El científico de 104 años David Goodall se quita la vida con un fármaco mortal en Suiza

Suiza ha sido el último viaje realizado por el científico australiano David Goodall, que llegó el lunes pasado a Basilea para, con la ayuda de la organización suiza de ayuda al suicidio Eternal Spirit, poner fin a sus días intentando, con este acto, relanzar el debate sobre la eutanasia en su país. Poco después de mediodía de hoy su corazón dejaba de latir.

Este botanista australiano de 104 años se inyectó a sí mismo una substancia letal que le provocó la muerte mientras escuchaba la novena sinfonía de Beethoven. Su caso pone en el candelero esta particularidad, que Suiza comparte con un puñado de países en el mundo, de poder decidir el momento de interrumpir el curso de la vida. Opción imposible en el país de origen de Goodall. El director de Exit International, Philip Nitschk, que estuvo con él durante sus últimos momentos, ha declarado que las últimas palabras del científico fueron: “¡Esto está tardando muchísimo tiempo!”.

Aunque llegó a Suiza muy disminuido, Goodall reunió las pocas fuerzas que le quedaban para dar una conferencia de prensa ayer en un hotel de Basilea donde explicó que era partidario de que “las personas mayores pudieran decidir cuándo y dónde deseban morir”. “Esta decisión es sólo mía. Quiero poner fin a mi vida y agradezco a Suiza que sea posible hacerlo aquí”.

El científico pidió que su cuerpo sea donado a la ciencia y en caso de que no pueda ser usado, sus cenizas se esparzan en algún lugar cercano a la institución, que tiene su sede en la ciudad de Basilea. Asimismo, Goodall señaló que no desea que se organice ningún tipo de ceremonia o de funeral dado que no creía en la vida tras la muerte.

Desde 2015, cerca de un millar de personas ha recurrido al suicidio asistido en Suiza según la Oficina Federal de Estadística. Por otra parte, un estudio realizado en 2014 indicó que 611 extranjeros viajaron a este país centroeuropeo entre 2008 y 2012 para acabar con sus días, el denominado ”turismo de la muerte” que hizó correr ríos de tinta durante esos años en la prensa internacional.

Goodall, que no sufre ninguna enfermedad, afirmó durante su encuentro con los periodistas que para él hubiera sido mejor morir en Australia, país donde ya había intentado un suicidio fallido que afectó negativamente a su estado de salud. Una caída sufrida tras este suceso desencadenó una serie de achaques que disminuyeron considerablemente su condición física. “Mi vida ha sido bastante pobre durante el último año, así que estoy muy feliz de darle un fin”, declaró en la rueda de prensa.

La caída, que lo dejó inmovilizado durante dos días en el interior de su domicilio, fué lo que determinó su decisión de recurrir a una organización profesional que lo ayudara a realizar su proyecto de poner término a su vida. La organización Exit International lanzó una campaña en su país, Gofundme, que recolectó los 21.000 dólares australianos que cuesta un billete de primera clase con destino a Suiza.

Ferviente activista en favor de la eutanasia, Goodall pretendía mediatizar su caso para que al igual que en Bélgica, Luxemburgo o Países Bajos, la eutanasia se convirtiera en un acto legal. En Suiza es legal que una persona pueda recibir asistencia al suicidio si su demanda, según la legislación, no responde a un “acto egoísta” pero la muerte se la provoca ella misma.

En Australia, país de corte conservador, sólo hay un estado, el de Victoria, que autoriza la eutanasia dentro de ciertos límites. De acuerdo con esta ley, que entra en vigor en 2019, sólo podrán recurrir a esta opción las personas en fase de vida terminal y que tengan una esperanza de sobrevivir durante sólo seis meses.

“Creo que mi viaje ayudará a que las cosas cambien”, declaraba ayer Goodall. Científico reconocido a nivel mundial, el botanista conservó hasta el final su lucidez y no perdió el sentido del humor. Sin embargo, durante los últimos años su calidad de vida había disminuido considerablemente perdiendo el oído y la vista.

El científico nació en abril de 1914 y cursó estudios en Londres trabajando en diferentes universidades, principalmente en Reino Unido, Estados Unidos y Australia. Al final de sus estudios sacó tres doctorados y escribió más de un centenar de artículos científicos. En 1979 se retiró aunque no completamente ya que conservaba su despacho en la Universidad Edith Cowan de Perth.

Fuente: europaress.es