Investigador argentino en Harvard vía las bacterias descubrió cómo “poner freno” a la esclerosis múltiple

Francisco Quintana quiso desentrañar qué le pasa a veces al sistema inmune cuando, en lugar de proteger al cuerpo humano, lo ataca y hace que se desarrollen enfermedades como la esclerosis múltiple.

Estudió biología en la Universidad de Buenos Aires, obtuvo un doctorado en inmunología en el Instituto de Ciencia Weizmann de Israel, y desde hace nueve años trabaja como investigador en uno de los hospitales de la Universidad de Harvard y en el Instituto Broad del MIT, en Cambridge, Estados Unidos. Con su equipo, Quintana descubrió que las bacterias que están en el microbioma de cada persona -popularmente conocido como “flora intestinal- pueden jugar roles clave, para interactuar con el cerebro y limitar el avance de enfermedades como la esclerosis múltiple, que afecta a más de 2,5 millones de personas en el mundo.

En un trabajo publicado en la prestigiosa revista Nature, Quintana demostró que existe un mecanismo molecular que hace que la actividad de las bacterias de “la panza” – conocida popularmente como flora intestinal- influya en lo que ocurre en el cerebro. Si bien hubo otros estudios que hablaban de la conexión entre bacterias intestinales y sistema nervioso central, es el primer trabajo en el mundo que reporta cómo los productos microbianos -llamados metabolitos- pueden actuar directamente sobre células del sistema inmune en el cerebro para prevenir la inflamación. A partir del hallazgo, se abre la posibilidad de generar nuevos tratamientos contra enfermedades neurológicas.

La esclerosis múltiple no es ni contagiosa, ni hereditaria, ni mortal. No tiene cura, pero sí hay medicación para controlarla, ya sea para atenuar o espaciar los brotes o remisiones, o enlentecer la progresión.
Entre algunos de los medicamentos que hoy se indican están los interferones, el acetato de Glatiramer, el fingolimod, la teriflunomida y el natalizumab, entre otros anticuerpos monoclonales. En marzo pasado, se aprobó en la Argentina la cladribina, como tratamiento oral de corta duración para pacientes con alta actividad de esclerosis múltiple recurrente.

Entrevistado por Infobae, el doctor Quintana, de 44 años, contó cómo empezó su interés por las enfermedades autoinmunes. “Desde la escuela secundaria, me interesaba más hacer ingeniería genética pura y dura, pero al entrar a la carrera de biología en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, y al estar luego en el laboratorio del científico Mariano Levin – en el INGEBI del Conicet- empecé a trabajar en la inmunología, en la enfermedad de Chagas, usando métodos de biología molecular.

Fue Levin quien me llevó hacia la inmunología. Y en Israel, durante mi doctorado, pude llevar eso a otro nivel, al meterme de lleno en inmunología y enfermedades autoimmunes, precisó. Quintana -quien en sus ratos libres sale a correr, anda en bicicleta y sale a hacer caminatas con su familia- busca encontrar las causas de las enfermedades y ya había estado trabajando en experimentos anteriores relacionados con bacterias.

Esta vez, el investigador argentino descubrió que hay bacterias dentro del microbioma que contribuyen a limitar la inflamación en el sistema nervioso central. De esta manera, se previene que esas células dañen a las neuronas y a los oligodendrocitos, y que se desarrollen enfermedades como la esclerosis múltiple. Lo que publicaron en Nature es el mecanismo que va desde que las bacterias activan una vía molecular hasta que limitan la inflamación en el sistema nervioso central. Demostraron que existe el mecanismo al generar ratones mutantes que tenían alteradas esa vía molecular. Al ser mutados, los ratones desarrollaron más esclerosis múltiple en comparación con los casos controles. También presentó evidencia de la existencia de la vía molecular en seres humanos, al investigar células de pacientes que habían tenido esclerosis múltiple. De esos pacientes, tenían células obtenidas a partir de la autopsia.

Tras la investigación, Quintana afirmó: “La vía molecular descubierta podría ser útil para desarrollar probióticos que se consuman para que las bacterias disparen su actividad y protejan al individuo de la enfermedad, o para desarrollar fármacos que directamente actúen para limitar la inflamación en el sistema nervioso central y así tratar la esclerosis múltiple y otras enfermedades neurológicas”. El futuro es esperanzador. Además de las investigaciones en curso que realiza Quintana, está en marcha un estudio internacional sobre microbioma y esclerosis múltiple que incorporará 4.000 personas sanas y con esclerosis múltiple en Estados Unidos, Argentina y el Reino Unido.

“Se trata de un trabajo de punta”, opinó Fernando Cáceres, director general de Ineba de Capital y especialista en esclerosis múltiple, quien no participó en el estudio. “Los resultados del trabajo publicado por Quintana permiten vislumbrar que en el futuro habría un nuevo capítulo en el tratamiento de la esclerosis múltiple. Serían terapias muy diferentes a las que hoy están disponibles que funcionan sobre la respuesta inmune. En el futuro, las terapias tendrían más relación con la dieta y podrían reducir la inflamación en el sistema nervioso central”, dijo Cáceres a Infobae.

En tanto, al ser consultada también por Infobae la doctora Cecilia González Campo, del Instituto de Neurociencia Cognitiva y Traslacional, que depende del Conicet, la Fundación Ineco y la Universidad Favaloro, afirmó: “El trabajo publicado en la revista Nature por el equipo de Francisco Quintana dilucida nuevos posibles mecanismos que llevan a la esclerosis múltiple. Se hizo con técnicas de última generación, y tiene el mérito de identificar un mecanismo molecular asociado a la enfermedad tanto en roedores como en humanos”. La investigadora agregó: “Si bien no sería la única vía que da lugar a la inflamación en el sistema nervioso central, el trabajo publicado abre la posibilidad de que en el futuro se puedan desarrollar terapias más eficaces para contrarrestar las recaídas de los pacientes con esclerosis múltiple y que son causales de secuelas”.

El estudio de Quintana fue financiado con subsidios de los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos, la Sociedad Estadounidense del Cáncer, la Sociedad Nacional de Esclerosis Múltiple, de Estados Unidos, y con apoyos del Ministerio de Ciencia de Baden-Wuerttemberg en Alemania, entre otros.

“Es un desafío constante –reconoció Quintana a Infobae-, ya que los objetivos de los científicos y de los empresarios son diferentes. Los problemas son distintos. Pero al estar en la academia y en la empresa, es una oportunidad única para llevar nuestros descubrimientos a la investigación clínica. Eso es una fuerza que me motiva, y que le da relevancia a nuestro trabajo, ya que implica llegar a tener un efecto muy real en la calidad de vida de los pacientes”.

Fuente: infobae.com