El plástico que tiramos llega hasta el círculo polar
Los plásticos arrojados a las playas de la costa este de EE UU o de la Europa atlántica acaban en el polo norte. Un muestreo de las aguas del océano Ártico desvela que hasta allí llegan el polietileno de las bolsas, los gránulos usados en las cremas exfoliantes y una larga lista de residuos de plástico. La principal corriente marina lleva la basura humana hasta tan al norte.
En los mares de la región ártica hay entre 100 y 1.200 toneladas de plástico flotando, según esta investigación, publicada en Science Advances. Los investigadores no pueden afinar más: en la inmensidad del mar, lanzaron una red especial en 42 zonas de muestreo mientras circunnavegaban el Ártico a bordo de la expedición Tara. Con la concentración encontrada en esas áreas, extrapolaron a todo el océano. En valores medios, el número de trozos de plástico que puede haber ronda los 300.000 millones, casi todo en minúsculos fragmentos.
«Es la cantidad que estimamos que hay en superficie, no el plástico del casquete polar ni el del fondo del mar, dónde debe de haber una mayor concentración», dice el biólogo de la Universidad de Cádiz y principal autor de la investigación Andrés Cózar. En términos absolutos, esas cifras supondrían apenas el 3% de la polución plástica que hay en los océanos y mares del planeta. «Pero la concentración de plástico medida por área es similar a otras regiones», aclara este investigador.
Cózar ya había comprobado en 2014 cómo los plásticos generados en la costas acababan mar adentro, en particular en las zonas de convergencia de determinadas corrientes marinas (los giros subtropicales). Un estudio posterior mostraba que la mayor parte del plástico acababa más tarde o más temprano en el fondo del mar. «La superficie no es el destino final del plástico, ya sea en unas semanas, meses o años, acaba sedimentando», recuerda Cózar. Y eso mismo podría estar pasando en el Ártico.
Los investigadores, que rodearon el casquete polar en retirada durante el verano de 2013, comprobaron sin embargo que la mayor parte del Ártico esta libre de plásticos. Al menos en las aguas más superficiales que han estudiado, el 95% de los residuos plásticos se concentran en el mar de Barents, al norte de Noruega y Rusia, y en el mar de Groenlandia, al este de la gran isla.
Esta concentración geográfica del plástico ya daba pistas de lo que los investigadores querían comprobar: ¿cómo llega tanto plástico tan al norte? «Lo lleva la circulación termohalina, la corriente que redistribuye el calor de los trópicos a latitudes más elevadas», explica el investigador español.
Esta circulación, que afecta al clima de todo el planeta, lleva las aguas más cálidas del Atlántico hasta el Ártico y, con ellas, el plástico. Al llegar al océano Ártico, el agua más fría se hunde y reinicia el ciclo, dejando el plástico arriba. Su concentración en los mares de Barents y Groenlandia se termina de explicar por la presencia de las masas de tierra que los rodean y el agua dulce del deshielo, más densa, que frena el avance del plástico.
Para determinar el origen de los plásticos, los investigadores tuvieron en cuenta una conjunción de factores. Por un lado, la bajísima densidad de población de la zona y su relativo menor tráfico marítimo arrojan ratios imposibles de polución plástica por habitante. Además, el diminuto tamaño y la composición de esta basura, donde escasea el film de plástico (más fotodegradable), indicarían que ha hecho un viaje muy largo hasta llegar aquí.
La prueba definitiva la obtuvieron de una serie de boyas con seguimiento por satélite desplegadas por el Atlántico. Destinadas para otros fines, los investigadores comprobaron cómo acababan en las mismas aguas del Ártico donde ellos han recogido tanto plástico. Como dice en una nota el oceanógrafo del Imperial College de Londres y coautor del estudio, Erik van Sebille: «Lo preocupante es que gran parte del plástico flotante encontrado en los mares de Groenlandia y Barents proviene de las costas del Noroeste de Europa, Reino Unido o la costa este de Estados Unidos. Es nuestra basura la que acaba allí».
Fuente: elpais.com