El progreso de la ciencia, el caso COVID-19

Dr. Fernando Luís García Carreño

El doctor Fernando García Carreño es investigador titular D del Programa de Ecología Pesquera en el Centro de Investigaciones Biológicas del Noroeste (Cibnor). Contacto: fgarcia@cibnor.mx

Recientemente “El País”, el diario español, publicó una serie de notas relacionadas con la pandemia “La peste negra”, haciendo comparaciones con la pandemia “COVID-19”. Lo que nos llevó a pensar como ha progresado la ciencia, por lo que revisaremos como era la práctica médica durante el Siglo XIV y como es la ciencia medica durante el Siglo XXI.

Las enfermedades son tan antiguas como la humanidad. La antropología ha identificado patologías en restos humanos en todo el mundo. El las primeras civilizaciones ya se identifica esfuerzos por “curar” las enfermedades. Esa práctica médica tenía dos pilares, uno empírico, que trataba de eliminar la enfermedad usando remedios basados en plantas, minerales y animales. Y otro basado en explicaciones mágico-religiosas de las enfermedades, como castigo divino a desacatos de la humanidad.

Nombres de practicantes de la medicina antigua que destacan son Hipócrates, llamado el padre de la medicina, y Galeno, ambos griegos. Durante el Siglo VIII, los musulmanes, los primermundistas de esa época tradujeron tratados griegos y desarrollaron una práctica médica robusta -los pueblos europeos se encontraban en la edad media, causada por la caída del Imperio Romano y el establecimiento de los cristianos-. Las culturas musulmanas en Asia, Norte de África y Sur de Europa establecieron las primeras universidades y hospitales del mundo, en donde formaban a sus practicantes de la medicina. Destacan practicantes como Avicena -también llamado padre de la medicina-, Abulcasis, Averoes, y Razhes.

Como unos eran cristianos y otros musulmanes, había poca influencia de unos en otros y las prácticas médicas musulmanas no permearon hacia Europa medieval. En 1348 llegó la peste negra a Europa, en un barco procedente del Mar negro, con marineros infectados. Ellos no sabían que la enfermedad es causada por la bacteria Yersinia pestis que se transmite por una pulga que deposita la bacteria cerca del sitio en donde rompe la piel para tomar sangre. La pulga se transporta, además de en humanos, en rata y otros roedores. La enfermedad se llama “peste negra” por lesiones de ese color en extremidades de los infectados; también se llama “peste bubónica” por que causa “bubas”, ganglios inflamados por la infección.

Durante la peste negra, como ahora con la COVID-19, había ¨fake news” que culpaban al comportamiento humano por el castigo divino, y también “teorías de complot” culpando a los judíos por la peste.

Se estableció la cuarentena en las ciudades europeas, por ejemplo, en Venecia se llevaba a los convalecientes a islas para que se “aislaran” y los barcos que llegaban al puerto debían permanecer cuarenta días para que los pasajeros y la mercancía pudieran desembarcar. Se sabe que Galileo Galilei en una de varias visitas a Roma para responder a la demanda por la inquisición, tuvo que esperar en pueblos del camino mientras pasaba una epidemia.

Si comparamos lo que sucedió durante la peste negra en el Siglo XIV y lo que se espera ocurra durante la pandemia de COVID-19, este es el resultado. Durante la peste negra se estima murió la mitad de la población de Europa y un tercio de la de Asia. Esto es unos cien millones de muertos cuando la población era de 350 millones. Si ese valor lo extrapoláramos a la población actual de siete mil millones de habitantes, el equivalente sería de varios miles de millones de muertos. No se espera que sea así. La diferencia radica en que la medicina moderna y sus practicantes ahora saben lo que en el Siglo XIV no se sabía.

Para iniciar, no tenían la menor idea de un mundo microscópico. Vida microscópica. Tampoco había una teoría de la enfermedad. Ahora sabemos que hay diferentes causas, etiologías.

Si bien, la práctica de la medicina en la edad media obedecía a lo que Galeno había dicho siglos antes (Siglo II), se culpaba a agentes como miasma -efluvio dañino que desprenden cuerpos enfermos, materias en descomposición o aguas estancadas- causantes de las enfermedades, ya había cierta idea del problema. Los practicantes de la medicina ya sabían que las epidemias dependían de contagio, sin saber ni quien ni como ocurría. Contagios ocurren entre humanos, como el sida o entre humanos y vectores como insectos hematófagos, como el caso de la pulga en la peste negra. La responsable, el agente etiológico en el caso de la peste negra ahora sabemos, es una bacteria llamada Yersinia pestis, que es portada por una pulga que infesta a la rata doméstica y otros roedores.

La manera como imaginaban evitar contagios entre enfermos y practicantes de la medicina, era que estos últimos vistieran de manera que ahora resulta graciosa. Tan graciosa que ese tipo de vestimenta es muy usado como disfraz durante los carnavales actuales en Venecia. Esta vestimenta consistía de un abrigo que cubre todo el cuerpo, incluyendo la cabeza, guantes, cubierta para ojos y otra en forma de pico de ave para cubrir boca y nariz, y un sombrero de ala ancha. Todo en negro. El pico se llenaba con objetos o sustancias olorosas que neutralizaran o enmascararan el olor fétido que emiten las bubas de los infectados. De ahí “peste”. Usaban un utensilio médico que consiste en un objeto largo como una vara para auscultar a los enfermos, sin necesidad de tocarlos con las manos, y no pocas veces para saber si el paciente había muerto.

Con la invención del microscopio por Leeuwenhoek en Holanda se pudo observar el mundo microscópico incluyendo microorganismos patógenos. Ya en el Siglo XIX Robert Koch en Alemania mostró las transmisiones bacterianas y publicó sus postulados explicando cuando una bacteria puede ser llamada infecciosa. Un gran avance de esta época fue la recomendación del médico Ignaz Semmelweis en Austria para que los médicos se lavaran las manos antes y después de atender a un paciente, con lo que se redujo significativamente la muerte de parturientas. Esta ha sido uno de los grandes descubrimientos de la ciencia y sin duda ha tenido mas efecto positivo en la humanidad que cualquier tecnología. La medicina moderna había nacido. Ahora con la COVID-19, el lavado de manos frecuente es una de las formas mas eficientes de evitar contagio. Ya que al lavar las manos eliminamos virus que pudimos haber tomado de superficies contaminadas o del aire. Una mano contaminada que toca la cara es una garantía de contagio.

Para entonces, ya Edward Jenner, en Inglaterra, en el Siglo XVIII, había observado el principio de lo que después Pasteur en el Siglo XIX en Francia llamaría vacunas. Había nacido la medicina basada en evidencias experimentales. Esta se fundamenta en principios biológicos y en el paradigma de modelo salud-enfermedad determinado por factores biológicos, psicológicos y socioculturales. La herbolaria evolucionaría a farmacología, el estudio de principios activos. En 1908, Paul Ehrlich demostró que un principio activo, la arsfetamina mataba bacterias sin afectar células humanas. La era de los antibióticos nacería con el descubrimiento de la penicilina por Alexander Fleming en 1928.

La medicina ha progresado significativamente y ahora nos encontramos en la era de la genómica y la biotecnología. Yersinia pestis puede ser eliminada de un paciente usando antibióticos, si este se trata al inicio de la infección, con lo que la mortalidad ha disminuido drásticamente. No se espera haya otra pandemia causada por ella.

Para hablar sobre el progreso de la ciencia en México, usaré información tomada de una entrevista hecha al Dr. Adolfo Martínez Palomo del CINVESTAV por El Universal (16/07/2020). La ciencia mexicana ha trabajado por los pobres eliminando la oncocercosis en Oaxaca y Chiapas. Se ha salvado la vida de millones de niños con la rehidratación oral basada en investigación científica que empezó siendo ciencia básica con estudios de transporte de agua en la piel de ranas. Se ha trabajado en el paludismo que solía ser una importante causa de muerte, ya no lo es. Se ha controlado el sida a pesar de ser un problema infeccioso tan complejo como el COVID-19. Además, la ciencia mexicana ha contribuido al mundo con el desarrollo de la píldora anticonceptiva que contribuyo a la liberación de la mujer; no puedo imaginar una mayor contribución humanitaria de la ciencia mexicana al mundo.

Un hecho que nos ha sorprendido tremendamente es el desarrollo de la COVID-19. Hay cientos de libros y películas de ficción tratando temas futuristas de gran envergadura y retando a la humanidad a extremos casi de extinción. No imaginamos que algo como la COVID-19 pudiera ocurrir. Por fortuna la ciencia médica moderna está aquí. Una pandemia de envergadura significativa fue el SIDA. Debido a que la inmunología y epidemiología estaban bien desarrolladas se ha logrado contener su efecto, ya hay tratamiento para la enfermedad y la mortalidad ha descendido significativamente. Ahora con la COVID-19 el reto es mayor. La infectividad, la morbilidad y la mortalidad son altas. La medicina está trabajando como nunca para resolver el problema. Desde tratamientos, hasta vacunas están en desarrollo.

La pandemia de COVID-19 además de reto médico, también es un reto social en el sentido de que hay prácticas que promueven haya mas infectados de los que debiera si se tomaran precauciones. Además, hay interesados en desinformar generando “fake news”, sugiriendo remedios que de ser usados solo retrasan la acción de la medicina. Y por supuesto “teorías de complot” También la política contribuye. Una manera de que la pandemia empeore es trivializar el problema. Cuando un problema de la envergadura de la COVID-19 se trivializa, el efecto se puede ver en países como México y Estados Unidos.

Todo lo anterior genera una inercia en la sociedad que es difícil de detener. Confiemos que tanto médicos, sociedad y políticos hagan lo que deben hacer para reducir el efecto de la actual pandemia. Y muy importante, responsabilicémonos de nuestra salud y la de nuestros cercanos. Recuerden el “Efecto manada” si hay pocos infectados, habrá menos contagios.

Fuente: Cibnor