La capacidad de emitir mensajes de manera ilimitada es únicamente humana: Luis Fernando Lara

“El único límite para una lengua está determinado por la vida, porque en el momento en que todos los que hablan una lengua mueren, esa lengua desaparece”: Luis Fernanda Lara

“Cuando era estudiante aprendí a tocar la flauta dulce: nos reuníamos cuatro amigos a tocar música particularmente del siglo XVII y era un verdadero placer, no sólo por lo que uno podía producir con el instrumento, sino por la posibilidad de oír a los demás, de modo que nos pasábamos la tarde de los sábados tocando entre los cuatro”.

Un placer doble compartido por Luis Fernando Lara, miembro de El Colegio Nacional, al impartir la conferencia “La música como lenguaje”, dentro del programa de actividades que desarrolla la institución con la Escuela Nacional de Estudios Superiores (ENES), unidad Morelia, de la UNAM. Estuvo acompañado por Mario Rodríguez Martínez, doctor en Ciencias, director de la ENES Morelia, y Jorge Rodrigo Sigal Sefchovich, coordinador de la licenciatura en Música y Tecnología Artística.

Para hablar de la relación entre la música y el lenguaje, el colegiado recordó que la facultad del lenguaje no la compartimos con ningún otro animal, con ningún otro mamífero: más allá de que sí compartimos ciertas características, la capacidad que tenemos de emitir mensajes de manera ilimitada es una capacidad únicamente humana.

“¿Cómo apareció la facultad y sobre qué hechos biológicos en particular del cerebro pudimos los seres humanos construir esta facultad? Lo más probable es que esté muy ligada a un momento antiquísimo de la historia de los primates, cuando nuestros antepasados monos empezaron a andar erectos”, planteó el colegiado.

Al respecto hay varias hipótesis sobre qué fue lo que lo causó y una de ellas es que, de esta manera, podían alcanzar ciertos frutos que caminando a cuatro patas, apoyándose en los nudillos, no podían; otra hipótesis supone que esa posición erecta, por un lado, ayudó a que se desarrollarán más los pulmones y, además, logró que la tráquea se ampliara de tal manera que, a estos individuos, se les facilitó la posibilidad de hacer más sonidos que a otros.

“Hay otro punto: en la genética, los seres humanos todavía compartimos el 96 por ciento de nuestros genes con los orangutanes y los chimpancés; sin embargo, el resto de los genes es lo que nos hace diferentes: ¿qué pasó? Aparentemente hubo varios genes que, combinados, dieron lugar a la formación de otra clase de individuos”, subrayó.

Esta capacidad que les daba la posición erecta y los genes permitieron que estos primates empezarán a emitir otra clase de sonidos, aseguró Luis Fernando Lara; con ello, también se comenzó a generar música en el sentido más primitivo, en sus orígenes como una forma de lenguaje, aunque “mi pregunta es qué clase de lenguaje es la música”.

“Lo primero que debemos notar dentro de la música, al considerarla como lenguaje, es que tiene una organización sistemática de sus elementos; por más que haya una forma que se ha dado en llamar música aleatoria, no es una música que se produzca absolutamente al azar, sino que hay una serie de organizaciones internas: tiene una organización sistemática que le permite producir una cantidad ilimitada e innumerable de expresiones musicales”, resaltó el autor de Una exploración de la facultad del lenguaje.

Para el también director del Diccionario del español de México, las lenguas humanas nos ayudan a decir todo y, además, no tienen límite: “el único límite para una lengua está determinado por la vida, porque en el momento en que todos los que hablan una lengua mueren, esa lengua desaparece; pero en cuanto los que la hablan siguen vivos, la lengua sigue produciendo otros mensajes, muchas veces nuevos, de manera ilimitada”.

Entre el pasado y el presente

Una característica que destacó Luis Fernando Lara durante su cátedra fue el hecho de que la música termina por ser dialógica, establece una comunicación entre el músico y quienes lo oyen, por eso destacó la posibilidad de encontrar un placer cuando un músico genera sonidos sin que alguien lo oiga, como “uno puede hablar sin que alguien me escuche”.

“Cuando oímos una frase musical, pensemos por ejemplo en Bach, empezamos a oír las notas y no nos está comunicando de la misma manera: sí recibimos un mensaje, pero no significa nada y esa es una diferencia central entre las lenguas humanas y la música que, más bien comunica emociones de manera completamente diferente a la lengua humana”, sostuvo el lingüista.

Con la lengua humana, además, de lo que significamos, podemos escribir un poema de amor, para escribir un tratado científico, para insultar a alguien o para burlarnos de alguien, “para todo eso podemos significar algo y, por supuesto, con estas significaciones transmitimos emociones”, señaló.

“Las emociones que transmite la literatura son emociones que nos llegan a lo más profundo de nuestros sentimientos; la música también transmite emociones, si bien lo hace de tal manera que ni siquiera podemos parafrasearla. Si yo oigo una Sonata de Beethoven, me comunica una emoción, pero no puedo parafrasearla, no puedo decir lo que significa: la emoción la recibo tal como viene”.

Durante su conferencia, transmitida de forma virtual por las diferentes redes sociales de El Colegio Nacional, Luis Fernando Lara se refirió al desarrollo de la música instrumental, en especial en el mundo griego, donde estaba ligada al canto o a la poesía: “resultaba que los que tocaban las cítaras o las flautas dobles, iban desarrollando una habilidad de especialistas y, por lo tanto. empezaron a generar una música instrumental más allá de lo que les exigía el cantante”.

A partir de ese proceso, se vino una separación de la música instrumental y el canto, siempre ligado a la poesía, aun cuando los dramáticos griegos pensaban a la poesía solamente en el ámbito de la palabra, no tanto de la música, narró el especialista, quien también dedicó una parte de su cátedra a la música precolombina.

En este sentido, el lingüista señaló que en la música de los nahuas debe suceder algo similar; el verso náhuatl debe comportarse como canto y, aunque no sepamos cómo se cantaba, sí sabemos que en el canto náhuatl y la danza náhuatl se señalaba con ciertos golpes en el huéhuetl (un tambor colocado en posición vertical): los golpes graves los nahuas los expresaban con la sílaba “co” y “to”, y los golpes suaves los expresaban con la sílaba “ti”.

“No hemos estudiado bien este canto de los nahuas”, a decir de Luis Fernando Lara, quien compartió la hipótesis de que en el momento que iban a cantar un verso, con los instrumentos les daban el golpe para que comenzaran un verso en cierto tono y otro golpe para que cambiaran. Recordó que Sor Juana recuperó varios tocotines y en el cancionero de Gaspar Fernández, un novohispano de finales del siglo XVI, quien coleccionó muchos villancicos, se advierten las diferencias que marcaban esos golpes”.

Fuente: El Colegio Nacional