Política cyti

El oscuro negocio de la bilis de oso: una tortura animal que puede durar hasta 30 años

La mayoría de las personas se imagina a los osos viviendo una vida salvaje en los bosques. Sin embargo, no todos corren la misma suerte. En Asia existen granjas donde viven confinados en jaulas sin poder moverse, enganchados a un catéter que drena el líquido que todos quieren: la bilis.

Hace dos años, una compañía farmacéutica china anunciaba que estaba desarrollando una alternativa sintética al líquido amarillento para acabar con estas “granjas”. De ser así, terminaría con una práctica que se remonta a varios siglos en el tiempo.

La bilis de oso en el pasado

Los libros de historia tienen el primer registro de la práctica en Tang Ban Cao (659 a.C). A pesar de lo que se ha convertido, los orígenes del cultivo fueron, al menos retóricamente, en parte para salvar a los osos salvajes. Los chinos han estado consumiendo bilis de oso durante más de mil años. Pero antes del surgimiento de estas granjas, los practicantes simplemente entraban en el bosque, mataban a un oso, y luego le quitaban la vesícula biliar con la lucrativa bilis en su interior.

Sin embargo, y como era de esperar, a lo largo de los siglos los osos comenzaron a desaparecer. Es una historia parecida a la de muchos otros animales del comercio de medicamentos chinos, como los tigres, rinocerontes de Sumatra o tortugas asiáticas. Al igual que los osos, todos ellos se han enfrentado a la caza implacable de supuestos curativos. Una caza excesiva que, combinada con la pérdida masiva de su hábitat, ha llevado a la destrucción total de algunas poblaciones y a la disminución de otras.

La bilis de oso desde el siglo XX

El componente más importante de la bilis del oso es el ácido ursodesoxicólico (de hecho, son los únicos mamíferos que lo producen en cantidades significativas). Un líquido que, si bien se ha demostrado en investigaciones que es eficaz contra algunas dolencias, como ciertas enfermedades hepáticas, la medicina tradicional china la prescribe para muchas otras cosas, desde el dolor de garganta hasta la epilepsia o tipos de cáncer.

Hay dos maneras de adquirir la bilis actualmente: o matar a un oso en la naturaleza y cortar su vesícula biliar, o acudir a las llamadas granjas de bilis de oso (aunque las fábricas pueden ser una palabra más adecuada) donde drenan repetida y constantemente las vesículas biliares de los animales en cautiverio.

Este segundo caso se asemeja a una casa de los horrores. Como han reportado una gran cantidad de asociaciones y periodistas, los animales tienen sed y hambre constantemente, reciben muy poco (o nulo) cuidado veterinario, y esencialmente son torturados durante toda su vida.

El oso tibetano (Ursus thibetanus) es el principal afectado de esta tradición. De hecho, se cuentan por miles el número de animales que yacen en constante dolor y angustia en jaulas que no son más grandes que ataúdes.

En cuanto al modus operandi, se utilizan varios métodos crueles y salvajes para extraer los catéteres que se oxidan en la bilis, incluyendo chaquetas de metal con puntas en el cuello, bombas medicinales y/o agujeros abiertos a cal y canto e infectados perforando sus vientres.

Los osos se mantienen en “jaulas de aplastamiento”, que son deliberadamente pequeñas para que los animales no puedan moverse. Para extraer la bilis, a menudo a diario, los trabajadores hacen agujeros o fístulas permanentes en la vesícula biliar del oso. Los animales son drogados, a menudo con ketamina, y los granjeros usan agujas o catéteres para presionar sus vientres en busca de la vesícula biliar.

La bilis se extrae u “ordeña” a través de tubos metálicos. Además, las condiciones a menudo son tan insalubres y los animales se sienten tan enfermos, que los expertos han planteado preocupaciones de salud pública sobre el consumo de la propia bilis en estos lugares.

Algunos osos llegan a las jaulas como cachorros y nunca se liberan. Si viven lo suficiente, teniendo en cuenta que los períodos de vida en las granjas son cortos, pueden ser ordeñados durante décadas. Sin embargo, generalmente después de 10 a 20 años (los hay que han llegado hasta 30 años), los osos dejan de producir lo suficiente como para pagar su alojamiento y comida. Tras su uso, la mayoría son asesinados y sus partes del cuerpo vendidas.

Esta es la razón que ha llevado a cientos de activistas de derechos de los animales a sostener que estas condiciones causan un daño psicológico inaudito a los osos. De hecho, se suele contar un rumor, el de una madre que había logrado salir de su jaula mientras su cachorro estaba siendo ordeñado.

Al llegar al cachorro, la madre lo sofocó hasta la muerte. Luego, la madre golpeó su cabeza contra la pared hasta que murió desangrada. Otros investigadores han informado que los osos se niegan a comer hasta que simplemente se desperdician y mueren.

En total, los expertos estiman que hay algo más de 10 mil osos en las instalaciones de bilis. El grueso se encuentra en China, aunque en Vietnam, Laos, Birmania y Corea del Sur también tienen cuentan con instalaciones. Si bien hay una gran demanda de bilis de oso en China, también se vende en el sudeste asiático hasta el sur de Malasia, en Borneo.

Asia, Estados Unidos y Canadá han sido durante décadas los principales clientes. Por algo más de 500 euros el kilo de bilis (mercado al por mayor), cientos de animales siguen confinados y torturados de forma salvaje cada día. Una vida miserable para que otros humanos tengan un brebaje que, muy probablemente, ni siquiera tendrá el efecto deseado.

Fuente: The New York Times