Michael Mann, acusado de fraude científico por advertir sobre el calentamiento global, gana caso más de una década después

El autor del gráfico “Hockey Stick”, en el que revelaba una subida drástica del calentamiento global, obtiene la victoria. Pero el caso de difamación que interpuso no ha terminado, ya que piensa volver a arremeter contra los editores

Esta es una historia que me pregunté esporádicamente si alguna vez tendría la oportunidad de escribir. Hace más de una década, cubrí una demanda interpuesta por el climatólogo Michael Mann, quien finalmente se hartó de ser arrastrado por el fango en internet. Cuando dos autores le acusaron de fraude y compararon su posición académica con la de un pederasta convicto, presentó una demanda por difamación.

Mann era considerado una figura pública, lo que dificulta enormemente ganar casos de difamación. Pero su causa tenía base en el hecho de que múltiples instituciones de dos continentes distintos habían revisado su trabajo y no encontraron indicios de malas prácticas científicas, por lo que, según él, cualquiera que le acusara de fraude estaba actuando con desprecio negligente hacia la verdad.

A lo largo de la década siguiente, el caso se fue diluyendo, presentaron apelaciones y transcurrieron largos períodos sin ningún movimiento aparente. Pero hace poco, sorprendentemente, finalmente se llevó a juicio y un jurado emitió un veredicto el 8 de febrero: Mann tiene derecho a una indemnización por parte de los escritores. Incluso si no te interesa el caso, vale la pena reflexionar sobre lo mucho que ha cambiado desde que inició.

La demanda de Michael Mann por fraude científico

El artículo que inició todo este lío se publicó en el blog de un grupo de expertos en libre mercado llamado Competitive Enterprise Institute. En él, Rand Simberg acusaba a Mann de manipular la información y comparaba las investigaciones en la Universidad Estatal de Pensilvania, donde él era profesor en aquel momento, con la falta de interés de la institución por investigar a uno de sus entrenadores de futbol americano, Jerry Sandusky, quien fue condenado por abusar de menores. Pocos días después, un segundo autor, Mark Steyn, secundó esas declaraciones en la publicación National Review.

El caso de Mann se basaba en las acusaciones de fraude de esos trabajos. Llevaba años en el blanco tras publicar un informe que demostraba que el calentamiento global reciente no tenía precedentes con los resultados de los últimos miles de años. Este gráfico, conocido como el “palo de hockey (hockey stick)” por su brusco giro hacia arriba, apareció más tarde en la portada de un documento del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático. Las piezas también se publicaron pocos años después de que se obtuviera ilícitamente una gran cantidad de emails de climatólogos de los servidores de una institución de investigación, lo que dio lugar a acusaciones generalizadas de mala conducta contra los científicos.

Fuera de la luz pública se llevaron a cabo numerosas averiguaciones, tanto por parte de las escuelas implicadas como de los gobiernos que financiaron a los investigadores, que exculparon a todos los implicados, incluido Mann. Pero Simberg y Steyn formaban parte de una gran colección de escritores y blogueros que estaban convencidos de que Mann, y por extensión, toda la climatología moderna, tenía que estar equivocado. Así que asumieron, y en el caso de Simberg y Steyn, redactaron, que las investigaciones eran simplemente encubrimientos.

La demanda de Mann alegaba exactamente lo contrario: que, al acusarle de fraude a pesar de estas investigaciones, los dos autores mostraron un desprecio negligente por la verdad. Eso bastaría para considerarles responsables de difamación a pesar de que Mann era una figura pública. La defensa de los autores se centró sobre todo en el hecho de que creían genuinamente en sus propias opiniones y, por tanto, debían ser libres de expresarlas en virtud de la Primera Enmienda de Estados Unidos.

Básicamente, el caso se reducía a si las personas que parecen incapaces de incorporar pruebas a sus opiniones deben expresarlas sin consecuencias, aunque hacerlo tenga repercusiones para los demás.

Victoria al fin para Michael Mann

Al final, el jurado decidió que no. Y sus indemnizaciones por daños y perjuicios sugieren que comprendieron bastante bien las circunstancias actuales. Para empezar, las compensaciones concedidas a Mann por la difamación en sí fueron mínimas: un dólar a Simberg y un dólar a Steyn. Aunque Mann alegó que perdió subsidios y sufrió el rechazo público debido a las columnas, desde entonces se convirtió en un autor de libros de éxito y obtuvo una cátedra permanente en la Universidad de Pensilvania, donde actualmente dirige su Centro para la Ciencia, la Sostenibilidad y los Medios de Comunicación.

Pero la demanda también solicitaba una indemnización por daños y perjuicios para desalentar futuros comportamientos de ese tipo. Aquí se produjo una brecha drástica. Simberg, quien en la actualidad tiende a escribir sobre política más que sobre ciencia y se presenta como experto en política espacial, fue condenado a pagar solo 1,000 dólares. A Steyn, que sigue luchando activamente en la guerra climática y presenta un ataque continuado contra Mann en su sitio web, se le ordenó pagar al afectado un millón de dólares.

Dicho esto, la disputa aún no concluye. Steyn sugirió que existen motivos para apelar la indemnización económica, mientras que Mann indicó que recurrirá la decisión que puso fin a su caso contra el Competitive Enterprise Institute y la National Review. Así pues, regresa dentro de otra década y es posible que tengamos otra resolución.

¡De fiesta como si fuera 2012!

Más allá del caso en sí, fue impactante volver a revisar mi reportaje anterior. En aquel momento, me pareció esencial explicar por qué las múltiples evidencias del cambio climático provocado por la humanidad significaban que el emblemático gráfico de Mann simplemente no era tan importante para la ciencia del clima. También expliqué que las múltiples réplicas de sus resultados implicaban que, aunque su publicación inicial fuera sospechosa (que, aclaro de nuevo, no lo es), eso no era motivo para no confiar en las demás investigaciones que habían llegado a las mismas conclusiones.

Desde entonces, llevamos una década en la que cada año figura en la lista de los 10 más calurosos registrados, y un gran número de fenómenos meteorológicos catastróficos se han relacionado directamente con el calentamiento de nuestro planeta. Los debates sobre las posibles soluciones han pasado de “¿debería haber una?” a “¿cómo podemos acelerar nuestra intervención?”. Estados Unidos cuenta actualmente con una política climática razonablemente coherente y participa en los esfuerzos mundiales para abordar el problema. El mundo es un lugar muy diferente, y esa es una de las razones por las que la victoria de Mann parece un tanto anticlimática.

(También me gustaría señalar que el meme “Esto está bien (“This is fine”)”, que parece hecho a la medida para el cambio climático, ni siquiera se publicó hasta un año después de que se presentara esta demanda).

Pero si entras en el sitio web de Steyn, lo que no te recomiendo que hagas, es como volver a través de un portal en el tiempo a la época en que se publicaron por primera vez los artículos. Allí encontrarás entradas de blog o transmisiones en vivo en las que Mann sigue siendo un incompetente científico y una mala persona en general, y calvo, como se esforzó en señalar uno de los participantes. Si pudieran convencer a la gente de que no confíe en su único gráfico, que ya tiene 30 años, todo el tambaleante entramado de la climatología se vendría abajo.

La experiencia fue menos parecida a leer un blog que a consultar fragmentos escogidos de los comentarios adjuntos a mi cobertura original del caso.

Sería ridículo si las personas implicadas no siguieran siendo peligrosas. Steyn anunció hace poco que incursionaba en otra aventura legal, en la que luchaba contra el organismo regulador de los medios de comunicación del Reino Unido, Ofcom, que había sancionado uno de sus programas por engañar al público sobre la seguridad de las vacunas contra covid. Aunque el mundo ha cambiado, está claro que Steyn no.

Fuente: es.wired.com