¿Por qué los perros grandes viven menos que los pequeños, según la UNAM?
El promedio de vida de un canino gigante es de siete a 10 años
Según estudios y experiencia clínica, los perros de tamaño pequeño suelen alcanzar una vida mucho más prolongada que sus congéneres de razas grandes. Esta diferencia puede significar, en promedio, el doble de tiempo; mientras un san bernardo o un gran danés rara vez sobrepasan los diez años, un chihuahua o un caniche pueden llegar a los 15 o incluso 18 años de edad.
Según el especialista José Guadalupe Aranda, académico de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la UNAM, la explicación es multifactorial y requiere de más investigación, pero existen elementos metabólicos y genéticos fundamentales ya identificados.
La clave principal está en la intensa demanda metabólica que distingue a los perros de mayor tamaño. “Al comparar a un perro pequeño con uno de talla grande, vemos que el corazón de este último trabaja con mayor intensidad a fin de movilizar sangre a todos los órganos, además de que las células de sus tejidos necesitan mucha más energía y recursos. El tamaño aquí marca una diferencia y ello se refleja en qué tan rápido o lento envejecen estos animales”, explica el universitario en entrevista con UNAM Global.
En consecuencia, este ritmo acelerado provoca un declive fisiológico prematuro y determina que procesos como el envejecimiento ocurran a mayor velocidad en los perros gigantes respecto a los pequeños.
La variedad entre los perros domésticos es notable no solo en longevidad sino también en morfología: las diferencias pueden llevar de un chihuahua de apenas dos kilogramos a un san bernardo de ochenta. No obstante, subraya el especialista, solo un 0.1 por ciento del genoma separa a los lobos de los canes modernos, y aun así, en ese pequeño margen han surgido más de 300 razas reconocidas por la Federación Cinológica Internacional.
Ese rango de diferencia ha dado cabida a múltiples combinaciones morfológicas, algunas de ellas impulsadas por la mano humana para privilegiar características estéticas, especialmente en razas que, precisamente por las modificaciones genéticas y el cruzamiento selectivo, suelen caer víctimas de enfermedades crónico-degenerativas o problemas propios de su conformación física.
Como destaca el entrevistado, la esperanza de vida en los perros braquicéfalos, como pugs y bulldogs, es menor que la de aquellos con hocico largo o de tipo intermedio, “no tiene que ver sólo con la conformación de su cráneo, sino con factores genéticos asociados al cáncer. Además, debido a que toman aire de manera inadecuada, con frecuencia estos animales desarrollan problemas cardíacos o respiratorios…”.
El ambiente y los cuidados que reciben los perros también son determinantes en su expectativa de vida. Factores como el tipo de dieta, la atención veterinaria recibida y el entorno donde viven (ya sea dentro de casa o en una azotea, o en función del país en que nacen) pueden inclinar la balanza para bien o para mal.
De acuerdo con el profesor: “Mientras la primera opción (alimento crudo) los hace susceptibles a enfermedades como la salmonela, la segunda (dieta vegana) los priva de nutrientes necesarios, pues aunque los perros son carnívoros no estrictos (a diferencia de los gatos), alimentarlos sólo a base de plantas puede provocarles carencias. En este renglón lo mejor es apegarnos a las dietas convencionales;…”.
Destaca también que el control del peso y las visitas periódicas al veterinario pueden aumentar de forma considerable la longevidad de los canes. “Puede sonar obvio, pero un paciente obeso y con alimentación deficiente tiende a vivir menos que uno en su peso óptimo, y los animales que reciben atención veterinaria de forma regular suelen ser saludables y durar”, puntualiza el especialista.
Fuente: infobae.com