Las raíces de la Gran Mancha Roja

Desde julio de 2016, la sonda espacial Juno, de la NASA, gira alrededor del planeta gigante Júpiter y lo observa desde la mayor cercanía. Sus mediciones muestran ahora que la Gran Mancha Roja, una tormenta de unos 16.000 kilómetros de diámetro, tiene raíces profundas que hasta ahora habían sido desconocidas. El remolino se interna al menos 300 kilómetros en el interior del gigante gaseoso. El descubrimiento se consiguió con el Radiómetro de Microondas (MWR) de la sonda, especialmente concebido para observar lo que ocurre en el interior de Júpiter lejos de la superficie visible de las nubes. El MWR alcanza hasta una profundidad de 400 kilómetros y permite así inferir conclusiones sobre los movimientos circulatorios de la atmósfera de Júpiter.

Se ha estado observando la Gran Mancha Roja ininterrumpidamente desde 1830. Hubo ya distintas observaciones de los siglos XVII y XVIII de una mancha roja en el planeta. Si se trata de la misma tormenta, la Gran Mancha Roja existe desde hace al menos 350 años. Parece que ahora se está encogiendo. Cubre un área cuyo ancho es 1,3 veces el de la Tierra. Cuando las aproximaciones de las sondas espaciales Voyager 1 y 2 en 1979, cubría el doble del diámetro de la Tierra, y en las imágenes de finales del siglo XIX, incluso el triple. Por qué es tan duradera esta tormenta, es desde hace mucho un problema sin resolver para los investigadores planetarios.

Juno se acerca hasta a 3500 kilómetros de la superficie del gigante gaseoso; allí hizo otro descubrimiento sorprendente: inmediatamente sobre las espesas capas de la atmósfera de Júpiter se encuentra un estrecho e intenso cinturón de radiaciones. En este hay iones de hidrógeno, oxígeno y azufre, que se mueven a velocidades cercanas a la de la luz en el potente campo magnético del planeta. Los iones proceden seguramente del gas alrededor de Io, luna volcánicamente activa de Júpiter, y el campo magnético de este los concentra sobre el ecuador. En los otros tres gigantes gaseosos del sistema solar, Saturno, Urano y Neptuno, no se ha descubierto un cinturón de radiación tan cercano a la superficie.

Fuente: investigacionyciencia.es