Un grupo internacional de científicos ha descubierto que las conchas de una almeja centenaria guardan un registro natural del clima oceánico de los últimos cinco siglos. Este hallazgo podría ayudar a predecir el comportamiento de las corrientes del Atlántico Norte y anticipar un posible punto de no retorno en el sistema climático global
El futuro del clima podría estar escrito en una almeja. Investigadores de la Universidad de Exeter, en colaboración con otros centros europeos, han analizado las conchas de una especie marina capaz de vivir más de 500 años: la Ocean quahog (Arctica islandica). Sus capas de crecimiento funcionan como los anillos de los árboles, registrando cada año variaciones en temperatura, salinidad y nutrientes.
El estudio, publicado en la revista Science Advances, ha permitido reconstruir la historia del Atlántico Norte durante medio milenio. Los resultados son inquietantes: los científicos identificaron dos periodos de inestabilidad oceánica —uno a comienzos del siglo XX y otro desde mediados de los años 50— que coinciden con alteraciones en el Subpolar Gyre y en la Circulación Meridional del Atlántico (AMOC), el sistema que transporta el calor desde los trópicos hacia el norte.
La advertencia del Atlántico Norte
Según los investigadores, el patrón detectado indica que el océano está perdiendo su capacidad de autorregulación. En otras palabras, cuando el agua se calienta o cambia su salinidad, el equilibrio tarda cada vez más en restablecerse.
Este fenómeno sugiere que el Atlántico Norte podría estar acercándose a un punto de inflexión climático. Si la AMOC se debilita o colapsa, los efectos serían globales:
- Inviernos más fríos en Europa.
- Tormentas más intensas en el Atlántico.
- Cambios drásticos en las lluvias.
- Alteraciones en la biodiversidad marina.
“Lo que muestran las conchas no es una predicción apocalíptica, sino una advertencia biológica”, explican los autores. “El océano ya no se recupera tan rápido como antes”.
Cómo una almeja puede predecir el futuro del mar
Las almejas del Atlántico actúan como archivos biológicos del océano. Cada capa de su concha contiene trazas químicas que revelan el estado del agua en el año en que se formó. Gracias a esta información, los científicos pueden estudiar cómo las corrientes y temperaturas oceánicas variaron mucho antes de que existieran satélites o boyas.
El análisis isotópico de las muestras demuestra un aumento sostenido del calentamiento oceánico y un debilitamiento progresivo de las corrientes profundas. Ambos factores son clave para entender cómo el cambio climático está transformando la dinámica de los mares.
Una advertencia que no conviene ignorar
El hallazgo refuerza la idea de que el océano no olvida: sus organismos más longevos almacenan la historia del planeta y, con ella, posibles pistas sobre su futuro. En un contexto de calentamiento global acelerado, estos registros naturales son esenciales para anticipar crisis climáticas y diseñar políticas de mitigación.
La almeja de 500 años no es solo una rareza biológica, sino un testigo de cómo los mares han cambiado… y de lo que podría venir si seguimos ignorando sus señales.
Fuente: es.gizmodo.com


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