“Todos los organismos que habitan la Tierra o son parásitos o tienen parásitos”: Alejandro Oceguera

“El entendimiento, control y conocimiento de estos parásitos requieren ser abordados de una manera interdisciplinaria, debido a que tienen un ciclo de vida muy complejo”: Alejandro Oceguera

El proceso evolutivo y la historia del estudio de los hirudíneos, conocidos popularmente como sanguijuelas, fue el eje principal de la conferencia ¡Sanguijuelas! (y otros parásitos), que impartió el parasitólogo Alejandro Oceguera, como parte del ciclo Los viernes de la evolución, coordinado por Antonio Lazcano Araujo y José Sarukhán, ambos miembros de El Colegio Nacional.

En la sesión, transmitida en vivo el 9 de julio por las plataformas digitales de la dependencia, el investigador del Instituto de Biología de la UNAM recordó que entre 1801 y 1802 en París, Francia, los naturalistas George Cuvier y Jean-Baptiste Lamarck coincidieron en el tiempo y el espacio, ambos estudiaron la sanguijuela medicinal europea, considerada la más famosa de esta especie, y detectaron que su sangre se movía por canales arteriales y venosos. Se trata de un hirudíneo de color verde oscuro con franjas longitudinales de color naranja, que puede medir aproximadamente 10 centímetros y cuenta con tres mandíbulas muy grandes, armadas cada una con dientes pequeños.

En palabras del especialista, cuando esta sanguijuela se adhiere a sus presas, con sus mandíbulas rasga el tejido y crea una pequeña cortada, así comienza a alimentarse por varios minutos y pueden aumentar su propio peso hasta 10 veces. “Las sanguijuelas tienen un aparato digestivo que puede expandirse muchísimo para alojar grandes cantidades de flujo sanguíneo y la sangre se puede mantener en estado líquido y bien conservado por varios meses, lo que significa que puede pasar varios meses sin tener ninguna actividad.”

Oceguera agregó que estas especies han sido utilizadas con fines médicos por cientos de años desde antes de Cristo. “Si una persona tenía fiebre, hiperactividad, dolor de cabeza o algún tipo de estos problemas, el remedio consistía en bajar los niveles de sangre y uno de los mecanismos o de las herramientas que se utilizaban eran las sanguijuelas.”

De acuerdo con el científico mexicano, existen registros de que, en el siglo XIX, en Francia, en un sólo año se comercializaron 41.5 millones de sanguijuelas que venían de otros países. En 1823, en Alemania y en Rusia, se tuvo que utilizar un tipo de regulación para no explotar en exceso estos organismos.

Fue hasta hace aproximadamente 30 años que las sanguijuelas aparecieron de forma interesante en la medicina occidental y, particularmente, en el reimplante de órganos. “Si alguna persona tiene algún tipo de accidente y pierde un dedo o una oreja, es relativamente sencillo que los médicos puedan restablecer o puedan suturar las arterias, pero no así las venas. En estos casos, es posible que el cuerpo mande sangre a los órganos reimplantados pero la sangre se puede o tiende a coagularse. Se ha visto que aplicar sanguijuelas a estos órganos, tiene muchos beneficios y uno es que la saliva de la sanguijuela mantiene la sangre en un estado fluido y entonces le da tiempo al cuerpo para restablecer las venas y otros tejidos”, explicó el investigador.

En su laboratorio y con ayuda de un análisis filogenético, Oceguera describió a la sanguijuela Tyrannobdella rex, especie que se diferenció de las demás por tener órganos reproductivos femeninos y masculinos más pequeños, contar con una sola mandíbula y alimentarse de la mucosa, es decir de la nariz, de la boca o de los ojos de los mamíferos. Esta especie pertenece a la familia Praobdellidae, que se caracteriza por alimentarse de zonas húmedas de animales.

De acuerdo con el investigador, la dieta de las sanguijuelas es variada, dos terceras partes de ellas son hematófagas, es decir se alimentan de sangre; sin embargo, el otro tercio se alimenta de dos formas, una denominada liquidosomatofagia, esto significa que se nutren de fluidos internos de órganos blandos, particularmente de moluscos; y la otra es macrofagia, sanguijuelas depredadoras de los ecosistemas acuáticos y de los invertebrados que se encuentren en él.

Agregó que “tomando en cuenta la posición filogenética de los distintos tipos de alimentación, decidimos muestrear a sanguijuelas representativas de cada uno de los grupos, revisamos el contenido gástrico y obtuvimos secuencias de DNA”.

Entre los resultados obtenidos de la investigación, liderada por Christina Lynggaard, se descubrió que las sanguijuelas del género terrestre Diesquecostoma, que habitan debajo de los troncos y se pueden encontrar en el Desierto de los Leones de la Ciudad de México, se alimentan de lombrices de tierra.

En palabras del especialista en genética evolutiva, uno de los métodos más utilizados en la actualidad por los biólogos que estudian organismos grandes como mamíferos o aves, es el uso de foto trampas, cámaras que se disparan al detectar movimiento y son colocadas en árboles. Esta técnica no daña a los animales y permite encontrar especies que de otra forma sería complicado. “En un artículo se comparó lo que se puede detectar con el método mencionado en relación a lo que se puede obtener analizando la sangre de las sanguijuelas. La conclusión fue que ambos estudios se complementan.”

Con relación a las bacterias, el especialista aseguró que las sanguijuelas tienen estos microorganismos prácticamente en todas partes. “Muchas especies de animales que presentan dietas muy simples y restringidas como savia y sangre, establecen relaciones simbióticas con bacterias, que proveen a sus hospederos de aquellos elementos no presentes en sus dietas.”

El experto también se refirió las definiciones que existen de parásitos, “resulta que la mayoría de estas definiciones, sino es que todas, son insuficientes, por ejemplo, la definición de la Real Academia Española dice que son un organismo animal o vegetal, que vive a costa de otro de distinta especie, alimentándose de él, y debilitándolo, sin llegar a matarlo. Es una definición laxa pero funcional”.

Agregó que algunos parasitólogos han estimado que todos los organismos que habitan en la Tierra o son parásitos o tienen parásitos. “Lo que es cierto. Podemos decir que la cantidad de diversidad de parásitos es igual o mayor que el número de especies de organismos de vida libre.”

Explicó que la prevalencia y problemas causados por estos microorganismos han disminuido con el tiempo, lo que se debió a generaciones de biólogos, veterinarios y médicos encargados de tratar estos problemas en México. Aseguró que el entendimiento, control y conocimiento de los parásitos requieren ser abordados de una manera interdisciplinaria, debido a que tienen un ciclo de vida muy complejo.

Fuente: El Colegio Nacional