Rascarse, como ocurre con el bostezo, es un comportamiento socialmente contagioso. Cuando vemos a alguien que lo hace es probable que sigamos su ejemplo. No podemos evitarlo, sentimos de inmediato la comezón en nuestro propio cuerpo y la necesidad de alivio. Para algunas personas, la sola mención ya lo provoca (puede que incluso leer estas líneas le cause el prurito). Investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington han descubierto el motivo de ese picor irresistible. Según explican en la revista Science, no es una forma de empatía con los demás ni una respuesta psicológica. En realidad, está “programado” en el cerebro.
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