Identifican circuitos cerebrales implicados con el riesgo de suicidio en adolescentes

Un nuevo estudio sobre adolescentes y adultos jóvenes con alto riesgo de suicidarse (esencialmente los que sufren de trastorno bipolar) revela diferencias específicas entre los cerebros de aquellos que lo intentan y aquellos que no lo hacen.

La investigación es obra del equipo de Hilary Blumberg, profesora de psiquiatría en la Universidad Yale de Estados Unidos.

La identificación de los circuitos cerebrales implicados en el riesgo de suicidio puede llevar a su vez a nuevas formas de identificar a quienes lo sufre y de ese modo tener mejores oportunidades de ayudar a esas personas y evitar un desenlace fatal.

Según algunas estimaciones, cerca de la mitad de las personas con trastorno bipolar, el cual se distingue por unos cambios de humor muy extremos, intentarán suicidarse durante su vida, y hasta una de cada cinco con la enfermedad podría morir por ello. En estudios sobre adultos que intentaron suicidarse, lo encontrado señala hacia la existencia de problemas en el sistema frontal-límbico, allí donde surgen las emociones y los impulsos, y en la corteza frontal, que ayuda a regularlos.

Blumberg, Jennifer A.Y. Johnston y sus colegas estudiaron adolescentes y jóvenes adultos. Dado que su sistema frontal-límbico se halla aún en desarrollo, esta era una buena oportunidad para intentar averiguar cómo surgen los pensamientos y comportamientos suicidas. El equipo de Blumberg examinó escaneos especializados de visualización por resonancia magnética (MRI por sus siglas en inglés) procedentes de personas que habían intentado suicidarse y de otras que no, y hallaron diferencias significativas. Los primeros tenían disminuciones sutiles en el volumen y en la actividad en la región cerebral que regula las emociones y los impulsos, y en la materia blanca, esencialmente el “cableado” que proporciona las conexiones entre esas regiones cerebrales.

Lo encontrado sugiere que en esas personas propensas al suicido la corteza frontal no funciona como debería en su función reguladora. Eso puede llevar a un dolor emocional más extremo, dificultades para buscar soluciones alternativas al suicidio y una mayor probabilidad de actuar bajo la influencia de impulsos suicidas.

Lo descubierto por el equipo de Blumberg y Johnston podría ayudar al desarrollo de nuevas estrategias para minimizar los factores de riesgo y al diseño de terapias encaminadas a fortalecer los circuitos cerebrales vulnerables.

Fuente: noticiasdelaciencia.com