Un fémur de 7 millones de antigüedad indica que los primeros homininos eran bípedos
La descripción del fósil, perteneciente a Sahelanthropus tchadensis, llega dos décadas después de ser descubierto
El maltrecho hueso fosilizado de la pierna de un hominino descubierto hace más de veinte años hace por fin su debut científico. La conclusión a la que ha llegado el equipo que lo ha analizado es que los restos, descritos el 24 de agosto en Nature, demuestran que Sahelanthropus tchadensis era un pariente de los humanos que caminaba sobre los pies.
Con siete millones de años de antigüedad, es muy posible que S. tchadensis sea el miembro conocido de más edad del linaje hominino. Los homininos componen la rama evolutiva que empieza con el ancestro común de humanos y chimpancés y llega hasta los humanos modernos.
Un equipo compuesto por científicos de Francia y Chad descubrió los restos de S. tchadensis en julio de 2001, durante una expedición a la cuenca del lago Chad. Este importante especimen, aunque muy dañado, estaba casi completo. Un año más tarde, apareció publicada la descripción de su cráneo en Nature.
Lo apodaron Toumaï, que significa “esperanza de vivir” en la lengua daza local. La conclusión a la que llegó el equipo de paleoantropólogos dirigido por Michel Brunet, de la Universidad de Poitiers, fue que, a pesar de que el tamaño de su cerebro era pequeño, similar al de un chimpancé, Toumaï presentaba otras características típicas de los homininos tardíos, como los dientes y el rostro. El ángulo probable en el que creen que se disponía la cabeza de Toumaï respecto a la columna vertebral también fue una pista de que podría ser bípedo.
El equipo recogió centenares de fragmentos de hueso durante la expedición, pero no reparó en la diáfisis ennegrecida de un fémur que había entre ellos. Según Roberto Macchiarelli, paleoantropólogo de la Universidad de Poitiers, fue en 2004 cuando Aude Bergeret-Medina, estudiante de posgrado, se dio cuenta de este hallazgo. Macchiarelli supervisó su trabajo y coincidió con su valoración: el hueso pertenecía a un primate, probablemente a S. tchadensis.
El secreto peor guardado
El equipo de Brunet empezó a examinar el fémur en 2004. Pero el trabajo permaneció estancando hasta 2017. Se dedicaron a la investigación de campo y al análisis de otros restos de Sahelanthropus, incluidos un par de huesos de brazo hallados en 2001. “En esa época no era una de nuestras prioridades”, comentó Franck Guy, paleoantropólogo de Poitiers y director de la última investigación, en una sesión informativa para la prensa.
Con el paso de los años, el fósil no descrito (a veces apodado fémur de Toumaï, aunque no estaba claro si el cráneo y el hueso pertenecían al mismo individuo) se convirtió en uno de los secretos peor guardados de la paleoantropología. En 2020, un equipo del que formaban parte Macchiarelli y Bergeret-Medina publicó una breve descripción del fémur, basándose en un estudio que realizaron en 2004. La conclusión de su análisis preliminar era que, casi con toda seguridad, los restos no pertenecían a una especie que caminara erguida de manera habitual.
En el artículo que describe ahora el fémur y dos huesos de los brazos, el equipo de Guy llegó a la conclusión contraria. Según ellos, había más de una docena de características del fémur que indicaban que la especie de Toumaï caminaba sobre dos pies. Además, los huesos del brazo, similares a los de un simio, daban a entender que esa especie también se habría sentido muy cómoda trepando por los árboles.
Sin señales claras
“Está muy bien que por fin se haya publicado oficialmente el análisis de estos especímenes, ya que muchos de nosotros conocíamos su existencia”, señala Yohannes Haile-Selassie, paleoantropólogo de la Universidad Pública de Arizona, en Tempe. Según él, la descripción “demuestra claramente que la morfología del fémur asignado a Sahelanthropus es la que uno esperaría ver en un bípedo habitual”. Eso confirmaría que se trataba de un hominino.
“Su fémur no tiene señales claras de bipedismo, pero parece ser más de un hominino bípedo que de un simio cuadrúpedo”, escribe Daniel Lieberman, paleoantropólogo de la Universidad Harvard, en Cambridge, Massachusetts, en un ensayo que acompañaba al artículo.
Otros científicos no opinan igual. Una de las características que citó el equipo de Guy como prueba de bipedismo era la presencia de una cresta ósea que sostiene el fémur durante la marcha erguida. Pero un estudio de 2002 llegó a la conclusión de que esta característica, llamada calcar femoral, está presente en algunos simios, como los orangutanes, y a veces está ausente en los humanos, por lo que no se puede tomar como señal clara de bipedismo. Además, “tampoco está claro que el fémur de Sahelanthropus poseyera tal característica”, señala Marine Cazenave, autora principal y paleoantropóloga del Museo de Historia Natural de la ciudad de Nueva York.
Un retraso de dos décadas
Macchiarelli sostiene que otros rasgos del fémur considerados indicativos de bipedismo, como la torsión de su diáfasis, podrían ser más bien el resultado de una compresión continua tras millones de años cubierto de sedimentos. “Seleccionan la información que respalda su hipótesis del bipedismo e ignoran deliberadamente la información contraria”, añade Bernard Wood, paleoantropólogo de la Universidad George Washington en Washington DC y coautor del análisis de 2020 junto a Macchiarelli y Bergeret-Medina.
Guy y el resto de los coautores explicaron en un correo electrónico que cuando afirman que Sahelanthropus caminaba erguido no se basan en un único rasgo. Hay numerosas características que son más comunes en los homininos bípedos que en los simios que caminaban sobre sus nudillos. Y añaden que “no existe un “rasgo mágico” gracias al cual podamos asegurar que una especie fósil fuera o no bípeda”.
Aun así, Macchiarelli cree que es mucho más probable que Sahelanthropus fuera un simio que un hominino y que vivió poco después de que los dos linajes divergieran, hace unos diez millones de años. Nadie sabe a ciencia cierta cuál era el aspecto del antepasado común de humanos y chimpancés o cómo se movía. Por eso, Macchiarelli cree que los restos de Sahelanthropus, incluido su célebre y controvertido fémur, pueden ofrecernos algunas pistas. “Son especímenes muy importantes.”
Estos restos pueden ayudarnos a comprender cómo pudieron evolucionar ciertas características homininas (por ejemplo, los dientes) en una criatura con brazos de simio adaptada a la vida arbórea, señala Madelaine Böhme, paleontóloga de la Universidad de Tubinga. Se alegra de que por fin se hayan descrito los huesos del brazo y de la pierna, pero cree que esta discusión se debería haber producido hace veinte años, cuando se hallaron los restos. Según ella, “este desfase ha retrasado considerablemente este campo de la ciencia”.
Fuente: investigacionyciencia.es