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«La libertad ha sido a menudo una de las víctimas de las pandemias»: Frank Snowden, profesor emérito de historia de la medicina de la Universidad de Yale

Frank Snowden lo ve como una ironía: él, que se ha dedicado a estudiar el impacto de las grandes epidemias en la humanidad, está encerrado en Roma ante la pandemia de coronavirus.

Profesor emérito de historia de la medicina en la Universidad de Yale, Estados Unidos, Snowden se encuentra libre del COVID-19 pero, por estar en Italia, le caben las restricciones impuestas para salir a la calle en uno de los países más golpeados por la infección.

«Roma está tranquila, lo que creo que nunca había ocurrido antes», reflexiona durante una entrevista telefónica con BBC Mundo.

Su último libro, «Epidemias y sociedad: de la peste negra al presente», analiza cómo distintas enfermedades infecciosas masivas influyeron en los vínculos humanos, la cultura, la política e incluso las guerras a lo largo de la historia.

Lo publicó en octubre, justo antes del surgimiento de la crisis de coronavirus que paraliza al mundo y que, a su juicio, revive un viejo duelo de tiempos de epidemias, entre «lo mejor y lo peor de la humanidad».

A continuación, extractos del diálogo:

¿Cuánto impacto han tenido las epidemias en nuestra historia?

Las epidemias han tenido un enorme impacto en todos los aspectos de la vida humana desde la peste negra.

Parte de la razón es que las enfermedades epidémicas plantean enormes cuestiones para la mente humana, sobre nuestra relación con la muerte, con la divinidad si creemos en una, nuestra relación entre nosotros como sociedad…

Entonces las epidemias tuvieron un enorme impacto en la religión, el arte y la cultura, la economía, la arquitectura e incluso la planificación urbana o la demografía: la peste negra (en el siglo XIV) mató a la mitad de la población de Europa; la llamada gripe española (de 1918) mató entre 50 millones y 100 millones de personas, más que todas las que murieron en la Primera Guerra Mundial.

De hecho, guerras, revoluciones y crisis económicas fueron en parte desencadenadas por enfermedades epidémicas. O al contrario también: esos grandes eventos generan circunstancias en las que prosperan las enfermedades epidémicas.

Así que las epidemias son uno de los grandes factores en la historia humana, uno de los que más nos dicen acerca de quiénes somos como seres humanos, en términos de nuestras creencias, nuestras prioridades morales y nuestras capacidades para actuar colectivamente.

¿En qué se parece la pandemia actual de coronavirus a otras de enfermedades infecciosas importantes en la historia?

Cuando digo que las enfermedades nos muestran quiénes somos, creo que resaltan no solo los lados oscuros o claros de nuestra naturaleza, sino ambos.

Un hilo conductor en la historia de la epidemias es la búsqueda de chivos expiatorios, la caza de brujas.

Por ejemplo, en la peste negra había programas antisemitas, oleadas de xenofobia. En muchas pandemias vemos la persecución de extranjeros acusados ​​de la enfermedad.

Con el coronavirus vimos que en Italia se buscó al paciente cero con la idea de culpar a alguien, que los barrios chinos se volvieron pueblos fantasmas en ciudades occidentales, una persona asiática fue atacada en un metro de Nueva York…

Hay mucha retórica antiinmigrante en torno a la epidemia. En EE.UU. el presidente Trump y muchos en el Partido Republicano insisten en rechazar el término científico oficial de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para la enfermedad, COVID-19, y en su lugar lo llaman «enfermedad china», «virus Wuhan» o «virus extranjero».

Esto tiene un impacto terrible en términos de promover el estigma. Se remonta al lado oscuro de la humanidad en todo momento.

Otro tema importante en las epidemias es el desarrollo de la salud pública, algo realmente positivo.

Desde la época de la peste bubónica en el siglo XV, especialmente en las ciudades italianas con mayor riesgo, crearon autoridades de salud con poderes para hacer frente a estas emergencias. Comenzamos a ver el desarrollo de la estrategia moderna de búsqueda de casos, aislamiento y cuarentena. En la jerga moderna, algo así ahora se llama «distanciamiento social», pero en realidad no es nada nuevo.

A menudo como civilización hemos reaccionado a estos eventos invirtiendo enormes recursos cada vez que hay un brote. Pero tan pronto termina, retiramos a los centinelas y no seguimos invirtiendo de manera sostenible.

Es la tragedia que experimentamos con el coronavirus, porque el mundo científico sabía que casi inevitablemente volvería una infección de virus pulmonar importante y no lo tomamos en serio. Hemos desmantelado y cortado nuestros servicios de salud pública y los mecanismos de respuesta que necesitamos para sobrevivir.

Entonces vemos luz y oscuridad, y la pregunta es cuál prevalecerá.

¿Podremos cooperar para hacer frente a esta crisis? ¿Se aprenderán las lecciones para lo que probablemente sea otra emergencia importante, quizás peor?

¿Las epidemias siempre fueron desafíos para los poderosos, reyes, emperadores o presidentes, y la forma en que manejan la crisis?

Sería un error categorizar las epidemias como un desafío siempre a los poderosos. A veces tienen el efecto contrario y promueven el poder. Pero es cierto que las epidemias también han promovido la revolución.

Un buen ejemplo es la victoria de la rebelión de esclavos en Santo Domingo, el moderno Haití. A principios del siglo XIX hubo una gran rebelión de esclavos, dirigida por Toussaint Louverture. Napoleón envió una enorme armada para aplastar la rebelión y restaurar la esclavitud en la isla.

Pero hubo una inmunidad diferencial a la fiebre amarilla, que era endémica en el Caribe: los europeos no eran inmunes, mientras que los esclavos de África sí tenían cierta inmunidad.

Además, la fiebre amarilla prospera en ciudades portuarias que los soldados y marineros franceses debían defender para proteger sus líneas de abastecimiento. Así que fue un terrible cataclismo en los puertos para los soldados franceses. En cambio, los afrodescendientes estaban protegidos viviendo en el interior de la isla. Ese fue un evento muy importante.

¿Hay alguna diferencia entre esta pandemia y grandes epidemias históricas?

Creo que sí. Una de las cosas que alimenta esta enfermedad es la globalización completa, junto con un transporte aéreo rápido para millones y millones de personas.

Estamos realmente en un mundo interconectado. Es algo nuevo y, por lo tanto, parte de la vulnerabilidad de finales de los siglos XX y XXI.

El tamaño de la población en el mundo, de casi 8.000 millones de personas, y nuestros niveles de urbanización también hacen que esta pandemia sea diferente.

Ahora han surgido diferentes restricciones por esta pandemia, por ejemplo en viajes al extranjero, circulación o reunión de personas. ¿Es la libertad una víctima habitual de epidemias o pandemias?

La libertad ha sido a menudo una de las víctimas. Podemos observarlo en la peste bubónica, con la institución de cordones sanitarios.

El «Diario del año de la peste», de Daniel Defoe (publicado en 1722), señala que en Londres todos los sospechosos de tener contacto estaban encerrados en sus hogares. Y había guardias fuera de la casa para asegurarse de que no violaran esas restricciones. Entonces se detuvo el movimiento. Las libertades de las personas se vieron gravemente afectadas por la enfermedad.

Eso emerge de nuevo con el cólera asiático: hubo restricciones súper severas impuestas a las personas también. Y con el ébola, en África occidental, se intentó por un tiempo imponer restricciones de la peste bubónica. No funcionaron y tuvieron que ser levantarlas. Es algo que puede ocurrir en tiempos de pandemias.

Y la característica de esta pandemia es, claro, que no existe ningún método efectivo de prevención o tratamiento. No hay vacuna, ni remedio específico para la enfermedad. Así, la única forma de contenerla es mediante un «distanciamiento social», con la búsqueda de casos, pruebas, aislamiento de enfermos y cuarentena para sus contactos.

Esas medidas deben ser vigorosas porque son las únicas protecciones reales que tenemos esta vez y la única forma conocida de contener la enfermedad.

¿Cómo compara las reacciones al avance del coronavirus en China, Europa y EE.UU.?

EE.UU. parece menos preparado que otros países. Eso es extraño porque ocurrió en otros países primero. Pero el gobierno de Trump informó mal a la gente que esto no era peor que el resfrío, que la situación estaba bajo control, que pronto desaparecería y que, en cualquier caso, uno podría detenerlo prohibiendo los viajes y ese tipo de restricciones. Todo eso fue información errónea y ninguno de los trabajos preparatorios se efectuó.

Recién en los últimos días en EE.UU. la gente se dio cuenta cuenta de que es una crisis muy grave. Empeoró por la respuesta gubernamental tan fragmentada, porque cada autoridad decidía algo diferente. Hubo un vacío de liderazgo. No puedes esperar que las personas colaboren si no saben lo que sucede.

Eso es algo diferente a los demás casos que usted mencionó. En Italia, desde los primeros días las autoridades informaban al público que esto era muy grave, que se necesitaban medidas severas, que no terminaría pronto, que la supervivencia de todos dependía de que las personas colaboraran con el «distanciamiento social». Y, en general, puedo observar que la gente está cumpliendo con las regulaciones.

El ejemplo chino es diferente, porque es una mezcla de coerción desde el principio y luego, a medida que avanzaba la enfermedad, el gobierno chino en cierto modo imita a los regímenes democráticos al declarar que se trataba de una guerra popular contra un enemigo, y que la plena colaboración de la población sería necesaria para derrotarlo.

Vamos a ver exactamente qué van a hacer otros países. Parece que Reino Unido está haciendo una cosa, Francia también y hay un debate sobre si es mejor seguir la dirección italiana o no.

Sospecho que a medida que la enfermedad se vuelve cada vez más grave y la amenaza más real, las autoridades se darán cuenta de que deben tomar medidas enérgicas.

Mirando esto a través del prisma de la historia, ¿prevé que avanzaremos hacia un mundo más multilateral después de esta crisis? ¿O espera más divisiones y tensiones entre países?

Es una pregunta oportuna y difícil de responder. Como dije, los tiempos de epidemias sacan lo mejor y lo peor de la humanidad; podemos ver eso en juego durante el brote de coronavirus y no sabemos qué lado prevalecerá.

Por lo peor, me refiero a la idea de tener chivos expiatorios, de culpar, de dividir una nación contra otra, una comunidad contra otra.

Esto podría conducir a una gran resaca contra la globalización, contra la unión del mundo. Se puede ver esto en la derecha política en Europa, donde algunos argumentan que esto se debe a los inmigrantes, por lo que desean crear más restricciones.

Eso, por supuesto, no tiene nada que ver con la ciencia o con la salud pública. Pero están explotando los temores y la paranoia de las personas para moverlas en la dirección que desean.

Se puede ver en EE. UU. al llamarlo virus «extranjero» o «chino». Eso también tiene un mensaje muy severo de división.

Y por otro lado, se puede ver que la OMS, con el doctor Tedros (Adhanom Ghebreyesus, su director general) trata de educar al mundo y argumentar que todos estamos en el mismo barco juntos, que los microbios no respetan clases étnicas, nacionales o fronteras religiosas, y que las únicas ventajas que tenemos sobre los microbios, que son mucho más numerosos, son nuestra inteligencia y capacidad de cooperar.

Deberíamos poder hacer frente a estos desafíos epidémicos. Esta vez nos tomaron terriblemente desprevenidos. Y eso, de alguna manera, es nuestra culpa como especie por no tomar la amenaza en serio y no estar dispuestos a enfrentarla de manera racional y científica.

Entonces, para usted que ha escrito sobre cómo las epidemias han dado forma al mundo, nuestra historia, sociedad, política y cultura, ¿aún no se sabe cómo ésta va a moldear las cosas?

Eso es correcto. Es algo que está sucediendo frente a nuestros ojos.

Fuente: eluniverso.com