Tiene México una docente de 10

La pasión por la ciencia y su enseñanza como parte fundamental del desarrollo de jóvenes capaces de incidir positivamente en su comunidad granjeó a María Diana Lorena Rubio Navarro un lugar entre los 10 mejores docentes del mundo este año

Esto al ser seleccionada, de entre más de 8 mil nominados procedentes de 150 países, como una de las 10 finalistas del Global Teacher Prize, considerado como el Nobel de la educación y otorgado por la Fundación Varkey y la Unesco a los educadores que tienen los aportes más sobresalientes en su rubro.

“Significa mucho para mí, porque creo que es un momento en el que podemos resaltar y visibilizar la labor que muchos docentes han estado haciendo de manera extraordinaria en sus diferentes contextos para incidir sobre el aprendizaje de los estudiantes”, comparte en entrevista telefónica Rubio Navarro, nacida en Querétaro, en 1971. La doctora en Ciencias Biomédicas, de hecho, se convirtió en la primera persona de nacionalidad mexicana en ser nominada al galardón promovido por la organización Movimiento STEM, gracias a su labor como una profesora interesada en que sus estudiantes desarrollen tanto el pensamiento como las habilidades científicas básicas.

Es decir, explica la queretana, que tengan la capacidad de identificar un problema, plantear distintas soluciones para el mismo y elegir entre ellas la más conveniente, identificando variables, haciendo análisis, registrando datos, discutiendo y concluyendo en función del caso específico.

“Que sepan que tienen esta capacidad y que el pensamiento crítico, lógico, ordenado, se desarrolla, sobre todo, a través de la experiencia, a través del aprendizaje activo basado en proyectos, en retos y soluciones a casos”, remarca Rubio Navarro, miembro del cuerpo docente del Centro de Bachillerato Tecnológico Industrial y de Servicios (CBTIS) 118, en Corregidora, Querétaro, desde hace una década. “En fin, trato de mantenerlos activos. Pero, sobre todo, me interesa mucho que ellos se visualicen”, agrega. “Diseño situaciones de aprendizaje donde ellos se visualicen como tomadores de decisiones, gestando proyectos, haciendo innovación, mejorando sus contextos”. Todos y cada uno de sus estudiantes, subraya, pueden tener algo por seguro: “Yo confío en ellos, confío en sus talentos y confío en que a través de ellos vamos a tener un mundo y un futuro mejor”. Fue precisamente uno de sus ex alumnos, además de un par de colegas, quien le hiciera llegar la convocatoria del Premio Docentes Extraordinarios: National Teacher Prize México, que Rubio Navarro ganara en 2020, lo cual fungió como un trampolín para después concursar internacionalmente.

“A veces esas cosas que hacemos en el aula por agregar valor a nuestros estudiantes cada día y por asegurarnos de ser la mejor versión para ellos no es en búsqueda de un premio, pero (un reconocimiento así) sí es producto de lo que inspiramos en ellos. Yo insisto en que el mejor premio para mí son las calificaciones de mis estudiantes, pero, sobre todo, verlos exitosos y aplaudir sus triunfos. “Después de haber ganado el premio nacional, Movimiento STEM me hizo llegar la convocatoria del premio global, y ahí sentí más bien una responsabilidad: Si ya representaba a México, ¿por qué no hacerlo a nivel global?”, se planteó entonces. Con esa plena confianza en los estudiantes, y los esfuerzos siempre orientados a la escuela pública, Rubio Navarro invirtió parte del millón de pesos con que estaba dotado el Premio Docentes Extraordinarios en adquirir equipamiento, materiales y reactivos, particularmente para el Club de Ciencias que desde hace nueve años organiza extracurricularmente en su plantel. Un espacio donde los jóvenes desarrollan un prototipo capaz de resolver problemas locales pero de impacto global, el cual les permite participar en ferias, lo cual también implica varios costos. Al día de hoy, 16 de sus estudiantes -seis de ellas mujeres- han obtenido los primeros lugares en encuentros nacionales e internacionales.

El desafío de orientar a más alumnas hacia las ciencias, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas -lo que se conoce, por sus siglas en inglés, como STEM o STEAM, cuando se incluye al arte- es de las principales guías de la labor de Rubio Navarro. Pero no sólo eso, sino también el empoderar a las propias docentes para que conozcan tal enfoque de enseñanza y tendencia. Una tarea en la que ha logrado sumar diversas voluntades a través del colectivo MujereSTeamDGETI, con colegas de dicho subsistema educativo -donde 56 por ciento del cuerpo docente son mujeres- procedentes de gran parte del País. Además de todo esto, formar una fundación para crear redes de colaboración y apoyo tanto para que las jóvenes terminen de estudiar como para cuando ya han egresado es algo a lo que la docente queretana habría destinado parte del millón de dólares con que el Global Teacher Prize premia al ganador o ganadora. El fallo del galardón, anunciado el pasado 10 de noviembre, finalmente no fue a favor de Rubio Navarro. Pero como si lo hubiera sido, pues la sola nominación como una de las 10 finalistas le ha traído, además de una gran felicidad, la oportunidad de hacer visible y manifiesto que la acción cotidiana de los docentes importa para transformar favorablemente las comunidades a través de los estudiantes, aun en estos tiempos de crisis, para nada desprovistos de dificultades y pérdidas tanto para maestros como para alumnos. “Ha sido maravilloso. He tenido oportunidad de participar en foros nacionales, internacionales, de educación, de perspectiva de género, de las nuevas tendencias educativas. Estoy bien correspondida con la labor y la trayectoria que he tenido y que ha implicado la suma de muchas voluntades”, celebra.

“Como mexicanos y como docentes mexicanos debemos creer que estamos haciendo cosas extraordinarias todos los días, que tenemos ideas y propuestas innovadoras, pero que también incidimos en nuestros compañeros; es decir, no nos apropiamos sólo de nuestros conocimientos, sino que también tenemos la voluntad de hacerlos llegar a otros docentes para que las buenas prácticas se reproduzcan y crezcan”. ‘Llegué a la ciencia por equivocación’ Hija de padres provenientes de comunidades rurales de Querétaro, quienes no pudieron acceder a la educación desde la niñez, María Diana Lorena Rubio Navarro suele decir que su llegada a la ciencia fue azarosa y, prácticamente, por equivocación. De joven, rememora, lo que ella quería era estudiar ingeniería.

A lo que su padre se opuso diciendo que eso era “un trabajo para hombres”. Después quiso ser médica, pero la falta de recursos en su familia, siendo ella la segunda de cinco hermanos y hermanas, no se lo permitiría. Con un interés en desarrollarse profesionalmente en un área que fuera al aire libre, pues entonces era asidua al deporte, específicamente al básquetbol, la queretana terminó por hacer la licenciatura en Educación Física en la Escuela Normal del Estado, en cuyo último semestre realizó sus prácticas sociales en un Centro de Atención Múltiple, donde veía niños con necesidades especiales. Ahí, una pregunta la embargó: “¿Qué es lo que ocurre en el cerebro de estos niños, y cómo yo, como educadora física, puedo incidir para mejorar su desarrollo?”. Le aconsejaron visitar el Instituto de Neurobiología de la UNAM, en el campus Juriquilla, donde no sólo descubrió que algunas materias podrían servirle para mejorar sus conocimientos, sino que conoció a la doctora en ciencias Thalia Harmony Baillet, y el encuentro fue determinante para que Rubio Navarro aplicara a una maestría. “Por eso insisto: Yo llegué a la ciencia por equivocación, por error. Fue algo accidental que me llevó al Instituto de Neurobiología”, reitera. “Finalmente, el doctor Manuel Salas me apoyó para hacer mis estudios de maestría y doctorado en su laboratorio. Confió en mí cuando yo era licenciada en educación física y no tenía esta formación como médico biólogo”. Al final de sus estudios de doctorado, recibió una invitación para enseñar biología a nivel medio superior, que no era algo que ella realmente ambicionara; “yo quería trabajar en una universidad, tener mi grupo de investigación y hacer una línea propia que tuviera que ver con educación física”. Pero esto cambió luego de llegar a dar las clases y conversar con los chicos y chicas -particularmente con éstas-, constatando su avidez por aprender y el asombro que les causaba que todos pueden hacer ciencia, sin importar la condición social ni mucho menos los roles de género socialmente impuestos. “Ahí es donde dije: ‘Aquí es un área de oportunidad interesante'”, evoca la doctora en ciencias biomédicas.

“Los chicos necesitan saber cuáles son las carreras que son más demandadas actualmente por la transición a la cuarta revolución industrial; cuáles son las competencias del siglo 21 necesarias para enfrentar los retos y objetivos 2030 de la agenda de la ONU, y desarrollar esas competencias de pensamiento crítico, creatividad, colaboración, comunicación, pensamiento digital y de programación, matemático, científico”. Principalmente, continúa, que puedan hacer la elección deliberada de una carrera científica, conscientes y confiados en su propia capacidad para ello. “Muchas chicas y chicos no eligen estas carreras porque en la secundaria se enfrentan a la química, la física, biología y matemáticas de una manera abrupta, y después dicen ‘no quiero nada que tenga que ver con las matemáticas. Voy a elegir una carrera, pero que no tenga que ver con la ciencia’. “Cuando llegué, les di clases y las chicas me preguntaban cosas como: ‘¿En serio usted va al laboratorio?'”, detalla. “Ahí fue cuando me enganché con los estudiantes y supe que no era casualidad, sino que había encontrado mi vocación real”.

A lo largo de esta década centrando su metodología pedagógica en las necesidades, los intereses y talentos de sus estudiantes, Rubio Navarro ha impartido clases a más de 4 mil estudiantes, lo mismo de materias como biología, química y bioquímica que de voleibol, gimnasia, natación, ética, y lectura y redacción, además de contribuir a la creación de la carrera técnica de transformación de plásticos. Cerrar la brecha de género Al preguntarle a niñas de primaria a qué se quieren dedicar, ellas responden que quieren ir al espacio y hacer cosas maravillosas, dice María Diana Lorena Rubio Navarro.

Pero al llegar a la secundaria, contrasta, no lo quieren más, acaso por haber asumido ya el rol de género que la sociedad les asigna. Con el 30 por ciento de la ciencia que se realiza en México hecha por científicas, y apenas 8 por ciento de los puestos directivos en empresas e instituciones privadas ocupados por mujeres, para Rubio Navarra está claro que la brecha de género aún es amplia y cerrarla es labor de todos. Para empezar, sostiene, haciendo de la ciencia una cuestión cultural al alcance de todos, y desmitificando ideas como que solamente los hombres pueden ser científicos o que solamente pueden hacerlo aquellos con abundantes recursos económicos. “Además, como padres de familia también tenemos que pensar en que la escuela es un buen vehículo para el desarrollo y formación de nuestros hijos, pero las actividades no formales comienzan a tomar mucha importancia”, dice la doctora en ciencias biomédicas, madre de dos hijas de 14 y 11 años que suelen ser parte de su staff cuando ofrece shows de ciencia. “Actividades no formales como clubes de ciencia, de programación, de ajedrez, de creación literaria, de robótica”, ilustra. “En fin, estos espacios donde el objetivo es que el niño descubra el interés profundo que tiene por algo y que comience a desarrollarlo”.

Aunado a esto, y como han insistido quienes forman parte de este esfuerzo para erradicar la brecha de género en ciencia, algo necesario es mostrar a las niñas y jóvenes el trabajo que han hecho y a diario realizan las científicas, para que así éstas puedan servir como ejemplo. “(Hay que) generar más roles, más modelos de mujeres que hacen ciencia, sin ocultar que tienen adversidades, que también tienen limitaciones y han tenido problemas, pero lo han podido lograr a pesar de ello; que (las estudiantes) vean que son personas reales, como ellas, como yo”, enfatiza la profesora, quien procura pasar sus ratos libres en la naturaleza y haciendo senderismo con sus hijas, con quienes ha llegado a caminar 24 kilómetros. A final de cuentas, para Rubio Navarro está más que claro: “No pensar en las mujeres sería estar dejando fuera de la discusión a la mitad de la población”.

Fuente: elmanana.com