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Las fauces del ‘Tyrannosaurus rex’ estaban recubiertas por labios como los lagartos

Un grupo de científicos ha demostrado finalmente que los tiranosaurios tenían un tejido blanco que protegían sus filosos colmillos del exterior, un hecho contrario a la cultura popular

Las temibles fauces del ‘Tyrannosaurus rex’ son parte de la cultura como una fugura bastante común. Pocos dinosaurios han trascendido en el imaginario colectivo como el “Rey de los lagartos tiranos”, el más terrible de los terópodos con una mandíbula tan brutal que su mordida es considerada la más letal de un animal terrestre, de todos los tiempos. Sin embargo, la realidad de sus colmillos es bastante diferente a la que muchos creen.

En realidad, un mito largamente extendido y un conflicto entre científicos y artistas parece llegar a su fin. Aunque en las salas de museos, figuras de acción, muestras de paleoarte e incluso en películas como Jurassic Park los colmillos de los tiranosaurios parecen salirse de su feroz mandíbula, lo cierto es que esa intimidante apariencia pudo no haber sido real. Ahora, un grupo de paleontólogos ha confirmado que, igual que muchos dinosaurios carnívoros, el ‘Tyrannosaurus rex’ no tenía una afilada sonrisa maquiavélica, sino que sus dientes estaban resguardados dentro de sus labios.

La nueva investigación ha sido liderada por el paleontólogo de la Universidad de Toronto y de la Universidad de Auburn, Thomas Cullen, especializado en el estudio de la evolución de los terópodos. El trabajo, que ha sido publicado la semana pasada en la prestigiosa revista Science, concluye de manera determinante que el tiranosaurio tenía labios, o en su defecto un tejido blando que recubría y humedecía su dentadura, para protegerla del exterior. Por lo tanto, se acaba así una de las representaciones más icónicas de este animal: el de la película de Jurassic Park (1993) del director Steven Spielberg, que ideó basándose en el trabajo del científico y escritor de ciencia ficción Michael Crichton.

Aunque la película contribuyó a la extensión de la idea de que los tiranosaurios no tenían labios, lo cierto es que el tema se discute desde el siglo XIX, pero que la representación de estos saurios en la cultura popular cambió durante las décadas de los 60 y los 70, que es cuando se impulsó la reconstrucción del tiranosaurio rex como uno de los animales más activos que se parecían menos a un lagarto”, según Cullen, por lo que sus imágenes comenzaron a adelgazarse para revelar más sus músculos y nervios. “Hasta entonces, el depredador prehistórico aparecía en imágenes y películas con labios, pero si se mira hacia atrás en las representaciones artísticas de los dinosaurios en las décadas de 1920 y 1930, siempre tenían labios”, alega Cullen,

Los colmillos de tiranosaurios no son son como los de los cocodrilos

Para la investigación unas de las piezas clave fueron los registros dentales prehistóricos, pues se dieron cuenta de que los dientes de los tiranosaurios eran más frágiles que los de los cocodrilos, animales emparentados que actualmente son unos de los pocos que sí tienen sus colmillos expuestos al aire libre, incluso con sus fauces cerradas. Por ello, el esmalte de los dientes de los tiranosaurios debería ser igual de grueso que el de los caimanes, sin embargo, no es así, sino lo contrario.

Aunque los dientes de los cocodrilos pasan mucho tiempo sumergidos bajo el agua, su constante exposición a la intemperie demuestra fisuras y señales de deterioro en su superficie, cuando se analizan con cuidado. En esta línea de investigación, los científicos compararon los registros de dinosaurios con lagartos con labios (como las iguanas, el monitor o el dragón de Komodo) junto a los de caimanes y cocodrilos, por lo que esos colmillos debieron haber presentado una degradación muy característica, y determinaron que los dientes de los saurios no pudieron estar a la intemperie hace millones de años.

Sin embargo, esa no es la única prueba, sino que incluso la forma en la que estaban rotos los dientes de los tiranosaurios indicaba su procedencia de una mandíbula cerrada. En el trabajo, los investigadores estudian la morfología maxilar y su biomecánica, por lo que, tras las mediciones adecuadas, determinaron que la fila superior de dientes aplastaría a la quijada inferior y que la mandíbula se desencajaría.

Además, las reconstrucciones computacionales del cráneo también señalaron que el tiranosaurio no la tendría tan fácil para hacer los gestos maxilofaciales que reconocemos en los mamíferos, por lo que este animal no podría hacer las características muecas siniestras ni gruñir mostrando su hilera de dientes afilados.

Fuente: mundodiario.com