¿Dormir bien es más difícil con los años? Lo que la ciencia dice sobre el sueño en mayores de 60

El mal descanso tras los 60 años puede agravar el deterioro cognitivo y los problemas de equilibrio

A medida que se envejece, el sueño cambia, pero no todos los problemas nocturnos deben asumirse como “normales”.

Según Araceli Abad Fernández, jefa de Servicio de Neumología del Hospital Universitario de Getafe (Madrid), con los años “se duerme diferente”, aunque esto no implica aceptar el mal descanso como una consecuencia inevitable de la edad.

Los ajustes fisiológicos propios del envejecimiento alteran el inicio, el mantenimiento y el despertar del sueño, afectando la calidad de vida.

Abad advierte que “el insomnio crónico, las apneas, o la somnolencia excesiva, por citar algunos ejemplos, no son parte natural del envejecimiento, y pueden afectar al corazón, a la memoria, e incluso aumentar el riesgo de caídas”. Por ello, recomienda hábitos diurnos que favorezcan un mejor descanso: mantener rutinas regulares, exponerse a la luz solar a primera hora del día y conservar una vida activa.

“Por tanto, hay que cuidar algunos hábitos del día para poder dormir mejor por la noche”, señala la especialista.

Hábitos saludables para un mejor descanso

Entre las recomendaciones específicas, la neumóloga sugiere “realizar siestas ‘saludables’, es decir, de no más de 30 minutos, y evitar en la medida de lo posible los inductores del sueño, y en concreto, las benzodiacepinas”. También aconseja reducir el consumo de cafeína, practicar ejercicio físico por la mañana, evitar las pantallas antes de dormir y crear un entorno nocturno relajante y con temperatura adecuada.

La experta enfatiza que varios factores externos alteran el ritmo circadiano de los mayores: la falta de exposición a la luz natural, la soledad no deseada, los trastornos del ánimo y el dolor mal controlado. Además, advierte que “en ocasiones, el consumo de benzodiacepinas, a la larga pueden ser más perjudicial que beneficioso”.

Los ancianos que viven en residencias son especialmente vulnerables, ya que los horarios impuestos o la inactividad diurna pueden provocar más sueño durante el día y agravar el insomnio nocturno.

Qué sí cambia con la edad

Abad precisa que el sueño en los mayores se vuelve más superficial, con reducción de la fase N3 o sueño profundo. El inicio del descanso suele adelantarse y el despertar ocurre antes de lo habitual. “En general, las personas mayores suelen pasar más tiempo en la cama, pero el sueño más superficial, los múltiples despertares, y el despertar precoz, hacen que la eficiencia de sueño esté disminuida”, explica.

A esto se suman despertares por nicturia o dolores articulares, que deterioran aún más la calidad del descanso. Sin embargo, la especialista aclara que no debe normalizarse la somnolencia diurna, el ronquido, las apneas ni el insomnio persistente.

Consecuencias y señales de alerta

La falta de descanso adecuado, a partir de los 60, tiene efectos similares a los de cualquier otra edad: peor calidad de vida, somnolencia diurna y mayor riesgo cardiovascular. También puede dificultar el control de enfermedades crónicas, favorecer el aumento de peso y afectar el ánimo o las capacidades cognitivas.

“Pero, además, en este rango de edad, el deterioro cognitivo, la repercusión que puede tener sobre el estado del ánimo o a nivel motor (aumento de las caídas o deterioro de la marcha) son condicionantes a tener muy en cuenta”, agrega Abad.

Cuándo acudir al especialista

La neumóloga aconseja consultar con un especialista si el problema interfiere con la calidad de vida o con el control de enfermedades crónicas.

“La presencia además de ronquido y/o apneas, de dolor, o de sensación de quemazón en las extremidades, y con necesidad de levantarse para aminorar los síntomas, movimientos involuntarios o bruscos durante la noche, o la necesidad de levantarse constantemente, son motivos que deben inducir al paciente a consultar con un especialista y ser derivado a una unidad de sueño”, concluye.

Fuente: msn.com

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