Ballenas, jirafas y gorilas en peligro de extinción se alejan del riesgo de ya no existir

Casi un tercio de las especies del mundo están amenazadas de extinción. No obstante, los esfuerzos de conservación realizados durante años están dando finalmente sus frutos en algunos animales emblemáticos.

El gorila de montaña, una subespecie de jirafa y dos tipos de ballenas han descendido a una categoría de conservación inferior, desde que fueron evaluados por última vez, lo que significa que son menos vulnerables a la extinción.

Así se indica en la última actualización, del 14 de noviembre, de la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), que clasifica el estado de conservación de los animales, hongos y plantas de nuestro planeta. La organización atribuye estos éxitos a años de colaboración entre los Gobiernos, las empresas y la sociedad.

«Se puede observar el efecto positivo que tiene la inversión a largo plazo en la conservación», comenta Tara Stoinski, presidenta de la Fundación para los Gorilas Dian Fossey, en Atlanta, Georgia.

Recuperación de especies

Los gorilas de montaña (Gorilla beringei beringei) viven en las selvas que se extienden a ambos lados de Uganda, Ruanda y la República Democrática del Congo, donde la destrucción del hábitat debido a la expansión agrícola, las enfermedades y los disturbios civiles han amenazado gravemente a sus poblaciones. En 2008, la especie solo contaba con 680 individuos, lo que motivó que se clasificara como «en peligro crítico», una categoría muy cercana a la extinción.

Pero gracias a las extremas medidas de conservación emprendidas, entre ellas el seguimiento diario de las poblaciones y su protección por parte de guardias armados, el último recuento de los gorilas ha ascendido a 1004, comenta Stoinski. Como consecuencia, la UICN ha reducido su categoría de conservación a «en peligro», lo que indica que sus poblaciones son pequeñas y aún altamente vulnerables a la extinción, pero menos que antes.

Por otro lado, la caza ilegal, la destrucción del hábitat y la expansión de la agricultura provocaron que las poblaciones de la jirafa de Rothschild (Giraffa camelopardalis rothschildii), que se hallan principalmente en Uganda y Kenia, disminuyeran de unos 2500 individuos, en la década de 1960, a unos 500, entre 2006 y 2009.

Después de haber sido clasificada como amenazada en la Lista Roja de la UICN de 2010, las protecciones legales, la reintroducción de jirafas en algunas partes de Kenia y el desarrollo de planes de recuperación de especies han elevado las poblaciones de jirafas a unos 1470 individuos maduros. La especie está ahora clasificada como «casi amenazada», lo que significa que ha mejorado su situación, pero su población todavía es pequeña como para que fácilmente pueda volver a estar en peligro.
Contra la caza de ballenas

Entre principios y mediados del siglo XX, los rorcuales comunes (Balaenoptera physalus) y las ballenas grises (Eschrichtius robustus) del Pacífico occidental se cazaron hasta casi provocar su extinción. Pero después de que en la década de 1980 cesaran las actividades de caza comercial para ambas especies, las poblaciones fueron recuperándose de forma continuada.

Las estimaciones realizadas entre 2006 y 2008 en diferentes partes del mundo situaban las poblaciones de rorcuales, entonces en peligro de extinción, en unos 62.000 ejemplares. Las estimaciones actuales llegan a casi 100.000 individuos maduros, lo suficiente como para descender a la categoría de «vulnerables».

Las ballenas grises también se recuperaron, aunque mucho más gradualmente, y pasaron de estar en peligro crítico, con aproximadamente 120 individuos en 2007, a estar en peligro en 2018, con un total de 170-180 individuos.

«En realidad, todo se reduce al hecho de que si dejamos de matarlos van aumentando y tienden a la recuperación», comenta Randall Reeves, presidente del Grupo de Especialistas en Cetáceos de la Comisión de Supervivencia de Especies de la UICN, en Hudson, Canadá.

A pesar de los progresos, la UICN señala que todavía hay presiones que amenazan a cada una de estas especies. Las ballenas corren el riesgo de quedar atrapadas en los aparejos de pesca. La caza ilegal y la destrucción del hábitat siguen amenazando a las jirafas. Y los gorilas de montaña todavía son vulnerables a los desastres ambientales y a las epidemias, incluidos los brotes recurrentes de ébola. «No podemos simplemente darles el visto bueno y pasar página», comenta Stoinski.

Fuente: investigaciónyciencia.es