo período, “otras anémonas expuestas a las mismas altas temperaturas, no blanquearon y los niveles de cortisol de los peces que viven en ellas no se elevaron”, subraya Mills.
Pero aunque en la investigación el calentamiento y el blanqueamiento de las anémonas no afectaron directamente a la supervivencia de los peces, “con el tiempo si podría reducirse la reproducción, con lo que habrá menos reclutas que vuelvan a la población y su número disminuirá”, subrayan los autores.
Entre tres y cuatro meses después de calentamiento del agua, mucho tiempo después de que las temperaturas volvieran a la normalidad, la salud de las anémonas y de los peces mejoró. ¿Pero qué ocurrirá si el fenómeno se repite? El blanqueamiento de corales y anémonas es más recurrente en la Gran Barrera de Coral, pero no deja de producirse en otras zonas como la Polinesia Francesa. “El blanqueamiento es un fenómeno global”, dice Beldade.
Gracias a la larga esperanza de vida y al sedentarismo del pez payaso, los científicos seguirán observando a los peces de su estudio, a la espera del próximo episodio de El Niño. Así comprobarán cómo se adaptarán a los futuros cambios ambientales.
Pero su caso no es aislado: el 12% de la comunidad de peces de las costas de la Polinesia Francesa dependen de anémonas o corales para alimentarse o para encontrar protección contra los depredadores y podrían sufrir los mismos efectos colaterales. Si el blanqueamiento se prolonga, no solo se verán afectadas las poblaciones, sino también la estabilidad de los ecosistemas.
Fuente: noticiasdelaciencia.com