Los científicos y la lotería

Rodrigo Méndez Alonzo (CICESE)

El doctor es investigador en el Departamento de Biología de la Conservación del Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada (CICESE). Contacto: Norma Herrera en el correo nherrera@cicese.mx.

Una de las promesas de la nueva administración federal es que “se hará más con menos”. En esta opinión se expondrá las razones por las cuales en ciencia, tecnología e innovación no puede aplicarse este modelo de operación sin antes ser contrastado con la situación de otras naciones que pueden servir como modelo de funcionamiento. Esto es importante porque las actividades científicas requieren, necesariamente, mucha inversión inicial, pero generan ganancias altas en el mediano plazo a nivel nacional, por medio de la innovación científica.

Primero, hagamos una analogía para entender cuándo podemos esperar que ocurran descubrimientos e innovaciones relevantes en ciencia, mediante la lotería.

Cuando usted compra un boleto de lotería, lo que realmente adquiere es una probabilidad de obtener un premio que es igual a 1 dividido entre la emisión de boletos. Si sólo hay un “premio gordo”, su posibilidad sería de 1 entre 50,000, o sea 0.0002, donde 1 sería que “seguro se lo gana”. Esta es una probabilidad muy baja, pero si en vez de un boleto usted compra diez mil, la probabilidad de ganarse el “gordo” es un respetable 1 a 5.

Con la investigación científica pasa algo equivalente: un país necesita muchos científicos para tener una alta probabilidad de que en ese territorio ocurran grandes descubrimientos e innovaciones. Más aún, si se destinan recursos económicos suficientes, además de una indispensable libertad de cátedra e investigación, es deseable que puedan atraerse a los mejores científicos y “cargar los dados” para que ocurran más innovaciones que lo esperado por pura probabilidad.

Ahora bien, ¿cómo se compara México con nuestros competidores en número de científicos e inversión pública y privada en ciencia, tecnología e innovación?

La realidad es que tenemos una cantidad de científicos ridículamente baja. México forma parte de un “club” de países que incluyen a las 30 economías más poderosas del planeta: la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), la cual anualmente publica las estadísticas de números de científicos per cápita y de inversión del producto interno bruto en ciencia, tecnología e innovación, disponibles para consultar en línea en http://www.oecd.org/sti/inno/researchanddevelopmentstatisticsrds.htm

En los datos de la OCDE podemos ver que México cuenta con menos de un científico por cada mil habitantes (0.82 para ser exactos), mientras que el promedio de los países de OCDE es de cerca de siete científicos por cada mil habitantes, y los países líderes, como Corea del Sur, tienen la asombrosa cifra de 16 científicos por cada mil habitantes.

¿Qué quiere decir esto? Que México cuenta con más o menos 100 mil científicos laborando en la actualidad para una población de 120 millones, mientras que países como Finlandia cuentan con más o menos 100 mil científicos para ocho millones de habitantes. Si a esto le sumamos que las condiciones educativas, salariales y de calidad de vida de nuestros competidores superan a las nuestras, resulta que los “dados están cargados a su favor” y acaban atrayendo a las mejores mentes del mundo.

Para no “destinarnos” a ser la mano de obra barata de la OCDE, la manera de revertir esta situación es promover con mucho énfasis que los mejores estudiantes de preparatoria ingresen en licenciaturas de ciencias, tecnología, matemáticas e ingenierías, así como promover la generación de más centros de investigación a nivel nacional, y crear las mejores condiciones para atraer a las mejores mentes en la actividad científica, tanto de México como del resto del mundo.

Lo anterior implica que en ciencia no puede hacerse más con menos, y que la Nación debe invertir más para lograr posicionarnos como líderes de innovación a nivel global.

Fuente: México es Ciencia