Las personas que consumen drogas tienen un sufrimiento social importante: María Elena Medina-Mora
De acuerdo con Clara Fleiz, “hay una expansión en el uso del cristal y una mezcla con opioides, lo que ha reconfigurado el espacio social y está causando tensión emocional en la población”
“Las personas que consumen drogas tienen un sufrimiento social importante, hay discriminación, falta de servicios y por eso el término de personas vulnerables. Esta vulnerabilidad tiene su parte biológica, personal y medio ambiental”, sostuvo María Elena Medina-Mora, miembro de El Colegio Nacional, al coordinar el simposio Vulnerabilidad(es) y consumo de drogas sintéticas en México: recomendaciones para la construcción de políticas.
En la sesión realizada el 27 de octubre en el Aula Mayor de la institución, la colegiada enfatizó que las condiciones actuales que viven las poblaciones que usan drogas muy adictivas incrementan su mortalidad, “normalmente tienen problemas crónicos y viven mucho tiempo con esta enfermedad”.
El simposio, que formó parte del Seminario de Estudios sobre la Globalidad y del Seminario Permanente del Grupo de trabajo de Opio, contó con la participación de los especialistas Silvia L. Cruz, Clara Fleiz Bautista, Carlos Magis, Claudia Rafful y Luis Miguel Galindo.
Al tomar la palabra, Silvia L. Cruz, del Departamento de Farmacobiología del Cinvestav, expuso que “la vulnerabilidad la podemos entender como algo intrínseco, inherente a todas las personas, en un momento determinado, independientemente de nuestra situación social”. Subrayó que, en el caso de consumo de drogas, es muy importante el sexo, porque las mujeres están en un porcentaje mayor de vulnerabilidad; también es importante la edad, porque mientras más joven seas y menos desarrollado esté el sistema nervioso central es mayor el riesgo; además, también influyen los factores genéticos.
“La vulnerabilidad adquirida nos la da el entorno, por ejemplo, la exposición al estrés, es un elemento adicional a la vulnerabilidad inherente que es importante en el consumo de las drogas y en recaídas”. La experta agregó que las drogas sintéticas más populares en este momento son el cristal y el fentanilo. “Tienen algo en común: para el que las produce, es más fácil venderlas, porque se hacen en laboratorio y tienen mayor margen de ganancia. Cada vez existen más sustancias sintéticas como la ketamina y los inhalables como el tolueno con el que se hacen las monas”.
Además, se encuentran los estimulantes, drogas impuras que provienen de la planta de la cocaína, que se llaman PACO (planta a base de Cocaína) y los opioides como el fentanilo. “Los estimulantes provocan efectos en el sistema nervioso que se manifiesta con un sistema de alerta y agitación; efectos cardiovasculares como el aumento de la presión arterial; intoxicación como ansiedad, dolor de pecho o paranoia; y su uso crónico produce disminución de peso, insomnio y daño renal”.
De acuerdo con la doctora Cruz, la vulnerabilidad biológica a estas sustancias y en todas las demás tienen que ver con el sexo, “si las mujeres están tomando anticonceptivos e ingieren algunos de estos estimulantes, los riesgos de tener problemas cardiovasculares son muy grandes. Tienen mayores riesgos cardiovasculares las mujeres en etapas postmenopáusicas, mientras que los hombres corren mayor riesgo de infarto”. Detalló que, si bien hay una vulnerabilidad inherente a los grupos de personas por la genética, “no sabemos cómo vamos a reaccionar y a metabolizar las drogas. Cuando se consumen drogas se alimenta la vulnerabilidad biológica, porque se llega a una circunstancia de mala salud y la mayoría no tiene atención médica, lo que hace a los efectos más nocivos”.
Drogas sintéticas en la frontera norte
Por su parte, Clara Fleiz Bautista, del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz se refirió a la situación del fentanilo y los estimulantes tipo metanfetamina en la frontera norte de México. Puntualizó que existe una crisis y la gente está muriendo por el consumo de fentanilo, tema del que no hay suficientes registros. “Hay una transición rápida de la disponibilidad de heroína goma negra (chiva) a la heroína blanca (chiva white). Hay una expansión en el uso del cristal, sustancia que más se consume, y también hay mezcla con opioides, lo que ha reconfigurado el espacio social y está causando tensión emocional en la población”.
Agregó que existe un riesgo a la salud grave, porque no hay suficiente naloxona, el antídoto que revierte los efectos de las sobredosis. Su impacto ha llegado a las personas en condiciones de vulnerabilidad, como migrantes, jóvenes, mujeres y personas de la diversidad sexual. “La vulnerabilidad es un fenómeno social que implica una condición de riesgo, que padecen individuos como resultado de la acumulación de desventajas sociales que limitan sus oportunidades de desarrollo. No se refiere únicamente a la pobreza, también reconoce la existencia de conductas discriminatorias de marginación y la violencia”.
La experta explicó que las drogas emergentes en la frontera norte van en dirección a la intervención comunitaria. De acuerdo con un estudio de salud basado en entrevistas a 214 personas que consumen heroína adulterada y cristal por la vía inyectada, en las ciudades de Tijuana y Mexicali, el 59% de los consumidores come porque le regalan alimento; el 21% se alimenta de los residuos de basura; el 74% estudió el nivel básico; el 40% no tiene acceso al agua; el 70% vive en la calle; el 22% vive en picaderos; el 56% percibe un salario mínimo y el 100% se encuentra en la economía informal; además, todos sufren mucha violencia.
“El consumo de fentanilo nos convoca a hablar en casa, en las escuelas y en las instituciones, para promover políticas públicas de prevención universal a la población general y de atención específica a los grupos de alto riesgo. Solidarizarnos con las comunidades que lo están consumiendo desde el pleno respeto a sus derechos humanos, la empatía, la no estigmatización ni la criminalización, atendiendo justo a las causas sociales, hoy más que nunca es impostergable”, concluyó Fleiz Bautista.
Intervenciones de salud pública
En su participación, Carlos Magis, de la Facultad de Medicina de la UNAM, se refirió al concepto de la población clave, que surgió como definición con la epidemia del VIH. Éste se refiere a grupos definidos que, por su comportamiento específico de gran riesgo, presentan una especial susceptibilidad a contraer el VIH, independientemente del tipo de epidemia y del contexto social. “Las personas que se inyectan drogas son susceptibles a infecciones de transmisión sanguínea, como es el caso del VIH y el VHC (hepatitis C), si se utiliza un equipo de inyección no esterilizado. Y en las personas que viven con el VIH, el consumo de sustancias nocivas puede acelerar la evolución de la enfermedad”.
En palabras del especialista, las personas que se inyectan drogas tienen 28 veces más probabilidad de adquirir el VIH. La ONUSIDA plantea que el 30% de todas las infecciones por el VIH en el mundo han sido a causa del uso de agujas contaminadas en personas que se inyectan drogas. También más de 80% de las infecciones por Hepatitis C se debe al uso de sustancias inyectables. “Se podrían prevenir el 43% de las nuevas infecciones por hepatitis C entre 2018 y 2030 si se eliminara el riesgo de consumo de drogas inyectables”.
Magis aseguró que más del 70% de todas las muertes en el mundo atribuidas al consumo de drogas están relacionadas con los opioides y un 30% específicamente con la sobredosis. “En la frontera norte, la pastilla de fentanilo cuesta 20 centavos de dólar, es decir, $3.67 pesos, es una droga barata y accesible”, enfatizó.
Claudia Rafful, de la Faculta de Psicología de la UNAM, se refirió a una iniciativa enfocada a la reducción de daños para el consumo sexualizado de estimulantes de hombres que tienen sexo con hombres, en la Ciudad de México. Explicó que este proyecto consistió en cuatro etapas, en la primera, por ejemplo, se realizó una encuesta a personas que consumieron cristal en el año 2021, “se encontró que 30 de los 175 hombres utilizaron cristal antes, después o durante el encuentro sexual y el 36% lo consumía frecuentemente. Esta población tenía un alto grado de estudios y seguridad social”.
La etapa tres, por ejemplo, consistió en diseñar y retroalimentar a personas con experiencia vivida, en ésta se incluyeron conceptos básicos de gestión de consumos y del placer, así como un plan de acción después del consumo. En resumen, “es importante incluir a las personas en el diseño de estrategias para reconocer cuáles son las más viables de realizar. El desarrollo basado en la comunidad para reducción de daños tiene potencial de expansión en entidades a las que ya se asiste de manera cotidiana”. Lo importante es que ya existen “estrategias de autocuidado basadas en pares, sin nombrarlas “reducción de daños”.
Finalmente, Luis Miguel Galindo, de la Facultad de Economía de la UNAM, comentó que, en esta problemática, el Estado tiene que intervenir desde una política más amplia relacionada con un sistema de cuidados. “Desde el punto de vista de la economía, le llamamos externalidades negativas, que generan efectos colaterales que sufrimos todos. El consumo no sólo atañe a la persona que afecta, sino que tiene consecuencias negativas para el consumo de la sociedad”.
El especialista hizo hincapié en que se requiere una estrategia de salud pública integral que promueva y respete los derechos humanos y que pueda atender esta emergencia sanitaria. Alrededor de ocho de cada diez hogares en México requieren algún tipo de cuidados y el 70% de cuidados son realizados por mujeres. Eso plantea lo dramático de la situación.
“Creo que atender el problema de las adicciones está envuelto, desde el punto de vista de la política, en la generación de un sistema de cuidados mucho más importante. El problema de las adicciones no es un problema marginal en la sociedad, hoy está en el centro de la discusión, la construcción de sistemas de bienestar en América Latina, que busquen mejorar la salud de las personas con adicciones y tengan una mejor redistribución de ingresos que no genere discriminación”, concluyó el especialista.
Fuente: El Colegio Nacional