Ruidos que ‘escuchan’ los científicos en el espacio, ¿realidad o ficción?

A menos que los físicos estén equivocados, existe ahora un nuevo tipo de observatorio que permite a la humanidad “escuchar” las ondas en el espacio. Nos dicen que estas ondas, llamadas gravitacionales, emanan de una dramática serie de colisiones entre agujeros negros, y de una colisión entre dos estrellas muertas compuestas de un material tan denso que si fabricaran una cucharita de té a partir del mismo pesaría mil millones de toneladas.

Esta semana, científicos anunciaron cuatro nuevas colisiones, llegando así a un total de 11 desde 2015. Cuando los agujeros negros colisionan pueden generar, por un instante, más energía que todas las estrellas del universo que conocemos combinadas. Nuestro universo es una zona de demolición activa, por lo que es algo bueno que al decir “escuchar” nos refiramos estrictamente a una analogía.

¿Y si los físicos estuvieran equivocados?

Algunos críticos han planteado la posibilidad que los investigadores están malinterpretando las señales que emiten sus detectores -dos instrumentos gemelos en los estados de Louisiana y Washington, conocidos en conjunto como LIGO, recientemente se unieron con otro instrumento llamado Virgo, en Italia. Un grupo liderado por Andrew Jackson del Niels Bohr Institute en Copenhage, ha utilizado los datos de LIGO para intentar replicar algunos de los resultados iniciales de LIGO. El grupo evidenció que no fue posible hacerlo.

La fallida réplica alimentó directamente el artículo de portada de la revista New Scientist cuyo titular es “Exclusive: Grave doubts over LIGO’s discovery of gravitational waves (Exclusivo: serias dudas sobre LIGO y su descubrimiento de ondas gravitacionales)”.

Sin embargo, el artículo no era necesariamente tan grave. Una de las fortalezas de la física es que es normal realizar este tipo de verificaciones. En las ciencias sociales y en algunas áreas de la biología, ha sido normal que ensayos formen parte de la literatura sin pasar por una verificación independiente. Esto ha generado descubrimientos desafortunados durante “crisis de reproducción” ya que estudios de seguimiento en dichos campos han puesto en duda cerca de la mitad de la literatura publicada.

La física también ha tenido su cuota de errores, más que todo a principios y mediados del siglo 20, pero desde entonces los físicos han tenido el hábito de verificar. Las equivocaciones en los resultados usualmente surgen semanas después de la publicación inicial. La ciencia puede basarse en sí misma. No tenemos que asumir, por ejemplo, que los agujeros negros existen aunque no los podamos ver, oír u oler.

A inicios de los años 1990 escribí una historia llamada ‘How to Find a Black Hole (Cómo encontrar un agujero negro)’, que explicaba cómo -si los agujeros negros realmente existían- podían ejercer fuerza gravitacional y mover objetos alrededor de ellos de tal manera que los científicos podían deducir su ubicación y su masa. Ahora existe todo un catálogo sobre los agujeros negros.

Una cosa es observar cómo objetos invisibles mueven objetos visibles, pero en este caso hablamos de colisiones invisibles entre objetos invisibles que emiten ondas invisibles. ¿Estamos alejándonos mucho de la realidad? Para averiguar, llamé a Neil Cornish, físico de LIGO de la universidad Montana State University, pues lo citaban en la nota de la revista New Scientist sobre la reproducción fallida.

Dijo que tanto él como sus colegas se habían tomado en serio las críticas. Revisaron los cálculos del grupo danés y entendieron por qué diferían de los suyos. No pone en duda ninguna de las 11 detecciones que se publicaron, comentó.

Otra crítica de la nota del New Scientist era que algunas de las detecciones del grupo LIGO se basan en una especie de plantilla -una imagen teórica de cómo se vería una colisión de un agujero negro, contra la cual comparan su información. Al eliminar lo que consideran una señal, deberían escuchar ruido. Según los críticos, este aspecto los limitaría a encontrar únicamente lo que esperan ver -y tal vez sesgaría su verificación.

Según Cornish, también analizan sus datos con métodos que se basan en diferentes teorías, o que no se basan en modelos preconcebidos. “Somos una gran colaboración y hay varios grupos semi independientes dentro de la colaboración que utilizaron métodos muy distintos”.

Están pasando de la detección de ondas gravitacionales a usarlas para observar el cosmos. “Quisiéramos ver cómo un agujero negro desgarra una estrella de neutrones”, dijo. Existe la posibilidad de detectar efectos extraños al hacer girar agujeros negros, como lo que él llama un tornado de espacio y tiempo. También existe la esperanza de que encontrarán algo totalmente impredecible.

¿Es todo esto ilusorio? A medida que pasa el tiempo las probabilidades se reducen. El físico Scott Hughes de MIT, que no pertenece a la colaboración LIGO, dijo que los datos siempre han estado disponibles y que ahora los colaboradores contemplan ofrecer tutoriales sobre la manera en que realizaron sus análisis. Siempre existe el riesgo del error en la ciencia, pero no tanto cuando hay tanta crítica externa y doble verificación.

Para continuar con más datos obvios, las cosas fáciles en el universo se descubren y se estudian, mientras que los científicos deben recurrir a observaciones más indirectas y más difíciles. Más allá del riesgo de que LIGO no funcionara, también había el riesgo que no existieran los tipos de fenómenos lo suficientemente poderosos para activar sus detectores. Si bien estos resultados no representan una gran ilusión, podemos concluir que existe mucho más en el universo de lo que podemos ver con nuestros ojos.

Fuente: El Financiero / Bloomberg