La falta de mujeres en ciencia e ingeniería también te perjudica a ti

Explicaba Ilana Yurkiewicz en este artículo para Scientific American lo difícil que es demostrar un sesgo de género en cualquier ambiente, incluido en la ciencia. “Los sesgos se pueden intuir, pero el problema para demostrarlos es que las diferencias pueden deberse a distintos factores”, y añade que es posible pensar que se deben a que las mujeres están menos interesadas en este o aquel campo de investigación, que eligen estilos de vida que las alejan de los puestos de mando…

Sin embargo, algunas investigaciones han logrado demostrar la existencia de ese sesgo. Un estudio lo hizo al presentar ante una serie de científicos currículums de estudiantes para un puesto en su laboratorio. Expedientes idénticos fueron encabezados con nombres de hombre o de mujer. Los resultados mostraron que los que llevaban nombres femeninos eran evaluados significativamente peor que los masculinos, y que a ellas se les ofrecían sueldos más bajos que a ellas. Otros estudios han demostrado que ellas lo tienen más difícil para conseguir financiación, y que la figura tradicional del genio científico les perjudica más en sus carreras. Con el objetivo de llamar la atención sobre esta discriminación se celebra el próximo día 11 de febrero el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. En España, decenas de organizaciones están preparando actividades para ese día (puedes consultarlas aquí).

La igualdad hace mejor ciencia

“¿Y a mí qué?”, podría pensar cualquiera que no sea mujer ni niña ni le interese la ciencia.

Piense de nuevo. El problema con el sesgo de género en la ciencia es que sus consecuencias no las sufren solo las científicas, sino la sociedad en su conjunto, ya que afecta a los resultados de las investigaciones y la innovación de un modo que no siempre parece evidente. Igual que ocurre con el mundo de los negocios y la competencia empresarial, los motivos para fomentar la igualdad en la ciencia van más allá del marketing y la imagen, ya que cuanto más diverso sea un equipo, mejores serán sus resultados. La historia de la ciencia está llena de ejemplos.

Empezando por la investigación biomédica y desde las primeras fases, en las pruebas y estudios con ratones. Durante décadas, se utilizaron casi únicamente machos ante la posibilidad de que las fluctuaciones hormonales de las hembras desvirtuasen los resultados. Como resultado, se conoce menos sobre las enfermedades en hembras (y en mujeres) y en muchos casos se generaliza, incluyéndolas en los resultados sin justificación, incluso en dolencias que ellas sufren más que ellos. También se han perdido oportunidades para aprender sobre fenómenos exclusivamente femeninos, como el embarazo, la menstruación y la menopausia, y por último, no se ha utilizado el sexo como variable en muchos estudios sobre biología básica, cuando el sexo es, junto con la edad, una de las variables más importantes por ejemplo en la regulación del sistema inmune y en las funciones hormonales.

Esto ha significado que durante mucho tiempo la atención médica que recibía la población femenina era peor que la que recibían los hombres. Puesto que el modelo estándar utilizado en medicina era el de un hombre, muchas mujeres fueron mal diagnosticadas de patologías cardiacas, ya que los médicos tardaron en darse cuenta que ellos y ellas mostraban síntomas distintos.

Las mujeres también han sufrido mayores efectos secundarios utilizando distintos tipos de medicamentos, que van desde fármacos para reducir el colesterol hasta sedantes y calmantes. El motivo es que las dosis recomendadas se habían establecido a partir de estudios clínicos enfocados en su mayor parte a hombres de tamaño medio, sin tener en cuenta que el tamaño medio de las mujeres es menor, y eso puede hacer sus efectos más fuertes o prolongados.

El sesgo de género cuesta dinero y vidas

Entre 1997 y 2000, diez medicamentos fueron retirados del mercado en Estados Unidos por efectos secundarios que podían ser mortales. Ocho de ellos suponían un riesgo mayor para la salud de las mujeres que de los hombres. Londa Schiebinger, investigadora de la Universidad de Stanford, explica que en estos casos, y muchos otros, despreciar el componente del sexo supuso millones en pérdidas para las empresas que los desarrollaron, así como la salud o incluso la vida de las pacientes que llegaron a consumirlos.

Schiebinger dirige Gendered Innovations, un proyecto con el que quiere subrayar la importancia del sexo y el género en la investigación y en la innovación. “Las investigaciones mal hechas cuestan vidas y dinero. El sesgo de género además conduce a oportunidades de negocio perdidas”, explica en la web del proyecto. En ella recoge también algunos casos en los que ignorar el sesgo de género ha tenido un impacto en la investigación y la innovación.

Los ‘dummies’ son hombres

Uno de los ejemplos más evidentes es el del diseño e innovación en los cinturones de seguridad de los coches. “En ingeniería, los hombres se consideran a menudo la norma, y las mujeres (y los hombres más bajitos) son analizados a posteriori, a menudo desde la perspectiva de cuánto se desvían de la norma. Como resultado, muchos dispositivos se adaptan a las mujeres de forma reactiva”, explica el caso de estudio.

El primer muñeco (llamados ‘dummies’) de los que se han utilizado durante décadas para estudiar las consecuencias de los accidentes de coches se desarrolló en 1949 dentro de las fuerzas aéreas estadounidenses, y puesto que las mujeres estaban por entonces excluidas del combate, el cuerpo masculino era la prioridad en el diseño de medidas de seguridad. El problema es que esto no cambió cuando los ‘dummies’ se aplicaron a investigaciones civiles, en las que hombres y mujeres deberían ser igualmente considerados.

El caso es aun más señalado si se mira a las mujeres embarazadas: 1996, casi medio siglo después, no apareció el primer ‘dummie’ embarazado, diseñado para estudiar los efectos de un impacto a gran velocidad sobre el feto, el útero y la placenta. Como resultado del retraso en la investigación, los cinturones de seguridad actuales no se ajustan adecuadamente a las mujeres embarazadas, y los accidentes de coche son la causa principal de muerte fetal relacionada con traumatismos en la madre.

Células de hombre vs. células de mujer

El campo de las células madre es uno de los más activos en la investigación biomédica actual debido a su potencial para curar enfermedades para las que a día de hoy no conocemos remedio. Aun queda mucho por saber para que esas posibilidades se conviertan en tratamientos aplicables a nivel clínico, pero según el proyecto Gendered Innovations, hay un aspecto de estudio que rara vez es tenido en cuenta: el sexo de las células que se utilizan en los experimentos.

“El sexo debería ser analizado a todos los niveles, desde los cromosomas y las células hasta los organismos al completo”, recoge este caso de estudio. Y explica un ejemplo: los problemas que se encontraron científicos de una colaboración entre Noruega y Australia al trabajar con células madre de ratón proveniente de su médula ósea. Los investigadores utilizaron ratones hembra y macho (un buen diseño del estudio), pero solamente células madre provenientes de hembras. No tuvieron en cuenta el factor del sexo, y “el resultado fue que sus ratones machos murieron, y no supieron por qué”. Al repetir los experimentos considerando todas las combinaciones de sexo en la interacción donante/receptor, los experimentos salieron adelante con éxito.

Un resultado que no se debe dar por supuesto, ya que puede no ser así en todas las investigaciones. “Todas las combinaciones deben ser tenidas en cuenta antes de ser descartadas. Hay demasiados factores que interactúan con el sexo y hay que analizarlas todas durante los experimentos. En el caso de las células madre, estos factores incluyen el tipo de célula, la enfermedad analizada y otros factores hormonales, inmunológicos y ambientales”.

Los hombres también sufren osteoporosis

Los sesgos de género también tienen consecuencias en la salud de los hombres. Ocurre por ejemplo con la osteoporosis, una enfermedad ósea considerada principalmente propia de mujeres postmenopáusicas. Esta consideración ha moldeado sus procedimientos de cribado, diagnóstico y tratamiento. Tiene sentido: después de todo en las mujeres esta dolencia aparece de media unos 10 años antes, y a la misma edad una mujer tiene mayor riesgo de fractura que un hombre.

Pero este sesgo en diagnóstico y tratamiento es un problema porque un tercio de las roturas de cadera relacionadas con la osteoporosis que se producen en Estados Unidos y Europa las sufren hombres, y cuando se rompen la cadera, fallecen más a menudo que las mujeres, y los científicos no saben por qué.

La osteoporosis es una enfermedad especialmente compleja, con componentes tanto de sexo como de género. “Los huesos se forman por procesos biológicos, pero también culturales, como los niveles de ejercicio, la nutrición y el estilo de vida en general”, y por eso deben llevarse a cabo estudios en distintos grupos étnicos. “El objetivo debe ser mantener los huesos sanos en poblaciones diversas”.

¿Seguro que lo dijo “él”?

Cuenta Schiebinger que tras dar una entrevista a un periódico español, buscó en internet el artículo publicado y lo tradujo con Google Translate. “Me sorprendió ver que se referían a mí constantemente como ‘él’: ‘él’ dijo, ‘él’ escribió, ‘él’ pensó. Google Translate utiliza el masculino por defecto”, explica. Y añade: “¿cómo puede una compañía tan ‘guay’ como Google cometer un error tan fundamental?”. (Este ejemplo se basa fundamentalmente en el inglés, un idioma en el que el pronombre se repite al inicio de cada frase ya que los verbos no se conjugan y por tanto no se puede deducir de ellos el sujeto. Aunque en español no existe este problema, o no es tan acusado, el ejemplo sigue siendo pertinente ya que el inglés es el idioma universal ya para muchos asuntos, entre ellos la ciencia y la tecnología).

El motivo es que “he said” (él dijo) es mucho más abundante en internet que “she said” (ella dijo). El problema es que, según NGram, también de Google, la proporción de pronombres masculinos respecto a pronombres femeninos en los libros ha pasado de ser el cuádruple en los años 60 a ‘solo’ el doble en los 2000. La evolución coincide con la incorporación de la mujer al mundo laboral, a la investigación, a la educación secundaria y universitaria… “Con un solo algortimo, Google había invisibilizado cuarenta años de revolución también en el lenguaje”.

El problema podría agravarse ya que el algoritmo se realimenta de sus propias traducciones. Alertados de la situación, los ingenieros de Google arreglaron el problema con unos cuantos retoques al algoritmo. Pero como señala la investigadora, esto no es suficiente. “Reacondicionar constantemente las innovaciones y mejoras para que también incluyan a las mujeres no es el mejor camino para el progreso. Para evitar estos problemas en el futuro, es importante que los ingenieros trabajen con la inclusión en mente desde el principio”.

Fuente: elconfidencial.com