Lamerse las heridas no es buena idea: conoce la microbiota bucal

En nuestra boca campan a sus anchas una gran cantidad de microorganismos, en concreto entre cientos y miles de especies, algo que podemos intuir ya que más de uno de nosotros tiene alguna que otra caries, ¿verdad?

Las caries y otras enfermedades bucales, como la gingivitis y la periodontitis, son causadas por microorganismos. Aunque en general su presencia actúa como protección frente a bacterias patógenas que puedan acceder a nuestra boca, no siempre trabajan a nuestro favor.

Como bien sabéis, si nos lavamos los dientes poco hay mayor probabilidad de tener alguna caries debido a que la comida que nos queda entre los dientes sirve como alimento para las bacterias. Como consecuencia éstas crecen en número, aumentando el ‘ejército’ bacteriano que ataca la placa. Así que, mientras nos lavemos los dientes con la frecuencia adecuada, nuestras inquilinas habituales no darán problemas.

Se estima que hay un mínimo de 700 especies distintas en la microbiota oral humana y, como cada especie tiene unas características distintas, cada una ‘busca’ la zona de la boca que mejor le permita vivir. Por ese motivo, hay especies que prefieren más la placa dental, otras la lengua, otras la saliva…

Una de sus peculiaridades es que algunas de ellas son capaces de formar ‘biofilms’ en sitios como la placa dental: una especie de película con una estructura definida formada por bacterias que facilita su supervivencia. Pensad en ello cuando os dé pereza lavaros los dientes…

Aunque estos datos son generales, cada persona tiene una microbiota distinta ya que influyen muchos factores, desde la alimentación hasta las personas con las que convivimos (en los besos se transmiten bacterias, por poner un ejemplo). ¿No conocéis a alguien que se lava mucho los dientes pero tiene caries igualmente? O, al contrario: ¿que no se los lave casi y no tenga caries? Esto depende de su tipo de microbiota.

En un centro de investigación de la Comunidad Valenciana, el grupo del investigador Alejandro Mira ha podido determinar que las personas que no tienen caries suelen tener una bacteria, la S. dentisani, que se encarga de matar a las que las producen. Hay personas que la tienen y otras que no, y los motivos no están claros. Por el momento, el grupo del doctor Mira trabaja para que esta especie pueda utilizarse en el futuro en nuestro beneficio.

¿Y para cortar la hemorragia?

Con todo lo explicado, podéis imaginar que al llevarnos a la boca un corte estamos acercando una puerta abierta (la herida) a un foco bien surtido de microorganismos. Está claro, en cualquier caso, que no nos va a pasar gran cosa por lamernos la herida -tampoco os preocupéis, son bacterias con las que convivimos y nuestro sistema inmunitario las mantiene a raya sin problemas cuando éstas cruzan la línea roja-. De hecho, de vez en cuanto nos hacemos alguna herida en la boca y ellas tampoco nos generan mayor problema salvo alguna que otra llaga. Pero, a pesar de todo ello, conviene saber que éste no es el mejor método si queremos desinfectar realmente una herida.

La manera correcta es utilizar normalmente povidona yodada, que es el compuesto muy habitual de nuestro botiquín. Ésta actúa frente a un amplio rango de microorganismos y su mecanismo está basado en la oxidación, produciendo cambios irreparables en la maquinaria de la bacteria que desembocan en su muerte. En principio la mejor solución es la de ejercer presión sobre el corte (lamer, nuevamente, no ayuda…).

Un truco en el que igual no habíais caído: si os hacéis un corte en un dedo de la mano, simplemente levantad el brazo y veréis como se corta antes. ¿No se os ha quedado dormido el brazo después de estar un buen rato cogidos a la barra del metro? La circulación de la sangre en los extremos (manos y pies) se dificulta al ramificarse en muchas venas más pequeñas, y el efecto de elevar las extremidades lleva a reducir el flujo sanguíneo ya que están más lejos del corazón.

Lo mismo sucede, por ejemplo, si vas en coche por una zona montañosa: gracias a la gravedad nos es mucho más fácil bajar que subir cuestas, lo que cuesta al motor un esfuerzo extra. En este caso el esfuerzo lo hacen tanto el corazón como los vasos sanguíneos para empujar la sangre, de manera que aprovechemos la gravedad en estos casos contra las heridas sin riesgos microbianos. Cuidado, eso sí, no vayan a pensar que hacéis autostop.

Fuente: Paula Ruiz / cienciaxplora.com