Las vacunas contra el COVID-19, el avance científico del año para la revista Science

Sin dudas la celeridad que tomó el desarrollo de diferentes formulaciones para prevenir el virus SARS-CoV-2 puso en evidencia la respuesta sin precedentes con la que la ciencia parece haber encontrado una solución a la pandemia

Desde el comienzo de la pandemia por el nuevo coronavirus, científicos e investigadores de todo el mundo se pusieron a trabajar contrarreloj en búsqueda de un tratamiento eficaz y una vacuna segura y efectiva para prevenir el virus surgido de China.

A un año de que la vida tal como se la conocía cambiara para siempre, la revista Science, una de las publicaciones más prestigiosas de la ciencia mundial, destacó a las primeras vacunas contra el COVID-19 como el principal hito científico del año.

Pero hagamos cronología: el 31 de diciembre de 2019, los funcionarios de salud en Wuhan, China, informaron sobre un misterioso grupo de casos de neumonía que habían detectado en 27 personas. El 8 de enero, The Wall Street Journal reveló que los investigadores chinos habían relacionado la enfermedad con un nuevo coronavirus. Dos días después, los científicos publicaron en línea la secuencia genética del virus.

La historia se aceleró en aquellos primeros días de 2020. El 12 de enero, la dictadura china todavía afirmaba que no había evidencias de que el virus se transmitiera de persona a persona. El 20 de enero, los expertos gubernamentales confirmaron los contagios entre humanos y poco después decretaron el confinamiento de Wuhan. El 30 de enero, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró que el brote en China era una emergencia de importancia internacional. El 11 de febrero, el virus fue bautizado como SARS-CoV-2. El 23 de febrero, el coronavirus prendió en Italia. El 11 de marzo, la OMS declaró la pandemia. El 14 de marzo, el gobierno español decretó el estado de alarma y limitó el movimiento de los ciudadanos. El 16 de marzo, la empresa Moderna empezó el ensayo clínico de su vacuna experimental en humanos. El 19 de marzo, en la Argentina se decretó el aislamiento social preventivo y obligatorio, que se extendió hasta comienzo de noviembre en la zona del AMBA.

El planeta no llegaba a comprender la dimensión de lo que estaba pasando, pero la ciencia ya estaba en busca de una vacuna contra el COVID-19.

En febrero, varias empresas farmacéuticas habían lanzado proyectos de vacunas tendientes a prevenir el nuevo patógeno: en China, CanSino Biologics, Sinovac Biotech y la estatal Sinopharm fueron los primeros en salir. En los Estados Unidos, los pioneros fueron Moderna e Inovio Pharmaceuticals. En Europa, BioNTech, una empresa de biotecnología alemana, desarrolló un candidato que luego compartiría con el gigante farmacéutico Pfizer. En la Universidad de Oxford, un grupo académico creó una vacuna que finalmente atrajo a otro socio de Big Pharma, AstraZeneca. Janssen y Sanofi Pasteur también se unieron a la carrera contra el tiempo.

En este punto, lo que diferenciaría a los diferentes desarrolladores es la tecnología de la que se valdrían para generar inmunidad en las poblaciones y dar, así, fin a la pandemia.

Dos de los contendientes chinos hicieron candidatos a vacunas con el virus completo, mientras que todos los demás esfuerzos destacaron la proteína de superficie SARS-CoV-2, la famosa “espiga”, que los biólogos estructurales se apresuraron a mapear y estudiar. Spike inicia la infección al unirse a los receptores que se insertan en las células humanas. Una vacuna podría “neutralizar” el virus si pudiera entrenar al cuerpo para crear anticuerpos que se dispararían en picos en el lugar preciso donde interactúa con su receptor.

Los desarrolladores aprovecharon una deslumbrante variedad de tecnologías para crear una vacuna eficaz. Moderna y Pfizer-BioNTech apostaron por una estrategia que nunca antes había llevado ningún medicamento al mercado: el ARN mensajero (ARNm) elaborado en laboratorio. Diseñaron fragmentos del código genético para la proteína de pico y los envolvieron en una película de grasas para que pudieran deslizarse en las células humanas, que luego producirían la proteína viral.

Pfizer anunció el 9 de noviembre que su vacuna contra el COVID-19 es “eficaz en un 90%”, cifra que aumentó a un 95% el 18 del mismo mes ante un análisis más ampliado de su Fase III. Moderna, en tanto, informó el 16 de noviembre que su formulación tiene una eficacia de casi el 95%.

Ambas fueron las primeras competidoras en llegar a la meta, rompiendo por completo el anterior récord de la vacuna Ervebo contra el ébola, que necesitó cinco años desde el inicio de los ensayos en humanos hasta su aprobación en noviembre de 2019.

La vacuna de Pfizer ya fue aprobada para su uso de emergencia en el Reino Unido en primer término y luego en los EEUU, y se cree que la misma suerte correrá la de Moderna en las próximas horas en el país norteamericano luego de que un comité de expertos recomendara ayer a la FDA su aprobación.

Se espera que la autorización generalizada de estas dos vacunas sea inminente en otros países y enseguida llegarán otras, como la desarrollada por la Universidad de Oxford y la farmacéutica AstraZeneca, que simplificará la lucha contra la pandemia en los países más pobres por su menor precio y su mayor facilidad de conservación.

El director de la revista Science, Holden Thorp, sostuvo en una editorial que el hito de las vacunas contra el COVID-19 es un triunfo de la ciencia al completo. “La dedicación a la búsqueda de la verdad, a mejorar la condición humana y a documentarlo todo para la posteridad es común a todas las áreas de la ciencia. Y hemos llegado a este momento gracias a estos principios”, celebró.

Hoy se sabe que “la normalidad” tal como se conocía no volverá por mucho tiempo. Pero sí se espera que en los próximos meses, a medida que se implemente la vacunación en las poblaciones, por fin se ponga a prueba la efectividad de estos desarrollos, que es en realidad la capacidad que tiene la vacuna de proteger contra la enfermedad cuando se administra en el mundo real y no en un ensayo clínico y se logre la tan ansiada inmunidad de rebaño que permita empezar a ver la luz al final del túnel.

Fuente: infobae.com