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¿Se ofrecería voluntario para probar una vacuna y contraer el coronavirus?

Un grupo de académicos cree que 100 jóvenes altruistas deberían ofrecerse voluntariamente para vacunarse contra el COVID-19 e infectarse a propósito, un enfoque excepcional conocido como prueba de provocación que podría acelerar en meses la llegada de una vacuna efectiva y segura

Un grupo de académicos cree que 100 jóvenes altruistas deberían ofrecerse como voluntarios para vacunarse contra el coronavirus (COVID-19) y luego infectarse a propósito. Esta “prueba de provocación” resulta controvertida, pero según una propuesta publicada online, podría acelerar en meses las pruebas para conseguir una vacuna, y ofrecería pruebas rápidas de si una vacuna funciona o no.

El epidemiólogo de la Universidad de Harvard (EE. UU.) Marc Lipsitch, quien ha firmado la propuesta junto con el bioético de la Universidad de Rutgers (EE. UU.) Nir Eyal, y el estadista de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres (Reino Unido) Peter Smith, tuiteó: “Necesitamos nuevas ideas para escapar del dilema #COVID19 entre sacrificar la economía, el sistema sanitario o los dos”.

Algunos expertos creen que una vacuna sería la mejor opción para poner fin a lapandemia. Un candidato a vacuna creado por Moderna Therapeutics ya está siendo administrando a voluntarios sanos en el estado de Washington (EE. UU.), en una primera prueba de seguridad.

Sin embargo, a nadie se le ha introducido el virus a propósito de momento, algo que resultaría éticamente cuestionable en la mayoría de las circunstancias. El problema es obvio, admiten los autores: “Exponer a los voluntarios con este virus vivo supone el riesgo de provocar enfermedades graves e incluso posiblemente la muerte”.

No obstante, creen que el riesgo valdría la pena para el bien de toda la sociedad, ya que intentar infectar a propósito a personas vacunadas podría ser la forma más rápida de saber si una vacuna funciona.

El experto en pruebas de exposición de la Universidad de Maryland (EE. UU.), Myron Levine, cree que este enfoque todavía no está justificado. Según las estadísticas publicadas por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE. UU., las personas entre 20 y 44 años representan el 20 % de los ingresados por COVID-19 en Estados Unidos, de las cuales aproximadamente 1 de cada 750 falleció. El experto se pregunta: “¿Acaso es esto algo en lo que permitiría que participara uno de sus seres queridos? Hay que preguntarse eso”.

Exponer a las personas a un germen puede ser una forma aceptable de avanzar la investigación científica, y Levine afirma que ha estado realizando pruebas de este tipo desde 1970, con enfermedades como el cólera. Explica que estos estudios se consideran admisibles en determinados escenarios. Uno de ellos es cuando las personas reciben una versión debilitada o atenuada de un virus. Otro caso escenario se da cuando existe un tratamiento curativo disponible en caso de que la vacuna fracase y las cosas salgan mal. Pero, como sabemos, todavía no existe ningún tratamiento con una capacidad demostrada para curar la peligrosa neumonía asociada al COVID-19.

A pesar de eso, los tres autores de la nueva propuesta, de los cuales ninguno es médico, piensan que los adultos más jóvenes, que generalmente no sufren formas graves de la enfermedad, podrían tomar una decisión informada para convertirse en conejillos de Indias para ayudar a salvar al mundo de COVID-19. En este contexto, es importante tener en cuenta que puede que dichos hipotéticos voluntarios podrían acabar contagiados igualmente.

Los tres científicos han compartido un borrador de cómo se podría llevar a cabo. Primero, los jóvenes voluntarios serían sometidos a una cuarentena de dos semanas para asegurarse de que están libres de coronavirus. Después, los médicos les introducirían el virus y los observarían. Durante el estudio permanecerían aislados en “un entorno seguro y cómodo”. Luego, se podrían comprobar si tienen el virus en la garganta y cuánto tiempo han tardado en desarrollar algún síntoma.

“El tamaño requerido para un estudio de este tipo dependería de los objetivos elegidos, pero podrían hacer falta al menos 100 voluntarios. Y se garantizaría que cualquier voluntario infectado reciba la mejor médica para COVID-19, incluida la prioridad para los escasos recursos que salvan vidas, en las mejores instalaciones”, detalla el borrador de la propuesta.

El problema con las vacunas consiste en que generalmente hace falta al menos 18 meses para probarlas y preparar los suministros. Y una gran parte del tiempo de I+D se dedica al ensayo de fase 3, el punto principal, en el que cientos o miles de personas reciben la vacuna y otras no para demostrar que los vacunados no contraen la enfermedad o, si lo hacen, sufren menos síntomas.

Según Smith, Lipsitch y Eyal, administrar una vacuna a personas y luego infectarlas a propósito podría acelerar ese proceso y “sería una forma aceptable de evitar la Fase 3”.

Levine coincide en que una prueba de provocación “podría reducir el tiempo”. Sin embargo, si el COVID-19 sigue afectando al mundo, los beneficios de un experimento de este tipo podrían ser menores de lo que parece. Con tantas personas infectadas, debería ser posible organizar un ensayo rápido y ético.

Ya se están tomando medidas para reducir el tiempo necesario para una vacuna. Según algunas informaciones, Moderna y los Institutos Nacionales de Salud de EE. UU. empezaron los estudios de seguridad con su vacuna antes de terminar los típicos ensayos en animales. Según The Boston Globe, el CEO de Moderna, Stéphane Bancel, también dijo a los agentes financieros que la compañía podría buscar la aprobación de emergencia para administrar su vacuna contra el coronavirus a algunas personas este otoño. En una presentación ante la Comisión de Bolsa y Valores de EE. UU., el responsable afirmó: “Es posible que, bajo la emergencia, la vacuna pueda estar disponible para algunas personas, probablemente incluyendo a los profesionales médicos”.

Si se realizara una prueba de provocación, es probable que hubiera mucha gente dispuesta a participar. Al fin y al cabo, los profesionales de primeros auxilios, los técnicos de emergencias médicas y el resto del personal sanitario, e incluso los empleados de supermercados, ya se están poniendo en riesgo de COVID-19 al seguir trabajando.

Los autores concluyen: “Puede parecer inadmisible pedir a la gente que corra el riesgo de contraer una enfermedad grave o incluso mortal, incluso a pesar del importante beneficio colectivo que se podría conseguir. Pero, en realidad, también se lo pedimos a los bomberos voluntarios cuando hay un edificio en llamas”.

Fuente: technologyreview.es