¿Tiene que ser el inglés la lengua dominante de la ciencia?

Que los científicos se comuniquen en una lengua común tiene grandes ventajas, pero también hay algunas desventajas.

En el invierno de 1953, Vladimir Nabokov terminó de escribir Lolita, en inglés, casi un año después de la primera proyección de Esperando a Godot, una obra absurda escrita por Samuel Beckett, un escritor irlandés, en francés. Estos dos autores eligieron una lengua extranjera para expresar sus tesis, y tradujeron ellos mismos las obras a sus lenguas maternas. Si bien es poco frecuente que escritores elijan moverse fuera de sus lenguas maternas, los científicos hoy en día lo hacen con bastante frecuencia.

En el mundo de la ciencia, donde las revistas en inglés (especialmente las de inglés americano) son vistas como de más prestigio, los autores nativos de lenguas alternativas redactan los manuscritos en inglés y, con frecuencia, después traducen estas obras de nuevo al idioma de su país de origen para que sean publicadas en revistas regionales más pequeñas o actas de congresos. El arte de saltar de una lengua a otra no es un dispositivo seleccionado cuidadosamente para producir un efecto creativo, como los empleados por Nabokov y Beckett. Más bien, es un procedimiento necesario usado para lograr comprensión lectora por parte de colegas y la comunidad científica en general.

¿Qué impacto tiene el inglés en la comunidad científica global? Por un lado, limita severamente la población participante a aquellos que puedan adquirir las habilidades necesarias. Nos preocupamos por la influencia de la clase socioeconómica en los Estados Unidos en determinar la oportunidad de participar en la ciencia; sin embargo, si añadimos el impedimento de hablar y escribir de ciencia en un idioma extranjero, no hay duda de que estamos raspando solamente las clases sociales más altas.

De hecho, si nos fijamos en las poblaciones afortunadas que han tenido acceso a clases de inglés desde una edad temprana, incluso aquellos que sobresalieron, deben admitir una cosa obvia: ¡hablar y escribir (bien) en un idioma extranjero es difícil! ¡Pruébenlo! Aquellos de ustedes bendecidos con una segunda lengua, traten de escribir sobre cualquier concepto científico en ese otro idioma y ​​luego en su idioma nativo. ¡Probablemente el segundo les saldrá a una velocidad que avergonzará al primero! Escribir y hablar de ciencia en un idioma extranjero es una barrera energética, además de la barrera derribada con su descubrimiento revolucionario.

Un científico para el que el inglés no sea la lengua materna, debe forzar sus palabras naturales a un léxico alternativo rígidamente estructurado y este proceso inherentemente cambia la forma en que se registra la ciencia. Expresamos la ciencia no solo a través de palabras, unidas por las esenciales conjunciones y conjugaciones, pero también en los puntos que enfatizamos, la forma en que contamos la historia, la manera en que vemos y percibimos la comunicación. Samuel Beckett eligió conscientemente escribir en francés y cuando se le preguntó por qué, respondió: “porque es más fácil escribir sin estilo”.

Un idioma transmite información, pero en su forma nativa, infunde a sus nombres, adjetivos y verbos con una riqueza más grande que el propio sentido. Da un significado a las palabras. Aunque la misma ciencia intente erradicar lo no cuantitativo, la forma en que concebimos la ciencia está empapada del ambiente cultural en el que la producimos. Estas sutilezas culturales se manifiestan en las comunicaciones orales y escritas del trabajo científico y crean sesgos sobre cómo se evalúa el mérito intelectual, de manera que incluso como jueces objetivos preferimos al “científico americano”.

Tener una lengua franca tiene sus ventajas obvias. Agiliza la comunicación dentro del campo y superficialmente proporciona más inclusión que exclusión. ¿De qué manera los beneficios de tener una lengua franca equilibran los costos de la traducción de un científico no nativo? La realidad es que los beneficios de un sistema de lenguaje monopolístico son muy claras, mientras que los costos son más oscuros.

En última instancia, el propósito de examinar el papel del lenguaje en la ciencia es señalar las desigualdades que determinan prematuramente el éxito de un científico. El papel del inglés como fuente potencial de injusticias es solo una parte de la conversación que necesitamos tener sobre una comunidad científica global con igualdad de oportunidades. La lengua que utilizamos cuando hablamos de ciencia es tan importante como cualquier otra parte en una sección de métodos y debe ser deliberada y justa.

Ya que la integridad del proceso científico depende del rigor de la revisión por pares, tal vez cualquier sesgo verbal debería tenerse en cuenta en ese proceso –al igual que la “integridad estructural” de cualquier otro “buque” se consideraría la revisión de un artículo–. Mantener un ojo crítico constante en nuestra metodología nos ayuda a esforzamos por la excelencia científica y la objetividad.

La barrera idiomática autoimpuesta que Nabokov y Beckett abrazaron produjo obras brillantes, aclamadas durante décadas tras su publicación. Ya es hora de que demos el mismo reconocimiento a los científicos que realizan este acto todos los días.

Fuente: scientificamerican.com