Los secretos del buceo extremo de las rayas manta: científicos descubren por qué se sumergen a más de 1.200 metros

Las rayas manta pueden descender más de 1.200 metros bajo la superficie del océano. Un estudio internacional reveló que no lo hacen para alimentarse ni huir, sino para recopilar información ambiental y orientarse en sus largos viajes marinos. El hallazgo redefine cómo entendemos la inteligencia de estos gigantes del mar

Gigantes silenciosos del abismo

No son ballenas ni tiburones, pero dominan el océano con la misma elegancia. Las rayas manta oceánicas (Mobula birostris), los peces más grandes del mundo, pueden alcanzar siete metros de envergadura y desplazarse con movimientos que recuerdan a las alas de un ave en vuelo.

Hasta hace poco, se creía que sus buceos a gran profundidad eran simples intentos de caza o evasión. Sin embargo, una nueva investigación demostró que estas criaturas descienden al abismo por motivos muy distintos: explorar y orientarse.

El estudio, publicado en Frontiers in Marine Science, fue liderado por un equipo internacional de científicos de Australia, Indonesia, Perú, Nueva Zelanda y Estados Unidos, bajo la coordinación de la Universidad Murdoch. Durante diez años, los investigadores siguieron a 24 mantas equipadas con etiquetas satelitales, registrando casi 47.000 movimientos verticales.

El resultado sorprendió a todos: solo 79 descensos superaron los 500 metros, pero algunos alcanzaron los 1.200 metros de profundidad.

“Estas inmersiones no están asociadas a la alimentación, sino a una función exploratoria. Las mantas usan el océano profundo como una especie de radar ambiental”, explicó Calvin Beale, autor principal del estudio.

Una expedición global bajo el mar

Las etiquetas se colocaron en tres puntos clave del planeta: Raja Ampat (Indonesia), la costa norte de Perú y la plataforma nororiental de Nueva Zelanda. Entre 2012 y 2022, los datos recogidos mostraron patrones coherentes: las rayas descienden lentamente, permanecen poco tiempo en el fondo y luego ascienden en tramos escalonados, como si “escaneasen” capas del océano.

De los 79 descensos extremos, 71 ocurrieron en aguas de Nueva Zelanda, donde las mantas parecen realizar estas maniobras antes de desplazarse hacia el Pacífico tropical. En Perú, solo un ejemplar cruzó los 500 metros durante un viaje hacia las islas Galápagos. En Indonesia, el comportamiento fue más limitado debido al entorno costero y a la escasa profundidad de las aguas internas.

El análisis sugiere que estos descensos no responden a la búsqueda de alimento —las mantas se alimentan en la superficie de plancton y larvas—, sino a la recolección de información ambiental, posiblemente relacionada con la temperatura, la salinidad o los gradientes químicos que las ayudan a orientarse.

“Lejos de la costa, las mantas oceánicas pueden sumergirse más de 1.200 metros, mucho más de lo que creíamos posible”, destacó Beale. “Creemos que estas inmersiones les permiten entender mejor su entorno y planificar sus movimientos a escala oceánica”.

Adaptaciones de una viajera de largo alcance

El comportamiento observado coincide con las extraordinarias adaptaciones fisiológicas de la manta oceánica. Su sistema vascular contracorriente le permite mantener el cerebro caliente incluso en aguas frías, una ventaja decisiva cuando desciende cientos de metros bajo la superficie.

Además, su enorme envergadura y su musculatura le otorgan una eficiencia energética excepcional, crucial para realizar inmersiones largas sin agotar sus reservas.

Los investigadores también observaron que, antes y después de bucear, las rayas permanecen largo tiempo cerca de la superficie, probablemente para regular su temperatura corporal y oxigenar los tejidos.

Esa conducta se repitió en todas las regiones estudiadas, lo que indica que forma parte de un patrón global y no de una respuesta local al ambiente.

Más allá del misterio: qué nos enseñan las mantas sobre el océano

El descubrimiento de que las rayas manta no bucean para alimentarse, sino para obtener información ambiental, cambia por completo la comprensión del comportamiento de estas especies.

En cierto modo, actúan como “sensores biológicos vivientes”, capaces de registrar condiciones del océano a distintas profundidades y utilizar esa información para orientarse en sus migraciones transoceánicas.

Los investigadores reconocen que el número de inmersiones profundas registradas es limitado, pero cada evento documentado ofrece una ventana única a las estrategias cognitivas y fisiológicas de estos animales.

“Cada buceo extremo es una pieza del rompecabezas”, señaló Beale. “Nos ayuda a entender cómo los grandes animales marinos perciben y navegan un océano que cambia con rapidez”.

Un recordatorio de cuánto queda por descubrir

El estudio también es una advertencia: si las rayas manta dependen de señales ambientales para moverse y reproducirse, el cambio climático y la alteración de las corrientes oceánicas podrían confundir sus rutas y amenazar su supervivencia.

En un contexto donde los océanos se calientan y acidifican, conocer cómo estos animales interpretan el mar puede ser clave para protegerlos.

“En los océanos aún hay comportamientos que desafían a la ciencia”, concluyó Beale. “Cada vez que una manta desciende al abismo, nos recuerda que aún sabemos muy poco sobre la vida en el planeta azul”.

Fuente: Infobae

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