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Carne artificial, el alimento de laboratorio que aspira a salvar al planeta

Carne artificial, el alimento de laboratorio que aspira a salvar al planeta

La carne de laboratorio se presenta como una alternativa «casi milagrosa» que promete revolucionar la industria alimentaria, aunque de momento se encuentra en una fase incipiente de desarrollo y plantea más preguntas que respuestas. A continuación, se ofrecen algunas de sus principales claves.

¿Qué es?

La carne artificial es aquella que se crea en laboratorios a partir de células madre extraídas de los músculos y de otros elementos orgánicos como pueden ser plumas. Estas células se recolectan mediante biopsia, causando un daño mínimo al animal, y luego se reproducen de forma controlada, de manera que crecen y forman un nuevo tejido muscular.

¿Desde cuándo se lleva investigando?

Como otros descubrimientos afianzados en nuestras vidas cotidianas, el origen de la carne in vitro se encuentra en la investigación espacial. Los primeros experimentos para producirla fueron llevados a cabo por la NASA a comienzos de la década de 1990. El objetivo era encontrar la fórmula para poder alimentar a astronautas en misiones de larga duración, e incluso anticiparse a futuras colonizaciones espaciales.

¿En qué fase se encuentra?

No fue hasta 2013 cuando se presentó (y se comió) la primera hamburguesa creada en laboratorio. La bautizaron irónicamente con el nombre de Frankenburger (en alusión a Frankestein), y fue desarrollada por la Universidad de Maastricht, en los Países Bajos. Sin embargo, han pasado seis años y aún queda mucho camino por delante, ya que el proceso de producción es extremadamente complejo. Cultivar células requiere aportarles nutrientes (actualmente se utiliza suero bovino), hay que evitar la contaminación de los cultivos, asegurarse de que la reproducción celular esté libre de efectos cancerígenos…

De momento, este alimento está lejos de ser comercializado, aunque varios países están investigando para desarrollarlo: Estados Unidos, Japón, Países Bajos, Israel, España…

¿Qué inconvenientes puede tener?

Uno de los principales frentes en el que los científicos están trabajando es la falta de sabor y textura. La carne que habitualmente se consume es un conglomerado de varios elementos, como músculo, sangre, grasa, nervios… La carne cultivada es únicamente músculo, y para mejorar el sabor y la textura (la grasa, por ejemplo, es fundamental para aportar sabor) se está experimentando con la mezcla de otros ingredientes.

Otro aspecto problemático es el aporte de nutrientes como vitaminas o minerales, muchos de los que pueden quedar fuera en el proceso de desarrollo en laboratorio. Los científicos trabajan para que la carne artificial tenga las mismas propiedades nutricionales que la natural.

Su elevado coste es también un factor que ralentiza el proceso, aunque la previsión es que se abarate considerablemente si se generaliza su consumo. El coste de desarrollo de la Frankenburger fue de 250.000 euros. Sus creadores estiman que, actualmente, el de una hamburguesa de características similares rondará los 10 euros. Y tendría que seguir descendiendo mucho más si quiere competir con el precio de la carne natural.

Asimismo, puede existir reticencia por parte de las personas para consumir carnes cultivadas de manera in vitro, algo muy comprensible. En este sentido, si finalmente los productos están certificados científicamente y avalados por las autoridades sanitarias, no deberían preocupar a los ciudadanos en cuanto a riesgo para la salud.

España actúa bajo la tutela de la Unión Europea, cuya Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, en inglés) se caracteriza por ser especialmente estricta a la hora de admitir productos que tienen su origen en laboratorios, caso de la carne cultivada o los transgénicos.

¿Para cuándo?

Los científicos que están trabajando para desarrollar este tipo de carne creen que en 2020 podría estar lista para ser comercializada. Como casi siempre, estos cálculos tienden a pecar de excesivo optimismo. Just, una compañía estadounidense, asegura que sus nuggets de pollo cultivado a partir de células extraídas de pluma llegarán en apenas unos meses a los restaurantes.

¿Qué beneficios podría tener «cultivar» carne?

Alimentar a la humanidad futura va a ser uno de los grandes retos por resolver. La Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que la demanda de alimentos se duplicará en tan solo cuatro décadas, debido a la explosión demográfica. Lo que parece claro es que los sistemas actuales de producción se antojan insuficientes para satisfacer esa demanda.

Al mismo tiempo, la actual cría intensiva de ganado tiene un fuerte impacto ambiental, convirtiéndose en una de las principales causas de las emisiones de CO2. Aquí entramos de lleno en otro de los grandes retos que la humanidad tiene por delante (y este ya se está viviendo en el presente): el cambio climático.

La producción de carne sintética paliaría significativamente algunos de los grandes problemas medioambientales que lleva acarreada la cría intensiva de ganado, como el sufrimiento animal, la sobreexplotación de la tierra y el agua, las emisiones de metano, la deforestación, los fertilizantes, los pesticidas, los combustibles fósiles…

Otro de las grandes cuestiones que ayudaría a combatir sería la del abuso de antibióticos y su consecuencia más letal: las bacterias resistentes. Las previsiones más pesimistas indican que, en pocas décadas, las bacterias resistentes a antibióticos causarán más muertes que el cáncer.

La ganadería intensiva se basa en gran medida en un uso profiláctico de estos medicamentos, que se administran de manera preventiva cuando los animales están sanos. También, se emplean metafilácticamente; es decir, se trata indiscriminadamente a grupos enteros de animales cuando alguno de sus individuos muestra síntomas de infección.

Cuanto mayor es el uso de antibióticos en entornos ganaderos, mayor es la probabilidad de que aparezcan superbacterias que después pueden llegar a hospitales u otros entornos públicos y causar infecciones de muy difícil tratamiento. El cultivo de carne en laboratorio sería una solución óptima para este problema.

¿Existen otras alternativas?

No hay que confundir la carne in vitro con la carne fabricada a partir de vegetales, que sí que se puede encontrar actualmente en el mercado. La elaboración de estos productos se basa en proteínas vegetales como las de la soja, a las que se añaden otros componentes también de origen vegetal para intentar simular el sabor, el color y la textura de la carne.

Estos productos se someten a diferentes procesos (vaporización, presión, cambios de temperatura…) y se pueden teñir con ingredientes como zumo de remolacha, que simula el color rojizo de la sangre. El resultado son alimentos procesados, del tipo hamburguesas, salchichas o embutidos; que ya se pueden encontrar en supermercados y restaurantes, y que se están afianzando como una alternativa a la carne animal.

Fuente: rtve.es

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