Tortura en la librería: cómo escoger tu mejor libro infantil de ciencia

La buena noticia es que la categoría Infantil/Ciencia vive una explosión editorial; la mala, que hay que elegir. ¿Origen de la vida o física cuántica? ¿Profusión de datos o una buena trama? Las opciones son muchas y el objetivo, uno: provocar un “wow” mental que alimente el deseo de saber.

“¡Mira qué ilustraciones! ¡Qué originales!”, dice Viviana Alonso, librera de Traficantes de Sueños (Madrid), mientras abre pop-ups y solapas. “En el libro infantil es donde los editores son más creativos. Hay mucha innovación”.

En los contenidos hay más variedad “sobre todo en las editoriales pequeñas, que se atreven más y no van a lo seguro”, añade Alonso. En los libros de ciencia se nota.

Temas más allá de los clásicos

No fallan los temas de siempre como los dinosaurios, con obras como El huevo maravilloso y Dinosaurium; y el espacio, como la biografía para niños de Neil Armstrong.

Entre los libros de naturaleza, destaca Cómo hacer una casa en un árbol, donde la ilustración es protagonista, o Rescate animal, en el que los lectores deciden el futuro de cada especie.

Sobre el cuerpo humano hay obras preciosistas como Ilumianatomía, o el último título de la serie del Profesor Astro Cat, o el clásico de 1982 (que puede conseguirse de segunda mano) Cómo trabaja tu cuerpo.

En los últimos años, el abanico de temas se ha ampliado y la ciencia para niños en español incluye joyas como Mi primer libro de Relatividad; obras sobre astrofísica, como Desde el Universo hasta la Tierra; de matemáticas (Matemática mente); o sobre evolución, con una versión infantil de El origen de las especies de Charles Darwin.

El cuidado del medioambiente se aborda desde perspectivas tan originales como la de Basura, todo sobre la cosa más molesta del mundo, y se percibe una especial atención a la crisis climática, con títulos como El clima a tu alcance o Cambio climático).

Otros libros exploran cuestiones tan ambiciosas como la historia del universo desde sus orígenes hasta nosotros en Cómo se formó el mundo.

Mención aparte merecen los de experimentos, los de tipo ‘cómo funciona’ (Los viajes cotidianos de las cosas ordinarias, o Inventos en 30 segundos) y los de preguntas, del estilo de Papá ¿dónde se enchufa el sol?

También hay innovación en el tratamiento de los temas. Para Eduardo Acín, fundador a principios de 2019 de Shackleton Books, “cada vez hay más propuestas que buscan ir más allá de la mera aproximación enciclopédica y exploran otros lenguajes, como la ficción, el cómic o los personajes de fantasía. Hoy podemos encontrar una especie de tebeo en el que un esqueleto nos describe el funcionamiento del cuerpo, o un gato nos lleva de viaje por el espacio”.

A cada cual lo suyo

Sí, escoger es una tortura. Un punto de partida es pensar en el destinatario: ¿Qué llave abre a tu niño o tu niña? Como dice Viviana Alonso, “un libro no es solo un libro, sino un viaje, algo que recuerdas siempre, que te hace pensar y sentir”. Pero ese efecto es personal e intransferible, y solo se consigue cuando libro y lector encajan como llave y cerradura.

Ilustraciones impactantes (¿En qué mundo vives?), historias personales (Las ideas de Ada), las respuestas que estaba buscando (¿Por qué brilla el sol?)… Cada mente tiene su clic, y conviene acertar so pena de cadena perpetua en la estantería hasta para el mejor de los libros –la experiencia de quien escribe este reportaje es que los niños tienden a la crueldad en este punto–.

En cuanto a la edad, es importante, sin duda, pero ojo: los compartimentos no son estancos. Hay libros con muy poco texto capaces de encandilar al de cinco y a la de cincuenta (Fuerte, suave, murmurando o Veo el mundo).

Quizás porque, como dijo el matemático John Conway, “lo más difícil es desaprender todo”. Mi primer libro de física cuántica o Sobre un rayo de luz también se dirigen a adolescentes y sus familias, y con Evolución el rango es aún mayor.

¡No están estudiando!

Así pues, a cada lector su formato. Pero hay un ingrediente, dicen en Shackleton Books, que raramente falla: provocar la risa.

“A los niños no hay que convencerles de que la ciencia, el cosmos, el cuerpo humano o la historia son interesantes”, dice Eduardo Acín. “Se trata de no abortar esa curiosidad espontánea: ponerse en su lugar y emplearse a fondo en buscar los recursos que les hagan disfrutar del contenido, en lugar de convertirlo en algo académico, convencional. En esa ecuación, el sentido del humor nos parece una variable fundamental”. Ellos, por ahora, apuestan por biografías, como las de Einstein, Marie Curie y Darwin.

Laura Morrón, editora de Next Door Publishers, destaca dos elementos en los libros de ciencia para niños: “Tienen que ser vistosos, entrar por los ojos, y prácticos, porque la teoría ya la tienen en la escuela”, aunque no hay que renunciar a profundizar un poco. “No se trata de contarles un rollo, desde luego, pero la ciencia también requiere un proceso calmado”, dice Morrón.

Con esos principios Next Door acaba de sacar Un mundo microscópico, un manual para usar el microscopio con el que aspiran a ayudar a los niños “a tener la experiencia de descubrir”, solos o con adultos.

Tres claves

A la hora de la verdad, ninguna fórmula mágica anulará el vértigo de la decisión. Por si sirven, vayan tres recomendaciones más, recopiladas en charla informal con editores, libreros, amantes de la ciencia y, simplemente, madres y padres.

Una: la claridad en la exposición de hechos es requisito obligado, pero nunca suficiente –la mayoría de libros de texto hacen su trabajo–.

Dos: el exceso de información abruma; adelantar demasiadas respuestas mata posibles preguntas.

Tres: si la obra parece aburrida (al adulto), seguramente lo será (para el niño).

Por algo el nobel Bernard Shaw tenía por costumbre no dar a los niños libros que él no leería.

Fuente: SINC