La agencia espacial japonesa lanzó la sonda espacial Hayabusa 2 hace casi 10 años con destino a Ryugu, un pequeño asteroide rocoso. El análisis de las muestras que recogió han revelado que tuvo un campo magnético débil
El astrónomo Rafael Bachiller nos descubre en esta serie los fenómenos más espectaculares del Cosmos. Temas de palpitante investigación, aventuras astronómicas y novedades científicas sobre el Universo analizadas en profundidad.
Unas muestras de material recogidas en un asteroide por una nave espacial, y traídas después a la Tierra, aportan información sobre el campo magnético del sistema solar primitivo y sobre su papel en la formación de asteroides y planetas.
La misión Hayabusa2
La agencia espacial japonesa (JAXA) lanzó la sonda espacial Hayabusa 2 (‘Halcón 2’ en japonés) hace ahora casi 10 años, concretamente el 3 de diciembre de 2014, con destino a Ryugu, un pequeño asteroide rocoso. El viaje de ida duró tres años y medio: la sonda se situó en la órbita de Ryugu en junio de 2018.
El 21 de febrero de 2019, la sonda espacial se posó sobre la superficie del asteroide, disparó un pequeño proyectil de tántalo sobre el terreno y, gracias a un sistema colector, recogió parte del material que había salido desprendido en la polvareda creada por el impacto. Tras otras dos maniobras de muestreo para recoger material del subsuelo del cráter creado por el primer impacto, la sonda emprendió el viaje de regreso a la Tierra y entregó con éxito las muestras el 6 de diciembre de 2020 dejando caer una cápsula en paracaídas en el sur de Australia.
Por sus características, se piensa que Ryugu se formó en la región exterior de nuestro sistema planetario y que luego migró hacia el cinturón de asteroides para establecerse finalmente en una órbita entre la Tierra y Marte. El estudio de este asteroide puede pues aportar una información muy valiosa sobre los orígenes del sistema solar externo al que no es fácil de acceder para recoger muestras, como sí ha podido hacerse en Ryugu.
15 microteslas
Un equipo internacional de científicos liderado por Elias Mansbach, un estudiante postdoctoral del MIT (Cambridge, EE.UU.), ha estado analizando algunos granos de estas muestras de Ryugu para buscar indicios del campo magnético que debía imperar cuando se formó el asteroide en los orígenes del sistema solar, hace ahora más de 4.500 millones de años.
Se sabía que el campo magnético debió de ser importante en el sistema solar interior (entre 50 y 200 microteslas), donde se formó la Tierra; pero no teníamos idea si los campos magnéticos habían sido importantes en regiones externas. Los nuevos resultados obtenidos por Mansbach y colaboradores, muestran ahora que el sistema solar distante (la región situada más de 7 veces más lejos que la distancia Tierra-Sol) poseía un campo magnético débil en la época de su formación.
Para analizar las muestras del asteroide, los investigadores utilizaron un magnetómetro. Midieron la intensidad y la dirección de la magnetización de las partículas y, después, aplicaron un campo magnético alterno para ir desmagnetizando las muestras. De esta forma, investigaron en qué condiciones magnéticas se había formado el material. También estudiaron, con el mismo método, algunos meteoritos caídos en la Tierra que poseen indicios de haberse formado en regiones externas del sistema solar.
Como resultado de estos análisis, los autores concluyen que el valor del campo magnético en la región externa del sistema solar era del orden de 15 microteslas, o incluso menor, a comparar con el campo magnético actual terrestre de 50 microteslas. Pero, así y todo, esta intensidad tan baja del campo es suficiente para contribuir a apelmazar gas y polvo primordiales y formar los asteroides exteriores e incluso contribuir a la formación de los planetas gigantes (Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno).
Gravitación y magnetismo
Cuando se formó el sistema solar, a partir de una espesa nube de gas y polvo, la mayor parte del material cayó, por el efecto de la fuerza gravitatoria, hacia el centro del disco protoplanetario, donde se estaba formando el Sol. Pero el material remanente, parcialmente ionizado, debió formar una especie de remolino bastante plano en el que la interacción del material del disco, ionizado y rotante, con el protosol generaría un campo magnético. Este campo ayudaría a conducir corrientes de material para formar todos los cuerpos del sistema solar.
Es por todo ello que, en regiones distantes al Sol en formación, donde el efecto gravitatorio era menor, un campo magnético, aunque débil, sin duda tuvo gran influencia en la formación de los asteroides y de los planetas gigantes.
Fuente: elmundo.es