Sin diagnóstico, la causa de muerte de Chopin, el “más músico” de los pianistas: Adolfo Martínez Palomo

Participaron la violonchelista Irene Carrasco Curíntzita, la mezzosoprano Verónica Alexanderson y el pianista Sergio Vázquez ofrecieron un concierto con obra del músico polaco

“Chopin no sólo ha sido el más músico de los pianistas, sino el más milagrosamente pianista de los músicos. Algo particularmente interesante en el caso de Chopin, es que tiene una gran presencia en los círculos académicos y médicos, porque se discute mucho su enfermedad”, señaló Adolfo Martínez Palomo, miembro de El Colegio Nacional, durante su conferencia-concierto Frédéric Chopin (1810-1849). Un enigma irresoluble, del ciclo Músicos y Medicina, que se llevó a cabo la tarde del jueves en el Aula Mayor de esta institución.

Federico Chopin se caracteriza por ser uno de los poquísimos compositores de los que se interpreta su obra completa, “difícilmente se puede pensar en otro compositor en los que esté de moda escuchar toda su obra y ustedes puedan tener la seguridad de que es una obra maestra importante”. Al mismo tiempo, “se caracteriza por ser un compositor que estuvo enfermo toda la vida”.

Chopin nació el 1 de marzo de 1810, Zelazowa Wola, en una aldea polaca no muy lejos de Varsovia, donde su padre trabajó como instructor de las hijas de una Condesa que tenía cerca de ahí un castillo. “Curiosamente, en este pueblo y en la misma aldea nació uno de los músicos mexicanos más importantes que ha tenido nuestro país: Henryk Szeryng Jennifer, uno de los grandes violinistas que hubo en el siglo pasado. En algún momento lo invitaron a Szeryng Jennifer a México y decidió quedarse en el país. No solamente le dieron la nacionalidad, sino que, además, un pasaporte diplomático de buena voluntad de la UNESCO, con el cual, representó a México durante muchos años”.

El padre de Chopin era francés, Nicolas Chopin, y su madre, Justina, fue polaca, por eso los franceses presumen su nacionalidad, pero los polacos se defienden. “Entonces se lo dejamos a los dos, porque era medio polaco y medio francés”. Con su madre Chopin mantuvo una relación tan cercana que “alguno llegó a decir que fue la única mujer que Chopin amó verdaderamente”.

De acuerdo con el doctor Martínez Palomo, el bautizo formal de Federico Chopin se dio cinco semanas de su nacimiento, sin saberse si fue por el hecho de haber nacido de manera prematura o porque nació en malas condiciones, “el hecho es que le dieron el bautismo que se llama ‘aguas del socorro’, lo cual quiere decir que desde su nacimiento era un niño enfermo”.

“Como hijo único, en medio de tres hermanas, creció lleno de mimos y dietas especiales en un discreto ambiente musical, animado por las interpretaciones a la flauta del padre, acompañado de la madre, quien tenía buena voz. Durante sus primeros años recibe clases de música de un violinista checo, quien tuvo el acierto de reconocer el potencial de su alumno como pianista”.

De esta manera, el niño Chopin empieza a componer música desde los siete años de edad, en especial inspirado en la música folclórica polaca. Los médicos, sin embargo, desde su infancia le prescribieron comer avena, beber extractos de bellotas, dormir mucho y realizar estancia prolongadas al aire libre: la receta de la época para tratar afecciones del pulmón.

A los 16 años permanece varios días en cama, con los ganglios del cuello inflamados y, siguiendo la tradición médica, con un método de sangrías o sanguijuelas; “ese mismo verano va a descansar a una estación termal entre Polonia y la entonces Checoslovaquia, en compañía de su madre y de dos de sus hermanas”. Lo que es muy importante para la historia médica de Chopin, porque Emilia, una de sus hermanas, estaba ya muy enferma y murió a los 14 años por una infección pulmonar, lo que se supone padeció Chopin, afirmó el colegiado.

El triunfo en París

Hacia los 20 años de edad, Chopin decide emigrar a París, donde se desenvolvió con gran éxito como compositor excepcional y maestro de piano. En la capital francesa se convirtió en una figura indispensable en las reuniones de la alta burguesía francesa, comentó Adolfo Martínez Palomo.

“Además de resfriados reiterados, sufrió de periodos depresivos: no se adaptó fácilmente a Francia, echaba mucho de manos a Polonia; los inviernos parisinos agravan su enfermedad respiratoria y lo obligan a descansar en varias estaciones termales, al grado de que en el invierno de 1835 sufrió una recaída severa, al grado de que llega a Varsovia la noticia de su muerte”.

Cuando contaba con 26 años de edad, Chopin permaneció en cama varias semanas con fiebre. A su corta edad ya estaba muy enfermo, en lo que los biógrafos señalan como el inició de “la supuesta tuberculosis”. En aquel entonces, los médicos le recomendaban hielo, además de las sanguijuelas. Pesaba sólo 45 kilogramos.

A finales de 1838, con 28 años, Chopin llega a Palma de Mallorca, acompañada de Aurora Dupin, mejor conocida como George Sand, quienes habían decidido huir del invierno y el bullicio parisino, en un ambiente más propicio para la frágil salud de Federico y el atractivo del anonimato.

Chopin definió a esta atmósfera como “el paraje más bello del mundo”; sin embargo, su casa en Palma de Mallorca, apropiada en la época de secas, enfrentó otra condición en la época de lluvias, por lo cual, la tos del pianista se complicó y pidió ayuda médica. Tres médicos lo examinaron, “el primero me dijo que me iba a morir, el segundo que me estaba muriendo y el tercero que ya me había muerto”.

“Los médicos diagnosticaron tuberculosis, y le recetaron emplastos, cataplasma, sangrías y dieta a base de leche. Chopin se negó terminantemente a las sangrías, porque se acordaba de su hermana, quien había muerto por un sangrado que le habían sacado los médicos. El reposo en cama surtió efecto, pero las complicaciones apenas empezaban”, relató el especialista durante su conferencia.

Después de muchas peripecias lograron llegar a Francia, donde Chopin mejoró, lo “cual quería decir que no era tuberculoso, porque alguien enfermo no se pone de bien de repente”, y van a vivir a las afueras de París, antes de volver a su vida habitual.

“Hacia los 34 años, los movimientos corporales mínimos le provocan dificultad para respirar, incluso lo tienen que cargar para evitarle cansancio; desesperado, decidió consultar a médicos homeópatas, mientras recibía el cuidado esmerado de George Sand”.

El doctor Martínez Palomo se refirió a un hecho que ha escapado de todos sus biógrafos, “aunque no lo tengo muy claro”: Chopin ocultaba las manos y lo mismo le pasaba en otros retratos, “es muy evidente que no quería que se le vieran las manos”.

Chopin consultó a no menos de 35 médicos en su vida, todo un récord y ninguno le sirvió, bueno “siempre han servido para escuchar al paciente y para consolarlo”. Entre ellos estuvieron tres grandes médicos de Francia y el resultado fue la recomendación de que “cambiaran de apartamento y que diera hacia el sur, no al norte”.

A los 39 años de edad, Chopin falleció rodeado de amigos, de condesas y de princesas; médicos, expertos forenses, especialistas han analizado los estudios médicos del pianista, por lo que no se ha tenido un diagnóstico más certero de su padecimiento.

Durante su cátedra, el colegiado aventuró una opinión sobre el motivo de la muerte de Chopin: falleció de fibrosis quística, “un padecimiento hereditario que produce un daño progresivo de los pulmones”.

“Chopin fue tuberculoso o cardiaco o tuvo una enfermedad hereditaria, fibrosis quística… no viene a cuento dar los datos, porque no se tiene más información. No creo que haya sido tuberculosis, porque una enfermedad que dura 39 años no existe; debido a que la hermana falleció de lo mismo hace muy posible que haya sido por esta enfermedad hereditaria, la principal enfermedad en el norte de Europa”.

Para culminar la sesión, se ofreció un concierto con la Sonata para piano y violonchelo en Sol menor Op. 95, integrada por las piezas Allegro moderato, Scherzo (allegro con brio), Largo, Finale (allegro), y Tres canciones polacas Op. 74, a cargo de la violonchelista Irene Adriana Carrasco Curíntzita, la mezzosoprano Verónica Alexanderson y el pianista Sergio Vázquez.

Fuente: El Colegio Nacional