La fotosíntesis no sólo la hacen las plantas: también un adorable bichito marino

El mar está lleno de criaturas increíbles y adorables como la Costasiella kuroshimae, una babosa que por su aspecto ha sido nombrada como “oveja de las hojas”.

Y aunque no es un animal que se haya descubierto recientemente, sigue sorprendiendo a biólogos y amantes del océano por su capacidad para realizar un proceso parecido a la fotosíntesis.

El tierno molusco “bobino” del mar

Este tierno animalito de aproximadamente 5 milímetros de longitud es muy común en los océanos de Japón, de Indonesia y Filipinas.

Se caracteriza por las protuberancias en forma de plantas que cubren su cuerpo, las cuales le dan la apariencia de una oveja. Su color verdoso se debe a que se alimenta especialmente de algas y otras hojas de mar.

Gracias a su alimentación, parece que la Costasiella kuroshimae brilla y esto es gracias a un proceso llamado cleptoplastia: asimilan los cloroplastos de las plantas en su organismo.

La cleptoplastia también les permite adquirir funciones propias de las plantas eucariotas como la fotosíntesis, lo que la vuelve un organismo autótrofo (que puede producir sus propios nutrientes sin la necesidad de otro ser vivo)

Estas babosas con uno de los pocos seres vivos no vegetales que pueden reproducir la fotosíntesis, es decir, que pueden convertir la luz solar en energía orgánica.

Entre plantas y moluscos

La “oveja de las hojas” llama la atención por su aspecto tierno, pero no es el único animal del mar capaz de funcionar como una planta.

Otras babosas, como la “esmeralda oriental” (cuyo nombre científico es Elysia clorótica), también poseen esas capacidades pero a diferencia de la Costasiella kuroshimae, la Elysia solo come la alga Vaucheria litorea.

Elysia clorótica es un poco más grande que la oveja kuroshimae (6 milímetros) y su cuerpo se asemeja a una hoja de lechuga.

Expertos aseguran que tanto Elysia como Costasiella a lo largo de su evolución lograron asimilar genes de las algas que comen, lo que se considera una de las primeras transferencias de genes funcionales entre especies multicelulares.

¿Una terapia genética?

La capacidad de asimilar genes no era nueva cuando se descubrieron a estos moluscos. Este proceso de adaptación celular se puede observar en bacterias que intercambian genes para sobrevivir. La diferencia es que estas babosas son organismos unicelulares.

El profesor Sidney K. Pierce de la Universidad del Sur de Florida (estado donde la Elysia clorótica es común) ha investigado el proceso de cleptoplastia para diseñar una posible terapia genética.

Pierce asegura que la unión de los genes de las algas al cromosoma de la babosa se transmiten de generación de generación y es ese aspecto el que se debe estudiar con rigurosidad.

Fuente: vix.com.es