El imperio galáctico de Asimov

Hablábamos la semana pasada de los tres tipos de civilizaciones hipotéticas contempladas por el astrofísico ruso Nicolái Kardashov, y algunos lectores (ver sección de comentarios correspondiente) sugirieron la posibilidad de ampliar la escala a tipos aún más evolucionados. Si una civilización de Tipo III puede controlar los recursos energéticos de toda una galaxia, una de Tipo IV sería la capaz de controlar los recursos del universo entero (suponiendo que sea finito).

De hecho, el científico y divulgador húngaro Zoltán Galántai ha teorizado sobre una hipotética civilización de Tipo IV cuyas actividades serían tan sutiles que nosotros, que no hemos alcanzado siquiera el Tipo I de la escala de Kardashov, no podríamos distinguirlas de los fenómenos naturales. Según la tercera ley de Clarke, una tecnología muy avanzada es indistinguible de la magia; pues bien, una tecnología aún más avanzada podría ser indistinguible de las propias leyes de la naturaleza (e incluso manipularlas de forma imperceptible). Y los misteriosos constructores de los monolitos de 2001, una odisea del espacio, mencionados la semana pasada como posibles ejemplos de una civilización de Tipo III, tal vez estén más cerca de los “dioses ingenieros” de Tipo IV de los que habla Galántai.

La psicohistoria de Asimov

En su monumental saga de las Fundaciones (que empezó siendo una trilogía y acabó ampliándose con secuelas y precuelas varias y engullendo otras obras del autor), Isaac Asimov imagina una galaxia poblada exclusivamente por la estirpe de la humanidad -un Imperio Galáctico homologable a una civilización de Tipo III en la escala de Kardashov- y con una población tan numerosa que su conducta global resulta predecible de acuerdo con una ciencia ad hoc denominada “psicohistoria”.

Del mismo modo que no podemos predecir el comportamiento de una molécula de gas, pero tenemos la certeza estadística de que una masa macroscópica de ese gas se comportará de una determinada manera (por ejemplo, distribuyéndose de manera homogénea en el interior de un recipiente), Asimov argumenta que una población de trillones de personas sería globalmente predecible en su evolución histórica.

Para que las predicciones (o manipulaciones) de la psicohistoria funcionen, han de cumplirse (según Hari Seldon, fundador de esta ciencia), tres requisitos:

  1. La población ha de ser lo suficientemente grande como para dar lugar a “certezas estadísticas”.
  2. La población ha de ignorar que está siendo objeto de análisis o manipulaciones psicohistóricas.
  3. La humanidad ha de ser la única especie inteligente actuante en la galaxia.

El propio Asimov cuestiona la eficacia -incluso la viabilidad- de la psicohistoria al introducir en el segundo libro de la saga, Fundación e Imperio, a un mutante, llamado el Mulo, capaz de controlar las emociones ajenas con el poder de su mente. ¿Qué opinan al respecto mis sagaces lectoras/es? ¿Es verosímil una ciencia como la psicohistoria? ¿En qué condiciones, a qué escala, con qué limitaciones…?

Fuente: elpais.com