La microbiota intestinal modula al cerebro
Los tratamientos con bacterias o las variaciones genéticas enfocadas en la microbiota intestinal generan cambios concretos en el cerebro, y podrían transformarse en una herramienta eficaz contra distintas enfermedades neurológicas.
Un nuevo estudio realizado en la Escuela de Medicina de Baylor, en Estados Unidos, concluye que las terapias en base a modificaciones genéticas o introducción de bacterias en la microbiota intestinal producen variaciones concretas en la actividad cerebral. Estos enfoques podrían ser eficientes en el tratamiento de diferentes patologías neurológicas.
En el marco de experimentos realizados con ratones, los científicos lograron modificar los comportamientos sociales de los roedores a través de cambios en la comunidad microbiana intestinal. De poder confirmarse efectos similares en los seres humanos, las terapias podrían colaborar en el tratamiento de las disfunciones neurológicas o enfermedades como el autismo.
Según un comunicado, los especialistas descubrieron que la microbiota intestinal, o sea la comunidad de microbios que alberga nuestro intestino, podría contribuir en ciertos síntomas asociados con trastornos neurológicos complejos. De esta manera, accionando sobre la misma mediante estrategias genéticas o bacterianas sería posible modular la actividad cerebral.
Genética y microbios
En las conclusiones del estudio, publicado en la revista Cell, los especialistas indican que los tratamientos efectivos contra los cuadros neurológicos deberían dirigirse tanto al cerebro como al intestino, para de esta manera abordar por completo todos los síntomas. Sostienen que los genes humanos y microbianos interactúan entre sí, contribuyendo en conjunto al desarrollo de la enfermedad.
De acuerdo a los expertos a cargo del nuevo estudio, tradicionalmente se ha pensado en la incidencia genética que porta cada individuo, pero el microbioma intestinal es otra fuente importante de información genética. Ambos trabajarían a la par, modulando tanto al intestino como al cerebro.
Este enfoque va en línea con lo sugerido en otros estudios, en las cuales por ejemplo se sostiene que la microbiota intestinal genera modificaciones en el estado de ánimo y hasta puede incidir en la depresión. Por ejemplo, modificando el nivel de impacto de una bacteria es posible reducir los efectos de la depresión.
Cambios concretos
La nueva investigación se basó en experimentos con roedores, los cuales carecían de un gen específico y además presentaban problemas de hiperactividad y déficit social, síntomas similares a los observados en el autismo en los seres humanos. Al tratar a los animales con un microbio probiótico y posteriormente con un metabolito o compuesto, comprobaron que los cambios en la comunidad microbiana intestinal producían modificaciones en el cerebro de los ratones.
Los científicos destacaron que las técnicas utilizadas generaron notorios cambios en el comportamiento social de los roedores, demostrando que las terapias con bacterias pueden ser efectivas para mejorar estos síntomas. Sin embargo, no registraron variantes en cuanto a la hiperactividad, un dato que confirma que esta condición está regulada por la mutación genética presente en los animales.
En consecuencia, los expertos creen que los tratamientos orientados al microbioma intestinal utilizando cepas probióticas selectivas de bacterias o productos farmacéuticos inspirados en bacterias podrían constituirse en un futuro en una alternativa viable como terapias para abordar las patologías neurológicas.
Según el Dr. Mauro Costa-Mattioli, líder del grupo de investigación, «nunca podría haber imaginado que los microbios en el intestino pudieran modular el comportamiento y la función cerebral. Pensar ahora que las estrategias basadas en microbios pueden ser una forma viable de tratar la disfunción neurológica es todavía aventurado, pero muy emocionante», concluyó.
Hacia el futuro, el principal desafío es poder comprobar si los hallazgos realizados en ratones pueden trasladarse al ser humano, teniendo en cuenta la complejidad de las interacciones entre el cerebro y el intestino. De concretarse, este enfoque podría generar una gran esperanza para el tratamiento de diferentes patologías neurológicas o del comportamiento.
Fuente: tendencias21.levante-emv.com