La nave rusa Luna-25 se estrella contra la superficie lunar

La sonda pretendía alcanzar por primera vez el agua helada de la Luna, pero salió de su trayectoria por un fallo en una de las últimas maniobras

Fracaso de Moscú. Rusia no ha logrado hacer historia y convertirse en el primer país que consigue aterrizar con éxito en el polo sur de la Luna, una región con importantes reservas de agua cuyo control se disputan las principales potencias espaciales. La sonda robótica Luna-25, la primera en más de 40 años que lanzaba este país al satélite de la Tierra, tuvo problemas el sábado tras una maniobra de aproximación a la órbita de preaterrizaje, según Roscosmos, lo que ha terminado provocando el fracaso de la misión.

“El aparato se movió a una órbita no prevista y cesó su existencia como resultado de un choque con la superficie de la Luna”, ha comunicado la agencia espacial rusa. Moscú perdió su comunicación con la nave tras la maniobra y, aunque trató de recuperarla durante horas, finalmente ha confirmado el peor de los desenlaces.

El sábado, durante un impulso para mover el módulo hacia la órbita de preaterrizaje, “se presentó una situación de emergencia a bordo de la sonda robótica” —según explicó el mismo día Roscosmos— “que no permitió realizar la maniobra con los parámetros especificados”.

“Aproximadamente a las 14.57 hora de Moscú [13.57 hora peninsular española], se interrumpió la comunicación con Luna-25. Las gestiones realizadas el 19 y 20 de agosto para buscar el aparato y entrar en contacto con él no dieron ningún resultado”, ha explicado hoy Roscosmos. Según los resultados del análisis preliminar, el impulso que se dio a la nave fue mayor del calculado, por lo que la sonda cambió a una órbita demasiado pronunciada y chocó contra la superficie lunar.

Nuestro satélite no tiene atmósfera, con lo que las naves no pueden usar paracaídas para frenar y deben cifrar todas sus esperanzas en el uso de retrocohetes y un buen sistema automático de alunizaje en una zona poco accidentada. Solo Estados Unidos, la Rusia soviética y China han logrado alunizar con éxito y, hasta hoy, nadie había conseguido hacerlo en el polo sur.

El fracaso supone un varapalo para el programa espacial ruso cuando el país está enfangado en la guerra de Ucrania y debilitado por las sanciones económicas impuestas por los países occidentales. Moscú anuncia que se creará una comisión para esclarecer las razones de la pérdida de la nave.

El anterior intento de Rusia de lanzarse hacia el espacio profundo más allá de la órbita terrestre era un mal precedente para Moscú. En noviembre de 2011, lanzó la sonda Fobos-Grunt hacia la luna de Marte, pero acabó cayendo a la Tierra en enero después de que Roscosmos perdiera la conexión con la sonda al poco de lanzarla al espacio.

Salvo en el caso de las sondas de China, que han logrado alunizar con éxito, posarse en la Luna sigue siendo un reto demasiado complicado: en 2019 se estrellaron la sonda israelí Beresheet y la india Vikram. El mismo final sufrió el módulo privado japonés Hakuto-R en abril de este año. Japón lo intentará de nuevo el viernes, cuando lance la sonda SLIM hacia el satélite de la Tierra.

Solo queda India

Días antes, tanto la Luna-25 como su competidora Chandrayaan-3, lanzada por India, habían realizado con éxito sus maniobras para fijar su órbita lunar desde la que descenderían para posarse en el polo sur. Los indios tienen previsto aterrizar el miércoles 23 a las 21.34 hora peninsular española. Su gran baza es que, al contrario que la sonda rusa, la Chandrayaan-3 lleva en su interior un pequeño robot móvil para explorar el entorno cercano a su punto de alunizaje.

El aparato, de más de una tonelada y tres metros de altura, envió a la Tierra una de sus primeras imágenes el viernes. Era del cráter Zeeman, una depresión cercana al polo sur en la cara oculta del satélite. “Las imágenes resultantes complementan significativamente la información actualmente disponible sobre este cráter”, señaló en una nota de prensa el Instituto de Investigación Espacial de Rusia (IKI), responsable de instrumentos científicos de la nave. “La primera imagen de la cara oculta de la Luna fue obtenida en octubre de 1959 por la estación automática soviética Luna-3″, añadía.

La nave rusa debía tomar tierra al norte del cráter Bogulawsky, una enorme cuenca de impacto de 95 kilómetros de diámetro en cuyas profundidades, a las que nunca llega la luz del Sol, puede haber grandes cantidades de agua helada. Este compuesto es el nuevo oro lunar con el que futuras misiones espaciales quieren obtener combustible para cohetes y oxígeno y agua para sustentar las futuras bases humanas en el satélite. Aunque Estados Unidos es sin duda el país más avanzado en esta nueva carrera espacial, Rusia e India se disputaban esta semana ser las primeras en aterrizar en el hostil territorio austral de la Luna.

El aterrizaje de Luna-25 se habría realizado de forma completamente automática. Los responsables de la misión no tenían ninguna posibilidad de maniobra desde la Tierra y debían confiar en la programación de la sonda para que esta frenase usando los retrocohetes y se posase en la zona prevista de aterrizaje. La elevación del terreno no podía ser mayor de 15 grados para que la nave no volcase y la velocidad debía ser la de una persona caminando despacio. Para asegurarse de no fracasar, los ingenieros habían delimitado una amplia elipse de aterrizaje de 30 kilómetros de largo y 15 de ancho cerca del cráter Bogulawsky.

La Luna-25 pretendía hacer historia al tocar por primera vez el agua de la Luna. Desde que en 2009 dos sondas espaciales lanzadas por India y Estados Unidos hallaron los primeros indicios de hielo en los polos lunares, ha habido una carrera para determinar cuánta agua hay en el satélite y sentar las bases para su explotación. La Luna-25 iba equipada con un brazo robótico para excavar unos centímetros en el terreno hasta encontrar hielo, introducirlo en sus entrañas y analizarlo con varios instrumentos para determinar su composición. La nave también contenía otros instrumentos capaces de analizar la composición del terreno a distancia y determinar la presencia de hielo, así como de torio, potasio y uranio.

Los responsables de la misión esperaban que la sonda empezara a funcionar y realizar experimentos tan pronto como hubiera aterrizado. Luna-25 era la primera de una serie de misiones con las que Rusia pretendía luchar por un papel en la nueva carrera espacial. Según los planes de Roscosmos antes del fracaso, Luna-26 sería una sonda orbital a la que seguirán Luna-27, equipada con una plataforma de perforación para penetrar metro y medio en el suelo, y Luna-28, que traerá muestras de la región polar de la Luna a la Tierra. La última nave de la historia que consiguió algo así fue precisamente la sonda Luna-24, lanzada por la Unión Soviética en 1976. Aunque para entonces, Estados Unidos ya había ganado la carrera espacial con los astronautas del Apolo.

Fuente: elpais.com