Julia Carabias, bióloga: ‘Alimentar a la humanidad requiere cambios radicales’

“Hemos extraído mucho más de lo que se puede reponer y estamos regresando a la naturaleza mucho más de lo que puede asimilar”, resume Julia Carabias, durante el seminario del Colegio Nacional ‘¿Podemos alimentarnos de manera saludable y sustentable?’. La respuesta es sí, pero no como lo estamos haciendo en el presente

Julia Carabias, bióloga, investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y miembro del Colegio Nacional hace un llamado a un cambio de consumo para poder preservar la naturaleza. “Las dietas actuales sacaron del equilibrio a los sistemas planetarios. Alimentar a la humanidad requiere obligadamente cambios radicales. Para alimentar a una población de más de nueve mil millones de personas, en 2050, será necesario incrementar la producción de alimentos en más del 60%, porque con los sistemas productivos actuales no será posible”, dijo Carabias durante el seminario ¿Podemos alimentarnos de manera saludable y sustentable?

La bióloga mexicana aseguró que, en los últimos 70 años, creció el consumo de la sociedad lo que implicó un profundo deterioro del medio ambiente, “hemos extraído mucho más de lo que se puede reponer y estamos regresando a la naturaleza mucho más de lo que puede asimilar”. Puntualizó que está demostrado por fuentes científicas que los humanos tienen un impacto en los sistemas físicos, biológicos, químicos y planetarios. “Los umbrales rebasados son los que tienen que ver con la integridad de la biosfera, el cambio climático, el cambio del sistema de suelo, el agua dulce, los flujos biogeoquímicos y las nuevas entidades”.

Entre el año 2000 y el 2020, se perdieron o degradaron aproximadamente 275 mil hectáreas al año, en México. Y uno de los efectos que ha causado la producción de alimentos es el sobrepastoreo en un 95% de los pastizales naturales, sobre todo, en el norte del país. “El agua es el otro elemento en el que la agricultura está absolutamente dependiente. En México, el 70% del agua se usa para consumo agropecuario, para el riego de zonas áridas y semiáridas y, por la mala tecnología, estamos perdiendo entre el 40% y el 60% en la agricultura, lo cual equivales al 160% de la que se usa en abastecimiento público por ineficiencia en la conducción”, dijo Julia Carabias. La bióloga agregó que, de los 653 acuíferos analizados en México, 102 están sobreexplotados, todos en el norte. “Los agroquímicos están desechándose hacia los cuerpos de agua y no es la única razón, pero contribuyen a su mala calidad”. Por tal motivo, alimentar a la humanidad, asegurar el agua, depende de conservar y hacer uso sustentable de la naturaleza.

La agricultura sustentable requiere estrategias y tecnologías para aumentar la productividad de la tierra y el valor nutricional de los alimentos. Entre las alternativas se encuentra, la agricultura de conservación, la agricultura orgánica, la agroecología, el manejo integrado de plagas y nutrientes, la conservación del suelo y el agua, así como el pastoreo sostenible. Además, de la deforestación cero y las emisiones netas de Gases de Efecto Invernadero. “Todo esto es posible, pero ninguna forma parte de las políticas públicas”, concluyó.

En la sesión, realizada el 28 de agosto en el Aula Mayor del Colegio Nacional, participaron también los especialistas Margarita Flores de la Vega, Vicente Arriaga, Francisca Acevedo y Caroline Burgeff. La Doctora en Desarrollo Económico y Social, Flores de la Vega, se refirió al sistema alimentario en México, explicó que, en este proceso, intervienen el medio ambiente, las personas, las empresas, los insumos, los procesos, la infraestructura, las instituciones, la gobernanza y las políticas públicas. “México tiene un sistema alimentario heterogéneo y diferenciado, con resultados económicos, sociales y ambientales ambivalentes que se conectan entre sí”.

Actualmente, México exporta productos alimenticios por 50 mil millones de dólares, una cifra mucho mayor comparada con la del 2010, año en el que eran exportados 18 mil 717 millones de dólares. Y se tiene un saldo positivo, es decir, se exporta más de lo que se compra. “En 10 años se duplicó el área de agricultura protegida, la que se desarrolla en zonas específicas”. En palabras de la especialista, la cerveza es el principal producto de exportación de la industria de alimentos y bebidas del país, con más de 5 mil 700 millones de dólares; le siguen dos productos agropecuarios, la frambuesa y el aguacate; y después el tequila, el jitomate y la carne de bovino. “En contraste, se ha mantenido la dependencia del exterior en alimentos básicos”.

Se ha cambiado la estructura de los cultivos en el país, en 1990 se utilizaban 11 millones de hectáreas para la producción de básicos, maíz, frijol y trigo; y en 2022, se redujo la superficie para estos alimentos. Destacó el caso del aguacate, que en el año 2000 contaba con una superficie de 95 mil hectáreas, y para el 2022 fueron 250 mil hectáreas, es decir, hubo un crecimiento del 4.8% anual, sobre los bosques. La experta sostuvo que el 71% de los productores agropecuarios tienen menos de cinco hectáreas; el 29% restante incluye medianos y grandes productores que concentran la mitad del valor de la producción nacional. Enfatizó que existen varios programas de apoyo en la producción, por ejemplo, Sembrando Vida cuenta con 37 mil 136 millones de pesos y sólo 440 mil beneficiarios, pero el Programa de Sanidad e Inocuidad Alimentaria tiene un presupuesto 3 mil 344 millones.

“No entendemos claramente cuál es la lógica de lo que estamos buscando en términos de producción y apoyo al pequeño productor”. En lo laboral, “llama la atención el nivel de ingresos por trabajo en el sector agropecuario, casi el 50% recibe un salario mínimo, el 18% recibe más de uno o hasta dos salarios mínimos; ni siquiera el 1% alcanza los más de cinco salarios mínimos”.

Flores de la Vega afirmó que un tema que preocupa es que no se conocen las cifras y que los productores toman limitadas acciones en términos de protección del medio ambiente, en el consumo de energía, en el menor consumo de agua o tratamiento de aguas residuales. “Contamos con el Inventario Nacional de Fuentes de Contaminación Plástica que indica que se utilizan 280 mil toneladas al año de plásticos en riego, acolchado y construcción de invernaderos, residuos difíciles de manejar o reciclar debido a su deterioro, están contaminados con agroquímicos y a esto hay que sumar los empaques de alimentos y bebidas”.

Agrobiodiversidad: una opción para el futuro

Al tomar la palabra, el biólogo Vicente Arriaga explicó que más de 50 mil especies de vegetales se consideran comestibles, pero sólo 2 mil 500 han entrado en el proceso de domesticación, de éstas, 15 especies ocupan el 90% de la demanda energética del mundo y son el arroz, el trigo y el maíz, las que cubren las tres cuartas partes de las calorías que consume la humanidad. “Nuestras dietas a nivel mundial están simplificadas, no estamos aprovechando todo el potencial del abanico de posibilidades que podemos consumir”.

Sostuvo que, con la agricultura industrial se han perdido especies, por ejemplo, hace un siglo existían 497 variedades de lechuga, actualmente sólo hay 36, lo que “es grave, porque nos lleva a tener menos posibilidades de competir ante eventos catastróficos como el cambio climático. La misma tendencia existe con las razas de ganado ovino o porcino y con las razas comerciales que han desplazado a las otras”.

Recordó que, en 2019, la revista LANCET publicó un estudio que afirmó que la alimentación de los seres humanos está fuera de la sincronización con el planeta. “Las dietas dominantes que se han generado en los últimos 50 años no son óptimas nutricionalmente y contribuyen fuertemente al cambio climático, aceleran la pérdida de la biodiversidad”.

“Se requiere valorar a quienes aún practican la agricultura tradicional y proporcionarles apoyo agronómico y económico de una manera sólida y decidida. Recuperar los elementos de la dieta mesoamericana, que se basa en la diversidad producida en agroecosistemas tradicionales como la milpa, puede mejorar las condiciones nutricionales y mantener los procesos de adaptación al cambio climático. Necesitamos transitar de sistemas alimentarios globalizados a sistemas alimentarios regionales y locales”, concluyó el especialista.

Por su parte, la maestra en ciencias agrícolas, Caroline Burgeff, puntualizó que la agrobiodiversidad tiene elementos importantes para transitar a sistemas alimentarios sostenibles. Primero, cuenta con la diversidad genética asociada a los cultivos, las razas o las variedades locales de cada especie, que tienen adaptaciones al cambio climático. Segundo, tiene sistemas de producción resilientes, “el hecho de que sean diversos hace que los ataques de plagas y enfermedades no se den de la misma manera que en un monocultivo”.

La consultora independiente, Francisca Acevedo subrayó que la agricultura y la alimentación mundial dependen de los cultivos nativos no sólo de México, sino de todo el planeta, donde se logró domesticar especies y parientes silvestres. “Es muy importante conocer ¿cómo nos estamos alimentado? Y diferenciar las maneras de producir a la hora de hacer las políticas públicas”. Aseguró que se trata de bienes públicos y “tenemos que ser responsables de cuidarlos en México y en otras partes del mundo para contender con los problemas mencionados”.

¿Es más caro comer saludable qué comer chatarra?

En su ponencia, Patricia Clark, de la Unidad de Investigación en Epidemiología Clínica-Hospital Infantil de México, buscó responder a la pregunta ¿Es más caro comer saludable qué comer chatarra? Explicó que el 70% de la población mexicana tiene algún grado de sobrepeso u obesidad. Un problema que afecta a la población infantil, a niños en 37.3%, y adolescentes en 41.1%.

Sostuvo que la dieta saludable es aquella alimentación que proporciona los nutrientes que el cuerpo necesita para mantener el buen funcionamiento del organismo, conservar o restablecer la salud y minimizar el riesgo de enfermedades. Esta dieta incluye frutas, verduras, leguminosas, nueces, semillas, cereales y alimentos de origen animal. Por su parte, la dieta no saludable se caracteriza por el exceso de alimentos y bebidas altos en energía como la sal, el azúcar, las harinas refinadas, las grasas y, en particular, grasas trans y ultraprocesados.

“Una dieta saludable, completa y variada puede lograrse comiendo frutas y verduras de temporada. Aunque existe el mito de que la dieta saludable es más cara y, por lo tanto, es menos accesible, lo que ha sido un obstáculo en la promoción y el seguimiento de dietas saludables”, expuso la especialista. Aseguró que, después de una investigación que consistió en un cuestionario para conocer cómo se alimentaban los niños y dónde compraban sus alimentos, se encontraron tres patrones de alimentación: alimentación saludable, de transición y no saludable.

Se calculó el costo promedio de las dietas y porciones con frecuencia de consumos. El costo de patrón saludable está en promedio en 352.69 pesos; la de transición está en 323.65 pesos y la no saludable está 311.43 pesos en promedio. En conclusión, “los tres patrones cuestan muy similar. Las diferencias se dan por frecuencia de consumo de los alimentos y no, por el contenido de éstos. No hay diferencia en los costos de la dieta saludable y la dieta chatarra de niños y adolescentes mexicanos, es mentira”.

Al tomar el micrófono, Margarita Flores, Consultora independiente y colaboradora del PUED, UNAM, concluyó que “estos análisis nos están dando señales de que la alimentación es un tema de gestión, de gobernanza que destaca como prioridad y la definición de áreas en las que podemos actuar. El tema que surgió, es que todas estas acciones no forman parte de las políticas públicas, esto nos lleva de nuevo a la gobernanza”.

Fuente: wired.com