La gramatización más grande que se ha dado sucedió en la Nueva España: Ascensión Hernández Triviño

Los evangelizadores de todas las órdenes elaboraron 52 gramáticas de 24 lenguas indígenas diferentes, agregó

La evangelización del territorio mesoamericano cubrió la mayor parte de las lenguas del México antiguo al grado que, como en ninguna otra parte del mundo, los misioneros elaboraron 52 gramáticas de 24 lenguas indígenas diferentes, afirmó la lingüista, filóloga, catedrática e investigadora Ascensión Hernández Triviño, al dictar la conferencia “Primeras gramáticas misioneras” en El Colegio Nacional.

La ponencia, coordinada por la lingüista Concepción Company Company, miembro de El Colegio Nacional, se llevó a cabo en el Aula Mayor de la institución en el marco del primer año del Decenio Internacional de las Lenguas Indígenas del Mundo 2022-2032, proclamado por la Asamblea General de las Naciones Unidas.

Hernández Triviño repasó la travesía que los primeros evangelizadores debieron seguir para entender las lenguas de los pueblos originarios, que les resultaban desconocidas, y llevarlas al papel en forma de letras a pesar de que muchas de ellas carecían de escritura y sólo se transmitían de manera oral.

La existencia de lenguas mayoritarias como el náhuatl, el maya o el purépecha, y de otras minoritarias, “nos hace pensar que Mesoamérica —y actualmente México —, fue un espacio multilingüe lleno de intérpretes que se conectaban para dar unidad a los pueblos mesoamericanos y estaban todos en comunicación”.

“Esas lenguas han convivido durante siglos con el español y han creado su propia literatura; desde el siglo XVI, cuando se impuso un nuevo orden, formaron parte del proyecto de nación y hubo un capítulo muy importante que fue la evangelización en lenguas originarias. Aunque el maya y el náhuatl tuvieron protagonismo, la realidad es que la evangelización cubrió la mayor parte de las lenguas de México, en pueblos lejanos. Donde hoy vemos una capillita, seguramente hubo un misionero que leyó las oraciones primordiales del cristianismo, que bautizó y que enterró con la lengua de los que ahí vivían”, expuso.

A decir de la lingüista, el lenguaje estaba en el principio de la predicación: “En 1523, desembarcaron los primeros evangelizadores y desde entonces no pararon de llegar barcadas, año con año, de religiosos misioneros que se dieron a la tarea de aprender lenguas para emplear la cristiandad, era la edad de la fe y había que evangelizar en lenguas, siguiendo el mandato de San Pablo en la primera epístola a los Corintios que dice así: ‘Hay en el mundo no sé cuántas variedades de lenguas y nada hay sin lenguaje. Más si yo desconozco el valor del lenguaje seré un bárbaro para el que me habla y el que habla será un bárbaro para mí’. Esta epístola es el fundamento de la predicación y estuvo presente en la mente de los que llegaron”.

Primero escribiendo al alfabeto lo que oían, después recuperando los textos orales que los indígenas poseían y finalmente “con toda esa infraestructura de lengua textualizada se pudo hacer un análisis de los elementos mínimos de la lengua y de los principios y reglas del discurso y dar forma a la ‘lexición’ de una lengua, lo que es una gramática, que no es otra cosa más que describir cómo hablamos. Para empezar, surgieron gramáticas pequeñas, que tenían una doble función: la de ser tratados teóricos para ahondar en las estructuras de la lengua e instrumentos prácticos que servían a muchos para aprender a comunicarse”.

Para todas las órdenes religiosas (franciscanos, dominicos, agustinos, jesuitas y el clero secular) el proceso “fue muy difícil, se hizo en forma colectiva y acumulativa: por la tarde, cada misionero, con sus hermanos de orden, decía las palabras que había aprendido, hasta enunciar oraciones completas. Poco a poco, el conocimiento lingüístico alcanzó la madurez necesaria para hacer una nueva lectura del modelo gramatical que ellos traían de Europa”.

El modelo se basó en la primera gramática castellana, elaborada por Antonio de Lebrija, publicada en 1492. Pero otro suceso histórico anterior, en el Renacimiento, posibilitó la gramatización de las lenguas indígenas mexicanas “cuando las lenguas vulgares fueron elevadas al mismo rango que el latín y el griego y se consideraron dignas de ser sometidas a una gramática; antes del Renacimiento las lenguas vulgares, el español, el francés, no eran dignas de tener una gramática, sólo el latín”.

De cada lengua de Europa se hicieron gramáticas, “ese proceso de gramatización del Renacimiento es reconocido como un capítulo central en la historia de la lingüística; yo diría que la parte más amplia de ese capítulo se escribió en la Nueva España, aquí son 52 gramáticas las que hay de lenguas indígenas, de 24 lenguas indígenas, es impresionante el número, es un número altísimo”. La primera, del náhuatl, se publicó 26 años después de la conquista por el franciscano Andrés de Olmos, quien llegó a la Nueva España en 1528 por petición de fray Juan de Zumarraga.

Se trata de lenguas, no de dialectos

El trabajo que los misioneros evangelizadores realizaron para gramatizar las formas de hablar de los pueblos mesoamericanos, consideró la lingüista Concepción Company Company, demuestra que se trataba de verdaderas lenguas y no de dialectos: “Nos tenemos que quitar la idea de que las lenguas amerindias son dialectos, ni mucho menos, sino que son lenguas con una diferenciación estructural enorme”.

Dentro de esa lengua, sin embargo, “cualquiera que sea, tendrá muchos dialectos, como es el caso del zapoteco, por ejemplo, que tiene la del istmo de Juchitán y la del Valle, cerca de Mitla, pero son lenguas no dialectos”.

Para la colegiada, los misioneros fueron “los padres de la antropología y la etnología, porque fueron capaces de adentrarse, no sólo en la estructura, sino en el pensamiento que hay detrás de la estructura, porque no hay lenguas sin significados, sin intenciones informativas, comunicativas. Como verdaderos titanes fueron respetando y curioseando en las propias estructuras de las lenguas”.

Además, todas las lenguas que se hablaban en Mesoamérica, dijo, “tienen la mismísima profundidad cultural, por lo que fueron plasmadas con letras del latín y del español. Todas tienen la misma profundidad cultural, la finura para expresar su mundo, es decir, todas las lenguas son autosuficientes para comunicar el mundo que les es necesario, cualquiera que hable una lengua es capaz de expresar su mundo, todas las lenguas son autosuficientes”.

Ascensión Hernández Triviño coincidió con Company y llamó a sembrar, sobre todo entre los jóvenes que hablan dos lenguas, la idea de que son portadores de dos visiones del mundo. “En México se hablan muchas lenguas, se dice que cerca de 70, sin contar las variantes y los dialectos, algunas de ellas cuentan con muchos hablantes, con cientos de miles y millones, otras con muy pocos, por diversas causas han ido perdiendo hablantes, a veces nunca tuvieron muchos, pero todas ellas son creaciones humanas en las que se guarda un pensamiento, una forma de concebir el mundo”.

“Esta idea debe sembrarse entre los jóvenes, y más entre los que pueden hablar dos lenguas, pues los países plurilingües necesitan tener una lengua franca para comunicarse, una lengua que todos hablamos. Si esta idea se asienta, sabrán valorar lo que significa hablar dos lenguas: la de su casa, que les permite tener un mundo interior, y la de la calle que conecta con la escuela, el trabajo y con todo el mundo exterior”.

“Sabrán valorar que la lengua materna aprendida sin esfuerzo los une a la familia, a la comunidad, y contiene palabras y sentimientos únicos; tendrán dos visiones del mundo y, con ellas, podrán construir su identidad. Hoy como nunca hay que reforzar la idea de que es necesario hablar las dos lenguas, porque en los últimos años, como consecuencia del proceso de urbanización y de globalización, los jóvenes están dejando de hablar una de sus lenguas, necesitan comunicarse en la lengua franca, pero eso no debe impedir que sigan hablando su lengua”, enfatizó la integrante de El Colegio Nacional.

Fuente: El Colegio Nacional