El autismo está relacionado con la cantidad de líquido cefalorraquídeo

Una investigación ha descubierto que numerosos niños diagnosticados con autismo a los dos años de edad habían acusado más cantidad de líquido cefalorraquídeo (LCR) a los 6 y 12 meses de edad, mucho antes de que el diagnóstico de la enfermedad fuera posible. Asimismo, descubrió una relación directa entre la cantidad añadida de LCR y la intensidad de los síntomas del autismo a los dos años de edad. 

El LCR es un líquido incoloro que baña el encéfalo y la médula espinal. El autismo es un trastorno del desarrollo neuronal que se caracteriza por la intensa concentración de una persona en su propio mundo interior y la progresiva pérdida de contacto con la realidad exterior. 

“El LCR es fácil de ver en las resonancias magnéticas convencionales y apunta a un potencial biomarcador del autismo antes de que los síntomas aparezcan años más tarde”, explica Piven, coautor principal del estudio, profesor de Psiquiatría y director del Instituto Carolina para Discapacidades del Desarrollo (CIDD), en un comunicado. “También pensamos que este hallazgo proporciona un potencial objetivo terapéutico para las aquejadas de autismo”, añade. 

Esta investigación, publicada en ‘Biological Psychiatry’, indica que la alteración en el flujo de líquido cefalorraquídeo es una de las posibles causas del autismo. 

“Sabemos que el LCR es muy importante para la salud del cerebro y nuestros datos sugieren que, en estos niños, el fluido no circula adecuadamente”, según Mark Shen, autor principal del estudio. “No decimos que sea la única causa que explique el origen de la enfermedad en los niños, pero pensamos que el flujo incorrecto de LCR juega un papel destacado” en su desarrollo, añade. 

Hasta hace una década, se pensaba que el LCR era una fluida capa protectora entre el cerebro y el cráneo, pero que no tenía especial importancia para el desarrollo cerebral. Sin embargo, pronto se descubrió que actuaba como un sistema de filtración esencial para los desechos resultantes del metabolismo cerebral. 

Cada día, las células cerebrales se comunican entre sí y estas comunicaciones hacen que las células cerebrales secreten continuamente desechos, como las proteínas inflamatorias que deben filtrarse muchas veces al día. El LCR gestiona estos procesos y se renueva con nuevos fluidos cuatro veces al día, tanto en bebés como en adultos. 

En un estudio anterior, realizado en 2013 y dirigido también por Shen, ya se habían detectado, mediante pruebas con resonancia magnética, cantidades anormales de LCR en bebés que luego pasaron a desarrollar el autismo. Sin embargo, al tratarse de un estudio con sólo 55 bebés, de los cuales 10 desarrollaron el autismo, era necesario confirmar el hallazgo con una muestra más representativa.

Mayores evidencias 

En el nuevo estudio, los investigadores trabajaron con 343 bebés, de los cuales 221 manifestaban alto riesgo de desarrollar autismo, por tener un hermano mayor con la enfermedad. Un total de 47 de estos bebés fueron diagnosticados con autismo a los 24 meses y se compararon sus resonancias magnéticas cerebrales con las resonancias magnéticas de otros niños que no fueron diagnosticados con autismo a los 24 meses de edad. 

De esta forma descubrieron que los niños que a los seis meses de edad desarrollaron autismo habían tenido un 18 por ciento más de LCR que otros niños que no desarrollaron la enfermedad. La cantidad de LCR permaneció anormalmente alta a los 12 y los 24 meses. 

Además, los bebés que desarrollaron los síntomas más duros del autismo fueron los que tuvieron una cantidad aún mayor de LCR, un 24 por ciento más, a los seis meses de edad. Incluso se descubrió que las mayores cantidades de LCR a los seis meses de edad se asocian con una reducción de las habilidades motoras, como las que controlan la cabeza y las extremidades. 

“Normalmente, el autismo se diagnostica cuando el niño tiene dos o tres años de edad y comienza a mostrar síntomas de conducta. Actualmente no hay marcadores biológicos tempranos”, explica David G. Amaral, otro de los investigadores. 

“Descubrir una alteración en la distribución del líquido cefalorraquídeo que podamos ver en las resonancias magnéticas desde los seis meses, es un descubrimiento importante”, añade. 

Los investigadores descubrieron que el aumento de la LCR permitió predecir, con casi el 70 por ciento de precisión, qué bebés serían diagnosticados con autismo más adelante. No es un predictor perfecto del autismo, pero las diferencias del LCR pueden medirse mediante una resonancia magnética estándar, según los investigadores. “En el futuro, este tipo de imágenes del LCR ayudará a los pediatras a detectar los riesgos de autismo tan pronto como sea posible”, propone Shen. 

Piven añade: “Todavía no podemos decir con certeza que el flujo alterado de LCR causa el autismo. Pero el LCR extra axial es un marcador temprano, un signo de que el LCR no se está filtrando y drenando como debería. Esto es importante porque el flujo alterado de LCR puede tener efectos secundarios en el desarrollo del cerebro y desempeñar un papel en la aparición de los síntomas del autismo”.

Fuente: tendencias21.net