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Diversidad sexual en la ciencia: que los prejuicios del pasado no arruinen una carrera más

¿Cuántos hombres o mujeres científicos no desarrollaron su talento por haber sido reprimidos debido a su sexualidad?, pregunta el divulgador Martín

En 1952, la vida de Alan Turing cambió drásticamente. Su amante lo robó, por lo que, para llevar a cabo la denuncia, tuvo que reconocer públicamente su homosexualidad. Como consecuencia se le imputaron los cargos de indecencia grave y perversión sexual en un contexto en el que se castigaba duramente la homosexualidad, después del juicio, fue condenado a ir a prisión o someterse a una castración química.

“Para no entorpecer sus investigaciones, Turing optó por el ‘tratamiento’ basado en estrógenos que no sólo le impidió trabajar, sino que además le causó fuertes alteraciones físicas, emocionales y mentales”, relata la divulgadora Gloria Valek Valdés.

Dos años después, el 8 de junio de 1954, Turing fue hallado muerto en su casa. El examen post mortem señaló que se debió a envenenamiento por cianuro en los restos de una manzana. “En la investigación policial se dijo que pudo ser desde una muerte accidental por químicos de su laboratorio, hasta asesinato. Su cuerpo fue cremado y no se supo más de las causas de su muerte”, añade la jefa de redacción de la revista «¿Cómo ves?».

Junto con el divulgador Martín Bonfil y el historiador Sergio Almazán, Gloria Valek participó en la Semana de la Diversidad, coordinada por la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la UNAM y el Museo Universum, en un conversatorio llamado “Vidas diversas…”. La divulgadora se concentró en la emblemática vida del héroe secreto de la Segunda Guerra Mundial, artífice de la decodificación de los códigos nazis, clave para la victoria de los Aliados. Pero también fue pionero de la computación y de la inteligencia artificial, así como de las tecnologías de la información y comunicación, tema sobre el cual Valek realizó su tesis de doctorado.

La divulgadora añade que, si bien el gobierno británico le concedió su ingreso a la Royal Society, nunca tuvo el reconocimiento merecido; actualmente, es un ícono en el mundo académico y cultural en todo el mundo.

“Incluso hay un Premio Turing, considerado el Nobel de la computación (…) la revista Time lo consideró uno de los personajes más importantes del siglo XX y la BBC lo puso entre los británicos más importantes en su historia. Su vida fue intensa, fructífera y creativa y resulta paradójico que la movilización pública para limpiar su nombre haya sido a través de las redes digitales, que deben a él en buena medida a su existencia. Adicionalmente, su historia ha sido importante para dar fin a las persecuciones de las comunidades LGBT+ en Inglaterra y el mundo”.

Oliver Sacks

Turing murió prematuramente, tan sólo unos años antes de su muerte ya incursionaba en investigaciones sobre biología teórica. “¿Quién sabe lo que hubiera pasado si este hombre hubiera llegado a sus 80 años sin ser maltratado por su sociedad? Los homenajes salen sobrando ante las injusticias que sufrió”, dijo por su parte Martín Bonfil, quien, durante el conversatorio disponible en el Facebook de Universum, lanzó una pregunta(s) elemental y oprobiosa:

¿Cuántos hombres o mujeres más con otras preferencias habrán habido en la historia de la ciencia y que no sabremos porque tuvieron miedo? ¿Cuántos no pudieron desarrollar su talento por ser reprimidos por su sexualidad?

Se conocen varios, algunos de ellos y sus historias fueron relatados por el divulgador. Entre éstos uno de los más conocidos por su obra literaria y de divulgación de las neurociencias fue Oliver Sacks, fallecido en 2015, quien, después de una vida plena reveló su homosexualidad, que había ocultado públicamente. “Fue un personaje respetable por su obra y sobre quien, después, por medio de su autobiografía, supimos que vivió una vida sexual al máximo y que disfrutó de los placeres de la vida. Lo triste es que incluso un personaje tan famoso, admirado e inteligente tuviera miedo a hacer pública su homosexualidad”.

Más vidas “diversas”

Entre las otras vidas “diversas” a lo establecido socialmente en sus épocas, Bonfil refirió nombres como los de Margaret Mead (1901-1978), antropóloga que estudió la sexualidad en culturas originarias y aliada de la revolución sexual. “Contribuyó a la sexología moderna y contribuyó al reconocimiento de los derechos de la diversidad sexual”.

Otra mujer fue la física Sally Ride (1951-2012), la primera astronauta estadunidense, quien viajó en el transbordador espacial Challenger y fue abiertamente lesbiana, así como promotora de la diversidad sexual de las mujeres. En Rusia, a finales del siglo XIX, una de las mujeres más conocidas públicamente fue Sofya Kovalévskaya (1850-1891), quien contribuyó al análisis, las ecuaciones diferenciales parciales y la mecánica. En esa época no sólo era improbable que una mujer hiciera público su lesbianismo, sino que además estudiara matemáticas, refiere Bonfil. “Se empeñó y sus maestros no tuvieron más remedio que reconocer su talento, que fructificó en aportaciones importantes a las matemáticas”.

También destacó a Deirdre McCloskey, historiadora, economista y activista transgénero, quien nació como Donald en 1942. Ha realizado aportaciones al estudio del capitalismo y sobre qué sistemas económicos funcionan mejor para la sociedad; a mediados de los noventa realizó su transición, de la que se siente orgullosa.

Otra mujer transgénero, pero en el área de la ingeniería, es Lynn Conway, continuó el divulgador. También activista transgénero, fue pionera del manejo generalizado de comandos dinámicos de IBM, donde la despidieron por sus preferencias, aunque hace unos años le ofrecieron una disculpa, lo cual “no quita la injusticia que cometió con ella en los años setenta”.

Martín Bonfil añade adicionalmente que las personas transgénero están saliendo a la luz en la vida pública, como lo hicieron primero los homosexuales, las lesbianas y los bisexuales. “Ahora parece ser el momento de las personas transgénero para ser visibilizadas”.

Mexicanas activistas

Martín Bonfil recordó a otros filósofos, desde Platón, y académicos y académicas que enfrentaron los prejuicios de su época, cuyos nombres fueron más visibles al igual que otros personajes de la literatura, como Simone de Beauvoir. Algunos nombres más, como el de Sor Juana Inés de la Cruz, se especula que fueron parte de esta “diversidad”, aunque no hay evidencia para sostenerlo de manera decisiva.

Aunque en México no hay nombres conocidos en esta historia de la ciencia, refirió el divulgador, tiene valiosas referentes en la actualidad.

Una de ellas es Dania Gutiérrez, doctora en bioingeniería y especialista en interfaces cerebro-máquina, investigadora del Centro de Investigaciones y de Estudios Avanzados (Cinvestav) Monterrey, quien además es una reconocida activista transgénero. “Es la mujer transgénero más visible en el mundo académico mexicano. Es una mujer valiente porque en el medio académico no se hace activismo trans”.

Un caso similar es el de Siobhan Fenella Guerrero Mc Manus, bióloga y especialista en filosofía de la ciencia, quien se desempeña como investigadora del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH) de la UNAM. Su tesis de doctorado hace una investigación en biología evolutiva con “análisis categorial en la homosexualidad y la relación de los mecanismos biológicos, la subjetividad y el poder, todo ello situado en la filosofía de la ciencia…”.

También ha realizado estudios de género, trasngénero y ecofeminismo, ha publicado libros sobre biología y sexualidad, agrega Bonfil. “No descansa en luchar por los derechos de las personas trans”.

Afortunadamente, enfatiza el divulgador, en el mundo científico no importan las preferencias sexuales o afectivas y cada vez influyen menos en el desarrollo académico. “Es el momento por luchar por estos derechos y visibilizar en ciencia la diversidad sexual (…) Cualquier persona debe tener acceso a la educación independientemente de su raza, religión o sexualidad…”.

Más sobre la vida de Turing

Alan Turing fue uno de los primeros en descifrar los códigos secretos nazis, aunque no fue el único. En el equipo del ejército inglés figuraban también jugadores de ajedrez, ingenieros, físicos y matemáticos británicos. Sus observaciones permitieron desarrollar la decodificadora británica, llamada Bombe, que consistía en una máquina electromecánica que exploraba y descifraba las combinaciones posibles generadas por la Enigma nazi. Para el final de la guerra se habían creado cerca de 200.

La divulgadora Gloria Valek relata que la vida de Turing transcurrió entre guerras, secretos personales y profesionales, importantes logros y fuertes desilusiones. “Estuvo dedicado al trabajo, excepto por un corto periodo en que pidió matrimonio a Joan Clarke, colega matemática quien rompió el compromiso tras enterarse de su homosexualidad, cada vez más explícita y evidente, en una época donde no sólo era mal vista, sino prohibida”.

Sus biógrafos los retratan como un hombre fuerte y parlanchín, conocido por su enigmática personalidad y su gusto por tocar el violín, aunque no lo hacía bien. Al inicio de la primavera usaba una máscara de gas debido a sus alergias al polen. En los años 50 expresó su convicción de que las computadoras serían capaces de imitar la inteligencia humana y elaboró la Prueba Turing, un examen capaz de probar el comportamiento inteligente en una máquina.

Fuente: cronica.com.mx