Los guardianes del maíz ancestral: ciencia, resistencia y memoria en el Banco de Semillas de la UNAM

Descubre cómo se conserva el maíz ancestral en el Banco de Semillas de la UNAM que protege la biodiversidad y el legado genético de México

En salones amplios custodiados por puertas herméticas, donde suelen entrar y salir con sus batas largas y blancas biólogos y botánicos, se preserva, a temperaturas controladas, uno de los más grandes tesoros de México.

No se trata de piezas arqueológicas, ni obras de arte: son las semillas de plantas nativas, silvestres, algunas endémicas, que son conservadas con extremo cuidado en el Banco de Semillas de la Universidad Nacional Autónoma de México.

En esa especie de almacén gigantesco exhiben frascos con semillas de distintos tamaños. Allí hay más de 5 mil 300 colecciones entre cactáceas, pinos, saguaros, candelabros, entre otros, que representan el 12% del reservorio nacional.

Es un santuario genético donde la biodiversidad se protege grano a grano, debido a que muchas de las especies están amenazadas por los embates del cambio climático, la erosión y la pérdida de superficies de cultivo fértiles.

Tesoro prehispánico

Dentro del amplio abanico de semillas que están bajo la conservación de este centro, destacan los teocintles; los parientes silvestres del maíz que datan de tiempos prehispánicos. Son más pequeños que la mazorca tradicional y de grano duro. En México hay varias razas de teocintles que incluyen la Nobogame. Ésta se colecta en el sur de Chihuahua, en la zona llamada Mesa Central, que se distribuye en el Bajío y los estados de Guanajuato y Michoacán.

También están las especies Balsas de teocintles, que se localizan cerca del río del mismo nombre en Guerrero. Pero las que se ubican en el Banco de Semillas fueron recolectadas en Puebla y en el Cerro la Estrella de Iztapalapa, en la Ciudad de México. En este tipo de maíz ancestral, residen genes que podrían ser la clave para enfrentar los retos del siglo XXI: desde plagas y sequías hasta los efectos impredecibles del cambio climático. Por ello, su preservación no es solo una tarea científica, sino una misión civilizatoria.

La doctora Isela Rodríguez, coordinadora del Banco de Semillas, ofreció detalles sobre este tipo de maíz prehispánico.

“Ese maíz teocintle no tiene mucho que ver digamos en forma en su estructura con el maíz como lo conocemos, porque es una mazorquita muy chiquita, delgada, que los granos son muy duros, no se pueden comer. Parece que, si tú los calientas revientan como una palomita y eso, pero no es un maíz que se utiliza para la alimentación, sino más bien el maíz que se fue manipulando, se fue manejando por las comunidades indígenas de nuestro país y se fue convirtiendo en lo que ahora conocemos como maíz comestible”.

Armando Ponce Vargas, botánico y recolector del Banco de Semillas, explicó la importancia de conservar este tipo de maíz, aunque no se use con fines alimenticios.

“Cada vez estamos perdiendo más diversidad biológica en general, vegetal en particular, vemos que cada vez se pierden algunas especies de plantas. La importancia es tener resguardadas esas plantas por si en algún momento llegaran a extinguirse, podríamos tener un reservorio que pudiera servir, en un momento dado, para hacer un asunto de reforestación o restauración, dependiendo del enfoque de quien pueda utilizar esas semillas a futuro”.

El maíz tezontle tampoco se usa para cultivos a gran escala, de acuerdo con Lilia García, técnico del Banco de Semillas de la UNAM.

“Prácticamente no es que esté extinto, sino que ya no se usa para cultivos a gran escala, como los monocultivos que se hacen hoy; se hacen con otras variedades diferentes”

Conservación costosa y compleja

El proceso de conservación, explicó Rodríguez, es costoso y complejo, pues deben disponer de equipos especializados para mantener vivas las semillas, así como un recurso humano, integrados por expertos en materia de botánica: biólogos que se encargan de colectar, limpiar y estudiar el material, bajo el patrocinio del Banco de Semillas del Jardín Botánico Real de Kew de Inglaterra.

También han contribuido durante más de 20 años a la financiación de proyectos la CONABIO y el Fondo Mexicano para la Naturaleza. El proceso de preservación del maíz y del resto de las semillas a largo plazo, colectadas por la institución, consta de varias etapas y se requiere una inversión anual de 2 millones de pesos, señaló la especialista.

“Primero se limpian, se evalúa la calidad, se ve que estén sanas, que no tengan parásitos. Pero los puntos neurales en la conservación a largo plazo es que se deshidratan esas colecciones, se les saca el agua a esas semillas, hasta lograr una humedad relativa de entre 15 y 16%. Entonces las podemos conservar en refrigeración a menos 20 grados centígrados. De esa manera, las podemos tener vivas por muchísimos años”.

Semillas vivas por más de 100 años

El banco, que funciona en la sede de la Facultad de Estudios Superiores de la UNAM en Iztacala, no sólo custodia las semillas y las mantienen vivas por 100 y 200 años; también las preservan con fines investigativos, explica Rodríguez.

“Este banco tiene más de 20 años. Está conservando a largo plazo especies silvestres que pueden ser estudiadas desde diversos puntos de vista porque tenemos grupos de investigación de fisiólogos, de botánicos de diversas disciplinas que usan como base las semillas que tenemos aquí”.

La labor de estos guardianes de la biodiversidad mexicana es ardua, pues requiere trabajo de campo. Los colectores e investigadores salen una vez al mes a los 32 estados de la República para recoger las muestras. Debido a la incursión del crimen organizado en algunas regiones, han tenido que recurrir a guías en las comunidades rurales para continuar su trabajo. Así lo explica el colector botánico, Armando Ponce.

“Desafortunadamente para el trabajo que realizamos hoy en día la cosa en campo se ha complicado un poquito por la cuestión de la seguridad. Hay lugares donde desconocemos si hay grupos que quisieran no dan permiso para entrar, hay mucha inseguridad. Hoy preferimos salir con gente local que nos acompaña, que nos guía y que nos puede decir a donde podemos entrar y a donde no, porque hay lugares que de plano en donde si de plano no se puede entrar y esa es parte de las dificultades hoy en día para la colecta”.

A pesar de esta limitación, el trabajo en el campo no se detiene. En este banco de semillas no se coleccionan granos como quien junta estampillas: se entienden como patrimonio biocultural, inseparable de los pueblos que las domesticaron y cultivaron durante milenios. En este aspecto, el resguardo del maíz silvestre es también un acto de respeto a las comunidades indígenas que, generación tras generación, han sabido convivir con estas plantas.

De ahí que Rodríguez subrayó la necesidad de que haya interés de parte de los gobiernos federal y estatales y se aprueben recursos para la conservación de los maíces nativos, que tejen el patrimonio histórico, cultural y gastronómico de México.

“Porque si no hay interés en la conservación de estas razas de maíces nativos, pues no hay recursos. No necesitamos crear un banco nacional para conservar maíces locales, bien se pueden guardar estas muestras en este banco o en el banco nacional de germoplasma. O algún otro banco que ya esté construido, pero se necesitan recursos para hacer visitas a las localidades, rescatar el maíz local en cada sitio, darle un tratamiento adecuado para conservarlo a largo plazo y a raíz de esas colecciones que se puedan hacer investigaciones”.

Guardianes del futuro: diversidad y resistencia genética

El futuro de estas especies nativas silvestres puede depender de lo que ocurre en el banco silencioso. Frente a un mundo que empobrece su diversidad agrícola a pasos acelerados, el Banco de Semillas de la UNAM actúa como un faro de resistencia y esperanza. En sus vitrinas congeladas no hay solo semillas: hay memoria, ciencia y futuro.

En nuestra próxima entrega hablaremos sobre el maíz chinampero, los factores que amenazan los cultivos de esta especie en Xochimilco y el esfuerzo de los productores por conservar las siembras.

Fuente: noticias.imer.mx

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