Los primeros animales fueron similares a las medusas

Los ctenóforos, que son depredadores marinos similares a las medusas, fueron los primeros animales de la Tierra y no las esponjas, como se ha pensado durante mucho tiempo, según un estudio realizado por tres investigadores de instituciones de EEUU, que pretende arrojar luz sobre cómo evolucionó el sistema nervioso, el aparato digestivo y otros órganos básicos en los animales modernos.

En la última década, los zoólogos se han preguntado cuál era la rama más antigua del árbol de la familia animal, si las esponjas o los ctenóforos. Un equipo de biólogos evolutivos de las universidades Vanderbilt y de Wisconsin-Madison han ideado un nuevo enfoque diseñado específicamente para resolver problemas conflictivos en el árbol de la vida y que explican en un artículo publicado en la revista ‘Nature Ecology & Evolution’.

Durante casi un siglo, los científicos organizaron el árbol familiar de los animales basándose en parte en la complejidad relativa de los organismos. Debido a su simplicidad comparativa, se consideró que las esponjas eran los miembros más tempranos del linaje animal. Este paradigma empezó a cambiar cuando la genómica comenzó a ofrecer grandes cantidades de información sobre el ADN de un número creciente de especies. Los biólogos evolucionistas comenzaron a aplicar esa riqueza de datos para redefinir las relaciones evolutivas, creando un nuevo campo llamado filogenómica. En la mayoría de los casos, los datos del ADN ayudaron a aclarar esas relaciones. En otros, sin embargo, dio lugar a controversias.

En 2008, uno de los primeros estudios filogenómicos consideró a los ctenóforos como los primeros miembros del reino animal en lugar de las esponjas. Esto desencadenó una controversia porque un estudio publicado el mes pasado volvió a situar en primer a las esponjas gracias a una serie de datos genéticos sin precedentes.

Nuevo enfoque

Antonis Rokas, profesor de ciencias biológicas en la Universidad Vanderbilt, indica que el método actual que utilizan los científicos en los estudios filogenómicos se basa en recolectar grandes cantidades de datos genéticos, analizarlos, construir un conjunto de relaciones y luego argumentar que sus conclusiones son correctas con varias mejoras que han hecho en su análisis.

“Esto ha funcionado muy bien en el 95% de los casos, pero ha llevado a diferencias aparentemente irreconciliables con el restante 5%”, añade. Rokas y sus colaboradores decidieron enfocarse en 18 de estas polémicas relaciones (siete de animales, cinco de plantas y seis de hongos) en un intento de entender por qué los estudios han producido resultados tan fuertemente contradictorios, y compararon los genes individuales con los contendientes principales en cada relación.

“En estos análisis, sólo usamos genes que se comparten a través de todos los organismos. El truco es examinar las secuencias de genes de diferentes organismos para averiguar cuáles se identifican como sus parientes más cercanos. Cuando se mira un gen en particular en un organismo, vamos a llamarlo A, le preguntamos si está más estrechamente relacionado con su contraparte en el organismo B o en su contraparte en el organismo C y por cuánto”, explica.

Estos análisis suelen implicar cientos o miles de genes. Los investigadores determinaron cuánto apoyo ofrece cada gen a cada hipótesis (los ctenóforos o las esponjas como primeros animales) y etiquetaron la diferencia resultante como una ‘señal filogenética’. La hipótesis correcta es la aquélla en la que las señales filogenéticas eran mayoría y resultó ganadora la de los ctenóforos.

Fuente: lainformacion.com